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“Fue angustiante”: el dramático relato de una guatemalteca que quedó lejos de casa luego del anuncio del cierre de fronteras por el coronavirus

“Los vuelos de rescate se llenaban rápido y con un niño de 3 años, cuesta más”, comenta guatemalteca, quien se quedó varada en el país un tiempo, por la cuarentena.

Elisa Escamilla y su hijo, Antony, estuvieron varados en Guatemala varios días; regresaron a EE. UU., donde la familia se reunió de nuevo y permanece unida. (Foto Prensa Libre: Cortesía)

Elisa Escamilla y su hijo, Antony, estuvieron varados en Guatemala varios días; regresaron a EE. UU., donde la familia se reunió de nuevo y permanece unida. (Foto Prensa Libre: Cortesía)

Elisa Escamilla es una emprendedora guatemalteca residente en Estados Unidos. Viaja tres o cuatro veces al año para atender un negocio que tiene en la ciudad de Guatemala.

Con ese fin llegó al país el 9 de marzo, junto con su hijo Antony, de 3 años, sin imaginar que cinco días después se cerrarían las fronteras por la emergencia del covid-19.

“Recuerdo estar haciendo inventario cuando escuchamos en cadena nacional que el presidente Alejandro Giammattei anunciaba el cierre total de fronteras del país. Fue impactante, nunca antes me había encontrado en una situación en la que no pudiera viajar o moverme del lugar”, relata.

Desde aquel momento la prioridad para Elisa fue tratar de volver a EE. UU. para reunirse con su esposo, pero a la vez le invadía el temor de llevar a su hijo a un aeropuerto.
“Fue angustiante para ambos el paso de los días. Yo no podía dormir, me despertaba constantemente, los pensamientos como ‘estamos separados’ me invadían”, expresa.

Las videollamadas suplieron unos días la necesidad de comunicación, pero no era suficiente. “Él me decía que quería que nosotros regresáramos de alguna forma. Era una situación frustrante para ambos. En ese momento debíamos pensar en nuestro pequeño de 3 años y su salud”, prosigue.

Había vuelos de rescate ofrecidos por la embajada de Estados Unidos en Guatemala, pero la demanda de boletos era muy alta y se agotaban rápidamente. “Desde el principio me puse en contacto con la embajada y llené muchas formas y solicitudes que pedían. Los espacios en los vuelos ‘humanitarios’ eran limitados; no se podía viajar con más de una maleta, daban preferencia a personas con problemas de salud o solas. El precio del pagaré por firmar era incierto, pues no daban el precio del boleto hasta constatar cuántas personas irían en el vuelo”, cuenta.

Angustia

Los primeros vuelos fueron operados por American Airlines. Luego se detuvieron y comenzaron otros de United. “Los lugares estaban agotados. Había un solo asiento en primera clase por US$1,450 y el vuelo era a Houston, Texas, y yo resido en Connecticut, a la par de Nueva York”, dice.

La seguridad de salud para Antony era imperativa. “Me sentía insegura, pues viajar con un niño de 3 años no es tarea sencilla en estas circunstancias. El miedo y la incertidumbre te paralizan”, acota.

De pronto le avisaron que los vuelos no continuarían. “Y que nos preparáramos para permanecer en Guatemala por un tiempo indefinido. Mi corazón se detuvo y el miedo de estar separados de mi familia y lejos de mi casa fue total. Me puse tan nerviosa que me dio una alergia cutánea”, refiere.

Pero como mujer de fe, Elisa redobló el fervor de sus oraciones. “Le pedí a Dios que abriera caminos, que me diera valor y ahuyentara el miedo”, recuerda.

“Tras una semana y media de insistir en la embajada supe de nuevos vuelos comerciales de United, solo a Houston. Me puse a investigar conexiones, reservaciones, y nos quedamos en un hotel, aunque siempre estaba el miedo de dormir en una habitación que no sabía si estaba desinfectada”, señala.

Por fin el sábado 18 de abril Elisa y su hijo se dirigieron al aeropuerto para partir a Houston.

“Fue muy triste ver todas esas tiendas llenas de vida y color del aeropuerto cerradas. Me invadía la incertidumbre de estar tantas horas en cola con mi hijo. Los agentes de United fueron muy amables e hicieron breve el proceso. Llevaba comida preparada para no tener que comprar nada: sopa, avena, galletas, agua, leche e incaparina”, menciona.

En cuarentena

No fue fácil para Elisa pasar la noche en un hotel a la espera de una conexión, pero la noche del 19 de abril la familia pudo reunirse. Les tocaba hacer una cuarentena obligatoria, para lo que estaban dispuestos.

Días más tarde hubo otro suceso alentador: una tía de Elisa vencía el coronavirus y egresaba del hospital donde estuvo internada.