El 24 de enero de 1977 dejé mi país, a pocos días que se cumpliera un año del aniversario del terremoto de 1976. Tenía 18 años, estaba preocupado por la falta de oportunidades laborales y soñaba con un mejor futuro.
El camino por tierra hasta Estados Unidos no era diferente al que ahora miles de migrantes tienen que enfrentar.
La atención mediática era menor y casi no se hablaba del tema.
La ilusión de una mejor vida y más oportunidades que en Guatemala no ha cambiado.
Después de 44 años, reconozco que la migración es motivada por las mismas circunstancias: los desastres naturales, la violencia y la corrupción. Además, la falta de trabajo y de servicios continúan forzando a miles a migrar.
Estados Unidos necesita de la mano de obra y la economía guatemalteca depende de las remesas de los migrantes.
Las autoridades de ambos países siguen sin establecer una política seria que ayude a los guatemaltecos sin documentos a resolver la situación.
Esto ha provocado que en estos últimos años se haya incrementado la cifra de menores no acompañados por sus padres, y que más personas pongan en riesgo su vida para llegar a la frontera estadounidense.
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10 años en las sombras
Mi situación en 1977 no fue fácil, ni distinta a miles de migrantes que llegamos sin documentos.
Durante diez años viví en la oscuridad, porque no contaba con documentos.
Durante ese tiempo me casé y a pesar de haber tenido hijos nacidos en Estados Unidos, no fue sino hasta 1987 cuando pude legalizar mi situación.
Estos años viví lo que miles de migrantes sin documentos padecen: salarios menores de lo que establece la ley laboral, discriminación e irrespeto a sus derechos.
Hasta que el 6 de noviembre de 1986 el entonces presidente Ronald Reagan firmó el Acta de Reforma y Control de Inmigración (IRCA, por sus siglas en inglés), que ofrecía un camino a la legalización a todos los indocumentados que hubieran entrado al país antes del 1 de enero de 1982 y permanecido en él.
Fue así como pude solventar mi situación, pero este beneficio no fue aprovechado ni incluía a todos; muchos guatemaltecos quedaron fuera de esta ley.
Un pequeño número de connacionales también pudo obtener sus documentos años después, con la aprobación en el Congreso de la Ley de Ajuste Nicaragüense y de Alivio Centroamericano (Nacara, por sus siglas en inglés), que fue aprobada por el Congreso de Estados Unidos en 1997.
Yo soy parte de un grupo de guatemaltecos que pudo resolver su situación migratoria, pero esa no es la realidad de miles de connacionales que residen aquí y todavía no tienen documentos.
Durante estos 44 años he conocido a guatemaltecos que salieron del país y nunca pudieron volver. Jamás pudieron regresar para abrazar a sus padres, ver a sus hijos crecer o gozar de cosas sencillas como tomarse un vaso de atol en el parque de su pueblo con los amigos.
Algunos, ya abuelos, han visto cómo pasan los años sin poder regresar y la situación es cada vez más complicada.
Miles han sido deportados y algunos, aunque con un patrimonio significativo en este país, han tenido que dejar todo y empezar de nuevo en Guatemala. Otros miles han muerto en el intento de buscar un mejor futuro, como lo hicimos muchos antes que ellos.
Se estima que de los más de 11 millones de migrantes indocumentados en los Estados Unidos, unos tres millones son guatemaltecos y que el 70 por ciento de estos paisanos no cuenta con documentos.
El número de remesas continúa en aumento. Año tras año son más las remesas que recibe el país.
Las remesas son más que un número. Aunque cada año se rompe el récord de envío, nadie habla de los sacrificios que implica enviar cada dólar.
Y estos recursos hacen que la economía del país sea estable, pero los migrantes sin documentos siguen sin recibir ningún apoyo de las autoridades.
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En el corazón
La comunidad guatemalteca en Estados Unidos se caracteriza por no abandonar sus costumbres.
A través de las ligas de futbol, congregaciones religiosas, restaurantes y panaderías, entre otras actividades, los guatemaltecos no olvidamos a Guatemala.
El guatemalteco salió de Guatemala, pero Guatemala no salió de su corazón; la llevan a todos los lugares.
En las ciudades donde reside la mayoría de guatemaltecos, como Los Ángeles, California; Miami, Florida;, Maryland, Nueva York, Chicago, Illinois, o Houston, Texas, es común encontrar lugares y vecindarios guatemaltecos en los que se mantienen vivas las tradiciones y la conexión directa con las comunidades de origen.
A través de los años, los guatemaltecos que buscan el sueño americano ha ido en aumento y migran desde los que cuentan con poca o ninguna escolaridad hasta con títulos universitarios, porque en el país que los vio nacer no encuentran trabajo.
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Ben Monterroso es un líder de la comunidad guatemalteca en Estados Unidos