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Lo dijeron la semana pasada cuando 22 pandilleros, 19 de ellos indocumentados, fueron imputados en Los Ángeles por varios crímenes, incluidos siete homicidios, tráfico de drogas y extorsión.
“Son jóvenes víctimas que seguramente dejaron sus países con la esperanza de que encontrarían en Estados Unidos seguridad y prosperidad” y “tuvieron la mala suerte de cruzarse en el camino con violentos pandilleros que se aprovecharon de su vulnerabilidad como inmigrantes”, dijo la fiscal de Los Ángeles, Jackie Lacey.
La Mara Salvatrucha se formó en Los Ángeles a mediados de la década de 1980 y ha estado activa desde entonces en 10 estados de Estados Unidos, y en países como El Salvador, Honduras y Guatemala, con un prontuario que estremece.
Tanto que cientos de miles de indocumentados que piden asilo en Estados Unidos llegan huyendo precisamente del infierno creado por esta y otras pandillas como Barrio 18.
Entonces, ¿cómo un joven termina uniéndose a la pandilla que lo hizo escapar de su país en principio?
La MS-13 usa muchas veces la fuerza para reclutar jóvenes, pero también ocurre que esos chicos “sienten que no tienen alternativa”, explicó Mark Edberg, profesor de la Universidad George Washington, que ha trabajado en un área con presencia de pandillas a las afueras de la capital estadounidense.
“No hay muchas opciones en el corto plazo, llegan a los 12, 14 o 15 años y comienzan a entender una estructura de poder que está conectada a las pandillas”.
Efecto Trump
El reclutamiento de jóvenes inmigrantes no es algo nuevo, pero Laura Eimiller, portavoz del FBI, dijo que “ha sido particularmente notorio recientemente con la MS-13”.
Según Edberg, se remonta al 2014, cuando comenzaron a llegar a la frontera más y más menores centroamericanos sin la compañía de un adulto, y a 2016 después de la elección del actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que ha hecho de la lucha contra la inmigración ilegal una bandera de su mandato.
“Caen en la clandestinidad” porque “tienen miedo” y quedan a merced de una “red informal de reclutamiento que afecta a los más vulnerables”.
Jesse de la Cruz, un expandillero que hoy trabaja como consultor legal, es escéptico sobre la teoría de los reclutamientos.
De la Cruz cree que el auge del que se habla está más relacionado con la “etiqueta” de pandillero que las fuerzas del orden ponen a cualquiera que llene el perfil: ser hispano, tener un tatuaje, vivir en una comunidad “infestada”.
“Si eres un muchacho que vienes de América Central o México, ¿con quién te vas a juntar? ¿Con blancos? No, va a estar con gente como él, que pueden ser o no pandilleros”, pero por asociación, añadió, la policía ya considerará al muchacho como un pandillero.
Thom Mrozek, portavoz de la fiscalía federal en Los Ángeles, indicó que los 19 indocumentados imputados ya tenían “lazos con la MS-13 en Centroamérica”, lo que encaja en la retórica de Trump de que las caravanas migrantes que viajan de Centroamérica están plagadas de miembros de pandilleros.
Rito de iniciación
En la imputación de la semana pasada se relatan asesinatos brutales, como el de un joven, de una pandilla rival, que fue desmembrado y su corazón extirpado por un mara.
Las autoridades señalaron que muchos de los asesinatos que investigan formaban parte de un “rito de iniciación” para entrar en la MS-13.
Edberg ha escuchado “cosas extremas, violentas”, que obligan a hacer a los reclutas.
Un muchacho que entrevistó en prisión le habló de un “bautizo”: “Tenía que demostrar que estaba dispuesto a recibir una bala”, indicó el profesor que no descarta que matar pueda ser una prueba.
De la Cruz duda de esa versión.
“Ninguna pandilla te obliga a matar para entrar”, subrayó el expandillero, que estudió trabajo social y un doctorado en educación al salir de prisión.
“Buscan a gente que quiera pertenecer a algo, a gente que como ellos han sido ignorados, dejados de lado”… como muchos de estos jóvenes inmigrantes.
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