La vida de este joven guatemalteco de 24 años originario de una remota aldea de Ipala, Chiquimula, terminó el pasado 26 de mayo. Ahora es parte de las estadísticas de fallecidos por la pandemia del covid-19, un mal que al parecer es más letal en los migrantes que para el resto de la población.
Desde comienzos de la pandemia, 263 guatemaltecos se han contagiado en el exterior, de ellos 109 fallecieron, 107 en EE. UU., uno en México y otro más en Ecuador.
Si se tomaran estos datos la tasa de letalidad sería de un espeluznante 40.6%; sin embargo, es muy probable que exista un subregistro de las infecciones, sobre todo en EE. UU., mientras que, en cuanto a las muertes, los datos con los que cuenta la Cancillería guatemalteca son más certeros.
Los mismos guatemaltecos que viven en ese país dan testimonio de que en las ciudades que son hostiles a los migrantes, al enfermarse estos prefieren quedarse en sus casas mientras tratan la manera de curarse, incluso, con remedios caseros.
¿Son más vulnerables?
El covid-19 es un virus relativamente nuevo, la comunidad médica coincide en que aún se estudia su comportamiento por qué afecta más a unos que otros. Aunque hay un consenso de que la población arriba de los 60 años está más en riesgo, alrededor del mundo se cuentan historias como la de Duglas, que falleció en plena juventud, como también de ancianos que han vencido la enfermedad.
En tal sentido no hay parámetros 100 por ciento definidos de qué persona es más vulnerable a morir de coronavirus.
Sin embargo, también hay consenso de que los pacientes que se complican deben requerir ayuda hospitalaria para minimizar la posibilidad de fallecer. Es aquí donde se puede explicar la letalidad del virus entre los migrantes.
Consultados algunos guatemaltecos que radican en EE. UU. coinciden en que los migrantes en condición irregular sienten temor de acudir a los servicios médicos por varios factores, como el que carecen de un seguro médico lo cual incrementaría los costos de atención enormemente. Pero el más importante es que quieren evitar ser sorprendidos y detenidos por ICE (Inmigración y Control de Aduanas, en inglés).
En los estados que son amigables con los migrantes, como Nueva York o California, al menos pueden contar con el acompañamiento de alguna autoridad, además que suelen haber campañas en español donde se les motiva a dirigirse a los servicios de salud en caso estén contagiados, dice Guillermo Castillo, guatemalteco que viven Columbus, Ohio.
Pero el peligro de morir, subraya, es mayor en aquellos estados “racistas”.
“Ahí no existe nada de eso, no hay ni campañas en español ni articulación con el gobernador ni acceso a servicios de salud ni mucho menos a pruebas”, señala Castillo.
Enfatiza que el migrante al verse enfermo trata de “ver qué hace” por miedo a ICE y al idioma, antes que dirigirse a un hospital, y cuando ya ve en riesgo su vida y se decide a hacerlo, muchas veces ya es demasiado tarde.
“Yo conozco a una familia de salvadoreños que aguantó a su enfermo lo más que pudo, como los demás habían sobrevivido, pensaron que él sería igual, pero cuando fueron al hospital al siguiente día murió”, confirmó Omar Jiménez, un guatemalteco que vive en Florida, un estado que se ha tornado hostil a los migrantes en los últimos años.
“Sin papeles, aquí en muchas ciudades somos vistos como la última persona que merece atención”, entonces no es de extrañar que la gente no se atreva a pedir auxilio rápido, aunque se los sugiramos”, añade.
“Los migrantes están en primera línea, estamos expuestos porque somos trabajadores esenciales. Estamos en rastros, procesadoras de alimentos, somos constructores, choferes, y la mayoría no cuenta con seguro médico ni tiene posibilidad de chequeos médicos”, aseveró Walter Batres, de la Red Mirante Guatemalteca en Los Ángeles.
Para Batres, lo que agrava la situación de los migrantes es la eterna preocupación de qué va a pasar con su familia en Guatemala si se enferma, lo cual genera un gran desgaste emocional.
“Hemos visto a jóvenes sobrevivir de coronavirus, pero así apenitas y otros de 24 años que han muerto, y son cosas que uno no entiende”, subrayó.
Los migrantes coinciden en que también son más propensos a contagiarse por varios factores, entre ellos, el que muchos suelen vivir hasta en grupos de cinco en pequeños departamentos, a que la mayoría usa el transporte público y a que se desempeñan en labores como limpieza y construcción donde no necesariamente ponen en práctica las medidas de higiene y distanciamiento social que se requiere para no contagiarse.
No creen en tregua
El analista en temas migratorios Pedro Pablo Solares comentó que existen esfuerzos comunitarios en EE. UU., incluso en los estados que no son amigables con los migrantes, para que estos puedan pedir auxilio hospitalario si llegan a enfermarse de covid-19, puesto que hay conciencia de que si no lo hacen pueden afectar al resto de la comunidad.
Sin embargo, reconoce que, de que existan los esfuerzos por llegar a estas treguar a que los migrantes confíen en ellas hay una gran diferencia.
“Incluso en los estados más adversos están tratando de instalar una especie de amnistía como una política pública decidida, pero de eso a que lo hagan, y a que lo reconozcan, entiendan y acepten los migrantes hay una brecha”, detalló.
Del oriente del país
La historia de Duglas Omar de Jesús Cerón Solorzano, en EE. UU., comenzó en enero del año pasado cuando decidió migrar a ese país abrumado por la situación económica de su familia que vive en la aldea Jicamapa, Ipala, Chiquimula.
Familiares informaron que Duglas se enfermó de covid-19 desde el pasado 11 de mayo y que fue internado hasta el siete días después cuando sus compañeros de apartamento llamaron a los paramédicos cuando notaron que su salud empeoraba.
El 23 de mayo fue llevado al hospital de la universidad de Maryland, pero en el trayecto sufrió un paro cardiaco. Al llegar al hospital presentó muerte cerebral y finalmente falleció el 26 de mayo después de que médicos intentaron obtener autorización de la familia para desconectarlo, pero no lo lograron.
Los familiares en Ipala no se explican por qué murió, puesto que suponen que por su juventud podía recuperarse.
Rafael Cerón, uno de sus primos, explicó que desde que llegó a EE. UU. Duglas se dedicó a trabajar en la perforación de tuberías municipales para una compañía privada. Tuvo que seguir laborando porque necesitaba el dinero.
Añadió que actualmente tratan de recolectar recursos a través de una página en internet para repatriar sus cenizas puesto que su familia en Ipala, madre, padre y cuatro hermanos, son de escasos recursos.
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