La visita de Harris, subraya Chacón, levantó muchas expectativas. Pero tres meses después, lamenta que no se han puesto los cimientos del plan, lo que deriva en que las poblaciones sigan migrando a EE. UU.
¿Cómo ve el avance de la implementación del plan de EE. UU. para atacar las causas de la migración?
Hemos constatado, por un lado, que los flujos siguen porque las persona siguen en desesperanza total de que las cosas mejoren. Por otro lado, confirmamos que la respuesta que ha dado EE. UU. y México a estos flujos han sido consistentes con una lógica de verlos como una amenaza y por eso se les trata como tal. Finalmente se comparte la preocupación de que no se ha hecho nada en cuanto a abordar y resolver al menos en forma inicial los factores económicos, sociales, de violencia y gobernanza democrática que hace que la gente concluya que migrar es la mejor apuesta.
¿Qué respuesta esperaban ustedes de EE. UU. tres meses después de la visita de Harris?
Nos hubiera gustado ver a un EE. UU. mucho más vigoroso en cuando a cómo poner sanciones a personas que son beneficiarios, promotores e impulsadores de la corrupción.
Por ejemplo, la vicepresidenta Harris celebró la designación de un fiscal especial para investigar la corrupción en Guatemala que días después fue despedido y no hubo ninguna repercusión clara para el Gobierno de Guatemala, entonces EE. UU. se ve como un tigre de papel el cual no debe preocupar porque no importa cuanto diga que va a rugir no mueve ni un dedo.
¿Cree que la situación en Afganistán esté robando la atención al problema?
Independientemente del desenlace que pueda tener el conflicto en Afganistán, EE. UU. es un mega país con un aparato estatal enorme y no debería ser que una crisis, como la de Afganistán, descarrile el esfuerzo de enfocarse en los factores causantes de la migración. Pero no es solo Afganistán, más bien creo que hay hasta una negligencia de no dedicar los recursos para poder avanzar en estos temas. EE. UU. tiene una Secretaría de Estado, una subsecretaría para América Latina y una oficina para el Triángulo Norte de Centroamérica que se ha visto debilitada porque a quien habían nombrado, al señor Ricardo Zúñiga, lo movieron y no ha llegado su reemplazo.
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¿Ve lejano que este plan se pueda implementar?
Hay atrasos preocupantes, pero no es tarde. Hay tiempo para recapacitar. Abandonar esta empresa sería absolutamente un gravísimo error, EE. UU. necesita fortalecer su presencia en Centroamérica y su rol como el poder extranjero más influyente y la estrategia que presentaron de combatir las raíces de la migración, aunque es insuficiente, es un buen punto de partida.
¿Qué piensa de las deportaciones exprés que EE. UU. puso en práctica y en donde aún están mandando a migrantes deportados a El Ceibo, Petén?
Para mí son un muy triste reflejo de cuán popular se ha vuelto la idea de que los migrantes centroamericanos y mexicanos son, prácticamente personas desechables, personas sin valor, una carga pública, robadores de empleo y que por eso son tratadas de esa forma tan inhumana. Es decepcionante porque estas deportaciones aceleradas conllevan a que mueves gente de una condición precaria a condiciones mucho peores. ¿Uno se pregunta si esto lo hacen para meterle más miedo a la gente?
Es una manera de ocupar —utilizar— las penurias de las personas como un factor disuasivo para que más gente se vaya, es como decirles ‘si usted se atreve a irse sin papeles lo que le espera es el trato que le estamos dando a estos migrantes’, lo cual es salvaje. Nos decepciona que EE. UU. siga tratando a esta gente como que fueran criminales cuando en realidad, a la luz de cuánto han contribuido, deberían de recibirlos con regalos.
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¿Qué le espera a los migrantes tomando en cuenta que en 2022 hay elecciones de medio término?
Hay varios escenarios. Uno, de que por esta falta de valor por parte de legisladores y de la Casa Blanca, la gente —hispanos ya nacionalizados estadounidenses— se decepcione y no salga a votar y terminemos con un Congreso republicano, aunque la Casa Blanca siga siendo demócrata. Esto preocupa porque seguirán ocupando más el tema de que los migrantes son una amenaza, que, de hecho, ya lo están utilizando, pero habría una campaña de odio y miedo en la cual se utilizaría la figura del extranjero como un demonio.
Esto abre dos posibilidades, o vamos a tener una Casa Blanca más atrevida a sabiendas de que el Congreso no va a resolver nada y pudiera usar sus facultades para otorgar protección migratoria temporal para guatemaltecos, salvadoreños, hondureños y nicaragüenses, o bien sea otro escenario puede ser donde los demócratas pierden el control y se vuelven más miedosos por temor a perder la Casa Blanca y el panorama se complicaría aún más.
¿Por qué?
Por que no hay duda de que los republicanos es el partido de Trump y están muy influidos por una agenda de odio donde el tema emocional e ideológico de ver renacer a un EE. UU. blanco juega un papel predominante ya que la tendencia demográfica dice que EE. UU. va a ser un país multirracial.
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¿Cree que el trato que se le está dando ahora a los migrantes responde a cuestiones políticas para tratar de evitar una crisis en la frontera sur afecte la imagen de los demócratas?
Las fuerzas políticas que han promovido el odio contra los extranjeros a lo largo de cuatro décadas le han apostado a que, mientras nadie desafíe la narrativa de que los extranjeros de hoy son algo indeseable y un peligro para el país, van a seguir ocupando la llegada de personas a la frontera sur para decir ‘vieron, se los dijimos, esta gente son violadores natos de la ley’, pero esa narrativa puede ser desafiada con evidencia real.
¿Cuál es la evidencia y quién debe desafiar esa narrativa?
Biden, desde el primer día en la Casa Blanca, hubiera dicho que EE. UU. tiene una deuda enorme con Centroamérica y México porque gracias a ellos muchas industrias han florecido y logramos mantener en pie muchos servicios vitales en el marco de la pandemia. Gracias a ellos nuestra tasa de decrecimiento demográfico no es tan grave y por eso les vamos a dar un trato justo y compensatorio. Ese tipo de discurso desarma a quienes le apuestan a la trampa de seguir pensando en que estas personas son una amenaza. Pero desdichadamente hasta ahora el Partido Demócrata no ha planteado un contrataque.
¿Por qué cree que no lo ha hecho?
La administración Biden-Harris se ha convertido en un rehén de la narrativa tóxica y mentirosa que se ha venido imponiendo desde hace 40 años. No tendría que ser un problema ni una crisis el que haya miles de personas tratando de ingresar a EE. UU. y encontrar apoyo y refugio.
¿Hablando de una posible reforma migratoria, cree que tenga futuro?
A veces tenemos que llegar a puntos de crisis para que se recapacite. En este momento está pasando algo confuso. De los millones de desempleados por la pandemia en EE. UU., más de siete millones decidieron que ya no querían regresar a trabajar. Entonces vemos muchos migrantes trabajando hoy más que nunca, hay un excedente de la oferta de empleo y en ese sentido, muchos empresarios que se han mantenido callados pudieran presionar para que haya un escenario de mayor ingreso de personas a EE. UU., por un lado, y por otro dar seguridad jurídica a las que ya pudieran vivir en EE. UU. Se pueden crear programas especiales de visas para que hayan más caminos a la migración autorizada.