Todavía tiene mucho trabajo que hacer. El problema de desnutrición aquí es fuerte. La desnutrición crónica es el 46 por ciento todavía, pero creemos que hay un deseo genuino de enfrentar la situación.
¿Cómo ve las acciones del país? El nuevo gobierno cambió el programa de beneficiados, incluso se redujo.
Con la riqueza que existe al día de hoy disponible, con todos los avances tecnológicos, y el nuevo compromiso renovado de los líderes de este país, trabajando con la experiencia que tenemos y nuestro saber en estos temas con el Programa Mundial de Alimentos, yo creo que aquí se puede acabar el hambre. Sí, llegar al hambre cero en Guatemala. Es solo una población de 16 millones. Si el sector privado, el sector gubernamental y las comunidades religiosas, las iglesias, se juntan y se unen, cualquier cosa puede ser posible.
¿En qué medida se deben incrementar los presupuestos?
Eso es una decisión de política, de liderazgo de este país. Llamamos al Gobierno, a los líderes, a todos los partidos del espectro político. Estoy seguro de que tienen diferencias en muchos temas, pero alimentar a un niño con hambre está mucho más arriba de las políticas divisivas. El Gobierno debe trabajar con el sector privado y con las iglesias para arreglar este problema, el Gobierno no puede solo, necesita un esfuerzo conjunto. Vamos a trabajar con los líderes de este país para formular un plan de acción, esperamos que para antes de que acabe el año.
¿En qué consiste ese plan?
Habrá un equipo de trabajo que hará una estrategia y realizará un plan de acción. Nosotros trabajamos como más de 80 países por todo el mundo. En el PMA hemos trabajado en países que antes eran beneficiarios de la ayuda como China, México y Corea del Sur, y ahora son países donantes. Tenemos la experiencia y la capacidad para proporcionar el apoyo que se necesita para acabar con la inseguridad alimentaria de una nación. Ahora estamos con el gobierno nacional y con los gobiernos locales en programas que ayudan a acabar con la desnutrición crónica. He estado en dos de esos proyectos, uno fue en San Agustín Acasaguastlán, El Progreso, y otro en Santa Apolonia, Chimaltenango. Uno está enfocado en mejorar la nutrición en las comunidades más vulnerables. Hay buenas y malas noticias, como en todo. Las buenas noticias son que la mayoría de la desnutrición crónica no es resultado de falta de alimentos.
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¿Y las malas?
Es que no hay una dieta balanceada y nutricional, no hay costumbre de eso. Lo que estamos hablando aquí no es solo de calorías, es qué tipo de calorías apropiadas, qué balance tiene la dieta.
¿La cooperación económica internacional hacia el país podría cambiar en algún momento?
Los Estados Unidos han venido hablando de la necesidad de cortar fondos de ayuda alimentaria, y yo estoy muy confiado de que eso no va a ocurrir, pero aquí está el problema con la ayuda humanitaria. Estamos enfrentándonos globalmente a la peor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial. El 80 por ciento de nuestros recursos está ahora destinado a los conflictos generados por la mano del hombre. Dentro de Siria estamos alimentando cada día a cuatro millones de personas, 2.3 millones en Somalia, 2.1 millones en Sudán del Sur, seis millones en Yemen. La crisis es devastadora para unos recursos limitados… Los recursos cada vez van a ser más difíciles de conseguir por los donantes tradicionales, pero creo que Guatemala va a proporcionar el liderazgo y la unidad necesaria, y un plan de acción que será muy atractivo de apoyar para países como Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea.
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El problema de la migración, que a Estados Unidos le preocupa, se podría reducir eliminando el problema del hambre.
¿Qué tan importante es la asistencia alimentaria?
En ocasiones se critica que es asistencialismo.Es crítico. Aquí no estamos hablando solo de comida, estamos hablando de campañas de nutrición para que la gente pueda mejorar sus hábitos; programas de alimentación escolar. El PMA, en tiempos de paz, desarrolla sistemas que crearán desarrollo sostenible, no dependencia.