El peligro de ser niña en Guatemala

Brenda tenía 10 años cuando se convirtió en madre: un familiar abusó de ella. Su hija nació en el 2011, el año con el mayor número de niñas madre en Guatemala en la última década. 

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Yasmin a sus 16 años es madre de dos niños. Vive en condiciones precarias y sin acceso a educación desde que quedó embarazada a sus 14 años. (Foto Prensa Libre: Érick Ávila)
Yasmin a sus 16 años es madre de dos niños. Vive en condiciones precarias y sin acceso a educación desde que quedó embarazada a sus 14 años. (Foto Prensa Libre: Érick Ávila)

San Benito, Petén, donde nació Brenda, también fue en el 2011 el municipio con la tasa más alta de niñas madre: 916 alumbramientos por cada 10 mil mujeres entre 10 y 17 años.

Para evitar la discriminación a la que se enfrentan las niñas que se embarazan a temprana edad, la mamá de Brenda se hizo cargo de su nieta y los últimos seis años la ha criado como si fuera su hija. Brenda, que ahora tiene 16, hace el papel de hermana de su propia hija de seis años. Ahora viven en San Luis Petén, donde ningún vecino conoce su pasado; ellas prefieren mantenerlo así.

Ni la abuela-madre ni la madre-niña denunciaron al agresor, por lo que nunca se abrió ningún expediente judicial.

¿Qué hace que estas niñas sean víctimas de abusos sexuales? La creencia de que el hombre tiene poder sobre las mujeres y el deseo de tomar ese poder los motiva a violar. Este comportamiento está detrás del 89 por ciento de los casos donde la violación ha sido cometida por un familiar, según encuestas del Observatorio en Salud Sexual y Reproductiva.

Muchas madres resuelven no denunciar ante las autoridades y son numerosos los casos en que, aseguran los expertos, las niñas no revelan el hecho a sus padres. La vergüenza, el miedo al rechazo y la culpa de creer que ellas han provocado los hechos están detrás de ese comportamiento. El fenómeno es peor cuando el embarazo es producto de una violación, pues en ocasiones la niña no entiende por qué se convirtió en madre, dice la psicóloga forense y experta en el tema, Meshelle Kababíe.

En la última década se han registrado casos de violencia sexual hacia menores de 14 años en todo el país, sin excepción. Sololá durante la última década tiene una de las tasas de natalidad en niñas y adolescentes más bajas de Guatemala, porque autoridades indígenas dirigen programas de concientización sobre el valor de la mujer e igualdad de oportunidades para erradicar el machismo.

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“Es un flagelo social. Los embarazos tempranos ocurren por violencia sexual, por discriminación, menosprecio y misoginia a las niña y adolescentes”, dice Dominga Vásquez, exalcaldesa indígena de Sololá. “Se  cree que es un objeto para ser tratado por un hombre”.

Exclusión dañina

Brenda no va a la escuela desde que se convirtió en mamá. Las niñas en Guatemala, sobre todo en la provincia, tienen menos posibilidades de acceder a educación pues es un privilegio al que tienen mejor acceso los hombres, por diversos factores, entre estos que la niña debe ayudar en las tareas domésticas.

Según la Encuesta de Salud Materno Infantil 2015 (Ensmi), solo dos de cada 10 mujeres entre 15 y 19 años tienen estudios completos de primaria. Si son madres, como Brenda, la posibilidad de ir a clases se reduce aún más, pues no sólo deben atender a sus niños sino que cargan un estigma social por su condición, en un país donde el machismo predomina y la madre soltera es tomada con menor valor.

En Guatemala, al igual que en otros países de Centroamérica, el persistente machismo no halla extraño preguntarse ¿de qué sirve que una niña vaya a estudiar si lo que le toca es casarse y tener hijos?, argumenta Veronica Simán, representante del Fondo de Población de las Naciones Unidas.

“Ese sistema no permite ver que las niñas tienen derechos, a la educación, a la recreación, a la salud”, dice. “Las niñas están en franca desventaja”.

El problema es mayor en el área rural, donde las niñas se exponen a ser discriminadas por indígenas, pobres y campesinas, y ellas crecen creyendo que no tienen otra opción más que convertirse en mamás.

La evidencia de esta exclusión a las niñas de la provincia es el departamento de Guatemala, el más urbano del país. Allí los municipios tienen la menor tasa de niñas niñas-madres por cada 10 mil mujeres menores de entre 10 y 17 años.

“Por lo general, la población en el área rural está más excluida de las oportunidades de desarrollo y tienden a tener indicadores más deprimidos; menor asistencia a la escuela, mayores tasas de embarazos adolescentes y mayor mortalidad materna”, dice Simán.

La falta de oportunidades para estudiar, el escaso acceso a educación integral en sexualidad y el simple hecho de ser mujer someten un menor desarrollo óptimo comparado con los varones.

Ser mujer en Guatemala ya es difícil: según la Ensmi, para 2015 ocho de cada 10 mujeres de 15 a 19 años no tenía trabajo; si a eso se agrega la baja escolaridad y la condición de niña madre el problema es aún mayor. Con menores posibilidades de estudiar, una niña madre tendrá una probabilidad menor de conseguir un trabajo; cuando lo consiga, será más temporal y peor pagado que los de otras mujeres sin familia y mejor educadas y significativamente menor que los de cualquier hombre.

Si esa madre niña es pobre, la brecha de pobreza crecerá. Y también aumenta las probabilidades de que el ciclo empeore: es muy posible que, cuando llegue a mujer, esa niña madre sea abuela a muy temprana edad.