Francisco Ixcoy, de 60 años, vive el duelo por la muerte de su hijo, Domingo Ixcoy Itzep, 32, el mayor de siete hermanos, quien decidió migrar agobiado por la pobreza que vive su familia y de la cual han buscado salir, por no han tenido éxito debido a las pocas oportunidades labores.
“Mingo se empeñó en viajar a Estados Unidos para que yo dejará de vender en las plazas. Él quería ayudar a sus hermanos, pero la muerte se lo llevó, nunca pensamos que eso pasaría”, explicó Ixcoy con la mirada puesta en un cuarto de adobe forrado de plástico azul, donde su hijo dormía sobre unos cartones.
La familia no cuenta con una casa formal. Son piezas de adobe en un terreno propiedad de los Ixcoy Itzep.
En vida, Domingo Ixcoy buscó afanosamente un trabajo que le generara ingresos superiores a los Q30 o Q50 diarios por la venta de agujas, hilos, dedales, metros, entre otros artículos para costura.
Según Ixcoy, su hijo aprendió el oficio desde pequeño y en las plazas de los pueblos cercanos Domingo gritaba: “¡vendo hilos, agujas, metros, bobinas para maquina!” para ofrecer el producto.
“Cuánto cree que ganábamos para comer, una aguja la vendemos a Q1, un cono. (…) si vendemos Q50 la ganancia son Q25 y somos siete en la familia (…)”, Francisco interrumpe su relato y llora. “Aquí la pobreza no nos deja avanzar”.
De los siete integrantes de la familia, solo el padre y su hijo mayor hablan con fluidez el español, el resto lo hace en K’iche.
“Le pido a los vecinos y al pueblo que oren, pero no solo por mi hijo, sino por los 14 guatemaltecos que murieron”, explicó Ixcoy.
Domingo salió de su natal Cipresales con Q500 que prestó a sus hermanos para el viaje. Prometió a sus padres y hermanos regresar en cinco años.
Otra historia
En una humilde vivienda de Tierra Colorada, aldea de Momostenango, Totonicapán, María Vicente, 52, tiene un nudo en la garganta. Ha llorado la muerte de Widmam Estuardo Ixchop Vicente, el último de sus seis hijos, pero la madre no ha logrado desahogar su tristeza y dolor por la tragedia que vive.
El pasado 20 de enero, Widmam abrazó a su madre y le prometió que le enviraría dinero, días después a través de WhatsApp le contó a una de sus hermanas que todo iba bien y que estaban en Monterrey y se preparaban para cruzar.
En esa conversación el migrante mencionó que viajaba junto su primero Darwinsson Vicente.
El joven había dejado los estudios para ayudar para el sostenimiento de su madre y los gastos de la casa.
“El patojo iba a Escuintla a vender accesorios para celulares, iba dos o tres días a la semana, los demás días trabajaba la tierra aquí en la casa, pero la vida se encareció, la ventas bajaron y él no ganaba mucho”, detalló Vicente.
La angustiada madre ansia que el Gobierno agilice la repatriación de los cuerpos para darles el último adiós e inhumarlo en el cementerio de la localidad.
Irma Vicente es tía de Darwinson Perfecto Vicente Torres, 20, quien migró por primera vez a los 16 años del paraje Xecaculeu, Momostenango, a la capital.
Vicente describió que su sobrino concluyó sus estudios de diversificado en plan fin de semana, porque durante la semana su sobrino laboraba como agente de seguridad privada.
La noticia del deceso de Darwinson sorprendió a la familia. Nadie supo que el joven tomó la decisión de migrar. “No sabíamos nada y nunca nos enteramos de que viajó junto a mi otro sobrino, hasta que no vea el cuerpo de él no creeré que haya muerto”.
Darwinson Perfecto nunca conoció a su madre, de acuerdo con la familia, pues esta lo abandonó a los 20 días de nacido. Su abuela materna y sus tías lo criaron en Xecaculeu. “Darwinson fue hijo y hermano a la vez en la familia, fue joven educado y muy querido”, aseguran.
“Los jóvenes no deben arriesgar así la vida –migrar-, deben conversar con la familia y sus padres, no deben tomar decisiones arriesgadas”, explicó Vicente.