Esa alianza consolidó las fuerzas que en los últimos cuatro años controlaron el Congreso y demostraron que la experiencia de los legisladores pesaría sobre la buena voluntad de los nuevos diputados.
Al grupo oficialista se suma también el Partido de Avanzada Nacional (PAN) y un grupo de Bienestar Nacional (BIEN).
En la jornada del pasado martes 11 de febrero, cuando se aprobó la reforma a la Ley de Organizaciones no Gubernamentales (oenegé), la alianza oficialista contó a penas con los 81 votos necesarios para aprobarla y aunque algunos diputados en desacuerdo con la propuesta abandonaron el Hemiciclo -el tablero mostró hasta 62 ausencias- no lograron frenar una aplanadora multipartidaria que tenía como uno de los principales operadores a Felipe Alejos de Todos.
“Este es el Congreso más fragmentado y sin embargo hubo de 81 votos”, dijo Alejos luego de conseguir aprobar la reforma que logró entrar a la discusión a través de una moción privilegiada de Manuel Conde, del PAN, que la unió junto a un punto para conocer el tema del coronavirus.
“Si los diputados no ponen atención a lo que están aprobando es culpa de ellos. Aquí se lee y si el diputado no pone atención, mejor que se dedique a otro trabajo”, sentenciaba Alejos al cuestionar la estrategia de Conde, de unir un tema de interés mediático con otro de interés político y evitar así mayor discusión de este último.
Luis Velásquez, profesor de Ciencia Política, dice que, en el caso de las reformas a la ley de oenegés, fueron aprobadas por la capacidad de negociación que tiene algunos diputados con experiencia, que también fueron los articuladores del pacto de corruptos, especialmente Felipe Alejos y Álvaro Arzú Escobar.
Velásquez explica que, aunque haya diputados nuevos, aún se siguen votando por los intereses del partido “porque las condiciones del sistema electoral y de partidos políticos los condicionan”.
Heidy de Mata directora del Instituto de Problemas Nacionales de la Universidad de San Carlos (Ipnusac), dice que los diputados no pueden abogar que votaron con desconocimiento porque eso fijaría un mal precedente en términos de confianza y credibilidad del Congreso de la República.
“Esto no es nuevo porque hemos visto como algunos diputados levantan la mano para aprobar o improbar una ley sin haberse tomado la molestia de leer los proyectos de ley que se consideran en el pleno. Debe haber responsabilidad y seriedad en estos hechos por las implicaciones que esto genera”, comentó de Mata.
Se impone la vieja política
Tan solo minutos después de aprobada la reforma a la ley de oenegés, algunos diputados y hasta bloques completos, como el caso de la mayoría de los diputados del Partido Humanista, se distanciaron de lo recién aprobado y apelaron a la ignorancia y a la “buena fe” en la que fueron sorprendidos.
“Hay que vetar la ley de ONGs. Aunque es necesario regular, su origen espurio, la manipulación para su aprobación, el contenido que viola los derechos fundamentales, nos lleva al camino riesgoso del autoritarismo”, dijo Edmon Mulet, expresidenciable del Partido Humanista, bloque que apoyó en su mayoría la aprobación y también integra la Junta Directiva de la alianza oficial.
En otro escenario hubo diputados nuevos como Rodolfo Neutze, de Compromiso, Renovación y Orden (Creo), que razonó su voto y solicitó tiempo para poder leer la iniciativa antes de decidir su apoyo.
“No solo hay que ser, sino aparentar (…) todos estamos de acuerdo en que es importante la fiscalización, pero por lo menos que haya una discusión”, dijo Neutze durante la sesión del martes 11 de febrero.
Para el abogado y analista político Oswaldo Samayoa, al final se volvió a reflejar el modelo de los partidos políticos cooptados “en donde solo se da la posibilidad de llegar a ciertos puestos de poder mediante promesas, compadrazgos y clientelismos”.
En el caso de las votaciones a las reformas de ley de ONG, Samayoa dice que algunos diputados sin conocer lo que estaba haciendo, obedecieron lo que el partido les dijo y estas organizaciones políticas están siendo liderados por la antigua política.
Samayoa dice que, aunque hay muy buenas personas que ingresaron al Congreso en todos los partidos y que en su agenda personal van a promover cosas importantes, ingresaron en un partido donde no tienen libertad individual de decidir, sino que tienen que responder a la agenda propia del partido.
Cuando ya están en el Congreso -los nuevos- tiene que asumir la lógica misma del sistema que los acorrala y finalmente los condiciona para votar en la misma línea de parlamentarios antiguos que abanderan agendas regresivas que dañan la democracia, los derechos sociales y los derechos públicos, afirma Velásquez.
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