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“En el puente casi aplastan a mi bebé y por eso cada vez tenemos más coraje y más fuerzas para llegar hasta Estados Unidos”, añade el hondureño que trabajaba como taxista.
El grupo, que marcha escoltado por policías locales y es vigilado desde un helicóptero, se dirige ahora hacia Tapachula, a unos 40 kilómetros de Ciudad Hidalgo adonde esperan llegar en unas seis horas.
Algunos participantes de la marcha comentaron a la AFP que un grupo de policías antimotines mexicanos los estaría esperando más adelante en el trayecto, aunque no fue posible confirmar de momento esta versión.
El sol empieza a aminorar el paso ligero con el que iniciaron la marcha. Algunos piden aventón, otros se sientan para recobrar el aliento usando toallas y mantas para hacerse sombra.
La inmensa mayoría no lleva agua ni alimentos y dependen de las bolsas con líquidos, pan y artículos básicos como pañales que les entregan algunos lugareños.
Los migrantes celebran jubilosos su generosidad gritando “¡México, México!” o también “¡Honduras!”, mientras los vecinos responden con aplausos y gritos.
“Boté toda la ropa, ya no aguantaba el peso. Ya no llevamos nada”, dice Jessica Flores, 35 años, quien vendía cosméticos en Honduras y que venció su terror a cruzar el río sin saber nadar junto a su hijo.
Éxodo
“Esto no es una migración normal, es un éxodo (…) Es gente que no está dispuesta a volver a su país”, afirmó Rodrigo Abeja, de la organización Pueblos Sin Frontera.
La columna humana sobre la carretera es inabarcable a la vista, según periodistas de la AFP en el lugar.
“Esta maleta va llena de sueños: el sueño de que mis hijos no crezcan con drogas, de que vivan hasta ver a sus hijos tener hijos”, dice Edwin Enamorado, originario de La Ceiba, donde la agricultura no le daba para pagar las extorsiones de las maras.
No todos, sin embargo, estaban dispuestos a emprender el titánico trayecto. De hecho, algunos migrantes decidieron cruzar el río de regreso a Guatemala, constató la AFP.
Según el gobierno mexicano, del grupo original unos 1.500 ya optaron por desertar y regresar a Honduras.
En el puente
Según conteos de la AFP, unos 1.500 permanecían aún varados en el puente internacional esperando ingresar a México, aunque el acceso era a cuentagotas y dando prioridad a mujeres y niños.
En la mañana del domingo el grupo parece haberse reducido más. Un centenar entona cánticos cristianos para levantar el ánimo.
“Aquí voy a seguir esperando, no hay futuro para nosotros en Honduras”, dijo a la AFP Selvis Rivas, de 41 años quien espera conseguir asilo con su hijo de 16.
Soldados mexicanos pasan por las rejas agua y panes traídos por vecinos de la ciudad guatemalteca de Tecún Umán.
Cinco mujeres, ubicadas primeras en la fila para pasar al lado mexicano, responden “¡No!” a coro cuando se les pregunta si quieren regresar a Honduras.
A lo largo del puente, otros migrantes duermen a la intemperie y otros se resguardan con plásticos. Las vallas metálicas se usan para secar ropa.
Gobernación de México informó el sábado que ya recibió 640 solicitudes de refugio en el paso fronterizo.
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