La primera muerte ocurrió en mayo del año pasado, aunque la noticia se dio a conocer hasta agosto.
La víctima Mariee Juárez, una nena de 1 año y medio, la más pequeña de los seis. Migró junto con su madre, Jazmin Juárez, en marzo del año pasado y al ser detenidas fueron llevadas a un centro en Texas.
Luego fue trasladada a un albergue en el mismo estado bajo la responsabilidad del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, en inglés), gozaba de buena salud y contrajo una enfermedad mientras estuvo allí.
Arnold & Porter, la firma de abogados que representa a la madre y que demandó al Gobierno por ese caso, denunció que la niña fue “terriblemente maltratada durante casi un mes” y que no recibió los medicamentos adecuados.
Los abogados de Juárez informaron que después de que fueron dejadas en libertad, la niña fue hospitalizada por insuficiencia respiratoria durante seis semanas y murió en el Hospital de Niños de Filadelfia el 10 de mayo.
Trágico diciembre
Diciembre será recordado con tristeza por la familia de dos niños migrantes que viajaron a EE. UU. con sus padres, fueron detenidos, se enfermaron y murieron.
El 8 de ese mes la sociedad estadounidense se conmovió al conocer la muerte de la niña Jakelin Caal, una pequeña de 7 años que migró con su padre desde San Antonio Secortez, Raxruhá, Alta Verapaz. Los informes refieren que Jakelin murió de un choque séptico debido al hambre y deshidratación que había padecido.
La pequeña y su padre fueron detenidos junto con un grupo de 163 migrantes el 6 de diciembre luego de ingresar a EE. UU. por una zona desértica de Nogales, Arizona; sin embargo, después comenzó a sufrir fiebre, vómitos y convulsiones, por lo que fue atendida por paramédicos de la CBP y luego llevada al centro médico donde murió.
Jakelin Caal se convirtió en el rostro de la migración infantil y su muerte generó una ola de protestas de grupos humanitarios que exigían no solo justicia, sino también un cambio en los protocolos de atención. Según los resultados de la autopsia, la niña murió a causa de una infección bacteriana generalizada.
Días después del deceso de la pequeña altaverapacense, los guatemaltecos se enteraban de la muerte de Felipe Gómez, 8, quien murió en las mismas circunstancias que Jakelin en los primeros minutos de la madrugada del día de Navidad.
Felipe era oriundo de Yalambojoch, Nentón, Huehuentenango, una aldea ubicada a más de 360 kilómetros de la capital y a la cual, para llegar se tiene que viajar por más de ocho horas. El plan de su padre, Agustín Gómez, era llegar hasta la ciudad de Johnson City, Tennessee. Ingresaron por El Paso, Texas.
Según la información oficial, el deceso de Felipe ocurrió después de que el menor fue recluido dos veces en un centro hospitalario de Almogordo, Nuevo México, ya que había presentado signos de estar enfermo.
Leonel Dubón, director Refugio de la Niñez
Los médicos, en principio, le diagnosticaron resfriado y fiebre. Le proporcionaron medicamentos y le dieron de alta el 24 de diciembre por la tarde con recetas de amoxicilina e ibuprofeno. Sin embargo, regresó horas más tarde y después de ser internado murió pasada la medianoche.
Hasta el momento autoridades estadounidenses no han revelado la causa de su muerte.
Drama en el oriente del país
La migración de menores de edad se ha extendido ampliamente en los últimos años a áreas del oriente guatemalteco, región que ha sido afectada por prologadas sequías que han dañado la capacidad de producción de los suelos.
De una de esas aldeas partió Juan de León Gutiérrez, un adolescente de 16 años que se aventuró a hacer el viaje solo. Su fin era reunirse con su hermano mayor que se encuentra en EE. UU., pero murió el pasado 30 de abril producto de una infección en la cabeza.
menores migrantes guatemaltecos han muerto en EE. UU. desde mayo del año pasado luego de ser detenidos por la Patrulla Fronteriza
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El menor viajó de la aldea Tizamarté, Camotán, uno de los municipios más pobres de Chiquimula. Es parte de una familia de seis hermanos.
Juanito, como era conocido en la aldea de donde era originario, logró llegar a EE. UU. el 19 de abril, un Viernes Santo, pero un día después se enfermó y fue hospitalizado. Horas después fue dado de alta, pero su salud no mejoraba por lo que fue enviado de nuevo a un hospital, donde falleció el 30 de abril mientras aún estaba en custodia de las autoridades estadounidenses.
La familia narró que atraviesan una difícil situación económica debido a la pérdida de cosechas, sumado a que el padre adquirió un préstamo para sembrar este año. Esa situación fue una de las razones por las cuales Juanito se animó a buscar un mejor futuro.
Los otros tres casos
La semana pasada, a la trágica lista de niños migrantes fallecidos se sumaron dos. El 16 de mayo último un pequeño de 2 años y medio que había cruzado con su madre la frontera México-EE. UU. a principios de abril murió, aparentemente por una neumonía en un hospital de Texas.
Familias han migrado desde Guatemala en los tres años y medio del actual gobierno.
La identidad del niño no fue revelada, solo se conoce que residía en un sector de la capital guatemalteca. El cónsul de Guatemala en Del Río, Texas, Tekandi Paniagua, quien lleva el caso, publicó en su cuenta de Twitter que la familia y abogados que la asesoran tomaron la decisión de no proporcionar ni el nombre ni fotografías del niño y que tampoco darán declaraciones al respecto de su muerte.
Información oficial da cuenta de que el 6 de abril fue llevado en ambulancia a un centro médico de El Paso, con síntomas de estar enfermo y posteriormente fue ingresado en el Hospital de Niños Providencia de esa ciudad, donde murió, por motivos que aún no se han confirmado.
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Un día después de la quinta muerte se conoció de otro fallecimiento, en este caso el de una menor de 10 años, que a diferencia de los casos anteriores murió en México. La niña falleció en un hospital de la capital mexicana, a donde había sido trasladada por problemas en la garganta.
El Instituto Nacional de Migración de México (INM) informó que la menor fue detenida junto a su mamá en Chihuahua y las dos fueron llevadas en autobús desde ese estado a la Ciudad de México, e ingresaron a la estación migratoria de Iztapalapa el 14 de mayo.
Autoridades aseguraron que madre e hija fueron atendidas por el médico de guardia de la estación y que la menor estuvo en revisión constante desde ese momento hasta que fue llevada al hospital donde falleció.
La Cancillería guatemalteca tampoco dio a conocer la identidad de la niña, solo que residía en la capital y que la causa de la muerte fue un “trauma cerrado de abdomen”, aunque se negó a dar mayores detalles porque es “información sensible”.
Por último, este 20 de mayo, la Patrulla Fronteriza dio a conocer que un adolescente guatemalteco de 16 años fue hallado sin vida cuando hacían una revisión de rutina en horas de la mañana. La causa de su deceso no ha sido confirmada.
Vergüenza nacional
Analistas consultados señalan que las muertes de los menores migrantes deben constituirse en una vergüenza para el Estado guatemalteco porque reflejan que los infantes huyen de un país que no protege a la niñez.
“Las muertes representan el fracaso total del sistema de gobierno y de protección a la niñez, Guatemala lo que tiene es una desprotección a la niñez, no está en la agenda de ninguno de los poderes del Estado”, afirmó Leonel Dubón, director de la organización Refugio de la Niñez.
Dubón agregó que el Ejecutivo, por ejemplo, no invierte en ese sector de la población, el Congreso se niega a probar la iniciativa de ley 5285 que crearía el sistema integral de protección a la niñez y, para colmo de males, en cuanto al Organismo Judicial los delitos contra la niñez llegan al 98% de impunidad.
“Eso quiere decir que la niñez en Guatemala está en un total estado de indefensión, están huyendo del país porque no tienen oportunidades de vida. Parecería que Guatemala quiere deshacerse de sus niños en lugar de protegerlos”, expuso Dubón.
Tratos inhumanos
Pero las muertes de los pequeños como nunca antes se había visto (seis muertos en un año) también despierta las sospechas de los protocolos de atención que ponen en práctica las autoridades estadounidenses al detener a un menor.
El abogado Pedro Pablo Solares, analista en temas de migración, recordó que durante años la Patrulla Fronteriza ha sido objeto de denuncias por “tratos inhumanos” y que ahora en tiempos del presidente Donald Trump estos podrían haber empeorado.
“Su discurso irresponsable —de Trump— provoca que todas las personas que trabajan dentro el sistema tenga menos cuidado de las persona que tienen a su cargo y en el caso de infantes y menores los hace más vulnerables”, criticó Solares.
Fernando García, director de la Red Humanitaria Fronteriza de Texas, considera, incluso, que las muertes responden a acciones sistemáticas de los funcionarios de las agencias estadounidenses que han empeorado los protocolos intencionalmente, empujados por la retórica antimigrante de Trump.
Tibia respuesta
Los analistas también cuestionan que el Gobierno de Guatemala no respondió con firmeza cuando ocurrieron las muertes de los menores. De hecho, cada vez que falleció uno de ellos la Cancillería no lo dio a conocer hasta que la noticia se difundió en medios extranjeros.
Solares señaló que la muerte de los niños no es solo un asunto de las familias, sino de interés nacional y concierte a todos los guatemaltecos, por lo cual la Cancillería tiene la obligación de dar a conocer qué les sucede a los connacionales en el exterior.
“En varios casos la Cancillería ha dado muestras de que justifica el actuar de las autoridades migratorias de Estados Unidos y hace sospechar que la postura del Gobierno de Guatemala continúa siendo encubrir las acciones del Gobierno de Estados Unidos y de la Patrulla Fronteriza que reciben criticas mundiales por la violación de derechos humanos”, subrayó Solares.
Y la Cancillería da lugar a cuestionar la importancia que le da al tema. Por ejemplo, hasta el viernes aseguraba que eran cinco los menores fallecidos y no seis, puesto que había obviado a la niña Mariee Juárez que murió en mayo del año pasado.
Además, no respondió al requerimiento de una postura oficial por la muerte de los menores ni tampoco si consideraba que la divulgación de los fallecimientos podría dañar la imagen del Gobierno.
La oficina de Comunicación se limitó a responder que no se puede hacer público ningún caso cuando “está en proceso” y que constantemente se ha informado de los peligros que representa viajar a EE. UU. con niños y de los engaños de los coyotes que dicen a las familias que con un menor podrán obtener un alivio migratorio.
“El país debiera de tener una posición diplomática a favor de sus connacionales y por tanto solicitar a EE. UU. un mejor trato hacia los guatemaltecos que son aprehendidos en su territorio, no solo una investigación”, agregó Solares.
Por su parte, Dubón manifestó que el Gobierno de Guatemala no ha fijado una postura seria sobre la muerte de los menores y ha dejado “que los casos se queden en el olvido” y se limita a costear la repatriación de los cadáveres y “no ha exigido que se respeten los derechos de niños y niñas en México ni Estados Unidos”.
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