El alcalde de la ciudad de Guatemala por los últimos 14 años, presidente en 1996-2000, y uno de los líderes polémicos y absolutos del país, Álvaro Enrique Arzú Irigoyen, de 72 años, murió este viernes víctima de un paro cardiorespiratorio mientras jugaba golf al oriente de la capital.
Siempre presente en la vida nacional, Arzú deja un vacío no solo en la ciudad que gobernó durante más de 18 años, tomando en cuenta su primer período como alcalde en la segunda mitad de la década de los 80, sino en el tablero político guatemalteco, siendo uno de los brazos derechos -o el poder de facto- del actual presidente, Jimmy Morales.
Con su muerte, concluye también una época de transición de la guerra a la paz, a la estabilidad que siempre llevó bajo el brazo, siendo el presidente que concluyó el proceso de paz entre el Estado y la guerrilla, encarnada en la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, con la Firma de la Paz el 29 de diciembre de 1996.
Es el segundo auténtico líder político guatemalteco que fallece en abril de 2018, comenzando por el exmandatario de facto Efraín Ríos Montt (1982-1983), el primer día del mes, seguido de Álvaro Arzú, su adversario en diversas contiendas políticas.
Para el hombre que llevó las riendas cortas siempre, “el tiempo se va muy rápido, uno no llega a disfrutar del poder sino a sufrirlo. Hegel dijo que el arte supremo de la política consiste en saber todo de los demás y que los demás no sepan nada de uno, lo cual no será mi caso”, según dijo al escritor guatemalteco Adolfo Méndez Vides en su libro-entrevista “Arzú y el tiempo se me fue”, publicado en octubre de 2017 por el grupo Penguin Random House.
Allí quedaría retratado un Arzú anecdotario, un tipo hecho a sí mismo, un hombre de dos romances; que “robó” para irse a México a sus 17 años con su primera esposa (Silvia García Granados de Garay, con quien tuvo sus tres primeros hijos y perdió otros tres) y que se casaría de nuevo 20 años más tarde con la salvadoreña Patricia Escobar, con quien tuvo otros dos hijos, entre estos al actual presidente del Congreso, Álvaro Arzú Escobar.
Su carácter fuerte y contestatario le abrieron paso en la política cuando, siendo dueño de una agencia de viajes y tras haber sido integrante de las juventudes del Movimiento de Liberación Nacional, apadrinado por Mario Sandoval Alarcón, compitió por la alcaldía capitalina en 1982 con el Partido Nacional Renovador, ganando pero sin poder llegar al cargo debido al golpe de Estado que dejó en el poder al exdictador Ríos Montt.
Cuatro años más tarde y luego de haber dirigido el Instituto Guatemalteco de Turismo, volvió a triunfar en la elección capitalina con el comité cívico Plan de Avanzada Nacional, que posteriormente sería su primer partido político fundado, con el que se abriría camino hacia la Presidencia del país centroamericano.
Tras su paso inicial en Ciudad de Guatemala, el expresidente Jorge Serrano Elías -perseguido judicialmente por haber disuelto los poderes del Estado en 1993- lo nombró canciller, cargo en el que decidió avalar la independencia de Belice, salvo en lo respectivo al territorio, debido al histórico conflicto por la indefinición de fronteras que mantienen ambos vecinos.
Como presidente, entre 1996 y 2000, su mandato correspondió a la lógica criolla de sus orígenes. Emitió la Ley General de Energía, privatizó la telefonía y será recordado, principalmente, por la firma de la paz, pero también por el fantasma de la guerra, evidenciado en el asesinato del obispo Juan Gerardi, en el que se vieron implicados miembros del Estado Mayor Presidencial.
Según declaró en calidad de testigo la expareja sentimental del guardia y capitán del Ejército, Byron Lima Oliva, éste habría llegado a la escena del crimen de Gerardi a limpiar los rastros por orden del propio presidente Arzú.
Gerardi fue ultimado al llegar a la casa parroquial de la iglesia de San Sebastián, -cerca de la Casa Presidencial, el despacho de Gobierno-, dos días después de haber presentado, el 24 de abril de 1998, el informe “Guatemala Nunca Más“, con testimonios de las víctimas del conflicto armado. Un crimen material que hasta ahora no ha sido esclarecido.
También estremecieron el Gobierno de Arzú el paso del huracán Mitch, que dejó más de cien muertos, y la tragedia de la avalancha humana en el estadio nacional Doroteo Guamuch, en un partido clasificatorio al Mundial de 1998 entre Guatemala y Costa Rica, en el que murieron 83 personas.
Tras dejar la Presidencia y haber descansado tres años, en 2003 peleó nuevamente por la alcaldía ante la amenaza de que el partido oficialista de entonces, el Frente Republicano Guatemalteco del general Ríos Montt, ganara en la ciudad y a nivel nacional, con la discutida candidatura del exdictador.
Desde 2004 a la fecha, Arzú modernizó el transporte público, el sistema energético y la iluminación de la capital, luciendo siempre seguro de sí, con campañas austeras y prácticamente sin rival que le hiciera frente.
Incluso llegó a intentar una nueva candidatura a la Presidencia, en 2011, lo que pronto quedó desvanecido tras una consulta a la ley, lo que derivó en la postulación de Patricia de Arzú a figurar en la boleta con el Partido Unionista y concluir con un 2,19 por ciento, 96.870 votos.
Pendiente quedará la atención al sistema de recolección de basura, que acumuló tragedia y desazón entre los vecinos del vertedero de la zona 3 de la ciudad y la transparencia en el uso de recursos públicos, principalmente en los fideicomisos de haber incurrido en financiación electoral ilícita en las elecciones del 2015.
Y en ese juego político, de las acusaciones jurídicas y de su estrecha cercanía al presidente Jimmy Morales -aún mayor después de los señalamientos de la CICIG y la Fiscalía-, se despide el cacique.
En un juego de golf, junto a su hijo-presidente del Congreso, en un viernes de tráfico, en la que, a su juicio, era la “ciudad del futuro”.
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