Si bien es cierto las medidas restrictivas en México y Guatemala que se han implementado este año, y con más fuerza desde principios de junio, han causado una disminución en las cifras de detenciones, de alguna manera miles de migrantes se las han ingeniado para llegar cerca de EE. UU.
De esa cuenta, según cifras oficiales de la oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP en inglés), en junio pasado, 18 mil 23 unidades familiares guatemaltecas se entregaron a las autoridades estadounidenses, un 47 por ciento menos que mayo pasado; además, dos mil 530 menores no acompañados fueron interceptados, un 46% menos que el mes anterior.
Cada unidad familiar está integrada por un padre o madre, o ambos, y uno o más hijos. Es decir, cómo mínimo cada una de estas 18 mil 23 hay que multiplicarla por dos.
El actual año fiscal ha sido el más abrumador en cuanto a la migración irregular en la historia reciente, y desde el 1 de octubre del 2018 hasta junio pasado, la CBP había detenido a 167 mil 104 familias guatemaltecas y a 27 mil 168 menores no acompañados también de esta nacionalidad.
Por no haber finalizado julio aún, la CBP no publica las estadísticas de este mes; sin embargo, voces consultadas refieren que, en efecto, se ha registrado una disminución, y las autoridades de El Paso, Texas, por ejemplo, han pasado de detener mil migrantes diarios a hacerlo con grupos de 200 o 300 al día, aunque grupos humanitarios afirman que durante el verano suelen bajar las cifras.
Con información recibida de los consulados fronterizos, la oficina de Comunicación de la Cancillería indicó que el flujo de migrantes irregulares durante julio “ha venido en descenso debido a la coyuntura actual migratoria”.
En Arizona, el flujo también ha bajado
Jesús Vasavilbaso, oficial fronterizo de la Sección de Tucson, encargada de vigilar 421 kilómetros de la frontera con México, informó que el cruce irregular ha bajado un 20% en comparación con las mismas fechas del 2018, y un 19.8%, al comparar junio con mayo de este año.
Esta disminución, añadió el oficial de la CBP, se atribuye a las acciones policiales que ha emprendido el Gobierno de México.
“La cantidad de grupos numerosos ha disminuido, permitiendo que los agentes de la Patrulla Fronteriza regresen a la misión de proteger la frontera”, destacó Vasavilbaso.
Fenómeno cíclico
La académica Úrsula Roldán, directora de Proyección y Dinámicas Globales de la Universidad Rafael Landívar, coincide en que la disminución de los cruces irregulares en la frontera México-EE. UU. se debe a la coyuntura actual, por lo cual en un mediano plazo las cifras podrían aumentar, aunque tendrá que ver con la sostenibilidad de las medidas restrictivas que ha impulsado EE. UU.
Roldán explicó que los migrantes se informan de lo que ocurre alrededor de la migración por medio de las redes de tráfico de personas, quienes a su vez esperan los momentos idóneos para volver a migrar.
Añadió que otras personas podría optar por buscar rutas no controladas y hacer la travesía en “zigzag” para no ser detectados por la Patrulla Fronteriza.
“Todos sabemos que son medidas electoreras; sin embargo, también sabemos que corremos el riesgo de que Trump pueda ser reelegido”, subrayó Roldán, para quien “la gente va a seguir moviéndose porque ya no tiene futuro en sus países”.
“Lo más sensato es que se aborde el tema de la situación migratoria de Centroamérica a fondo, sobre las condiciones políticas y sociales que hay, pero no estamos ante una racionalidad de la política, sino en una pura discusión de intereses políticos electorales y ese es el problema”, lamentó la experta.
Crisis en México
Y mientras el debate sobre la firma del acuerdo que firmó Guatemala continúa, en las ciudades mexicanas fronterizas con Estados Unidos se mantiene una crisis por la implementación de la política Quédate en México, la cual, en la práctica, es lo mismo que una tercera nación de protección para migrantes, lo que se convertirá el país para los migrantes hondureños y salvadoreños.
Ciudad Juárez -fronteriza con El Paso, Texas- es un claro ejemplo de esta situación.
Desde que se implementó Quédate en México, más de 10 mil solicitantes de refugio han sido devueltos a la ciudad mexicana para que esperen la gestión de su petición de asilo que en algún momento hicieron en EE. UU.
Marisa Limón Garza, subdirectora del Instituto Fronterizo Esperanza, calificó la situación por la que atraviesan los migrantes en Ciudad Juárez de “muy grave” y “una crisis” toda vez que los habitantes de esta ciudad mexicana tienen sus propios dramas y problemas y ahora, a esta sociedad, se le añaden grandes grupos muy vulnerables de migrantes que necesitan ayuda.
“Los albergues tienen capacidad para no más de tres mil personas, entonces siete mil no tienen dónde quedarse. Hay algunos grupos de hasta tres familias que se quedan en un pequeño departamento, y otros se quedan en las calles”, lamentó Limón Garza, para quien la situación empeora toda vez que se vive en constante incertidumbre porque la administración de Donald Trump constantemente cambia las reglas.
La activista precisó que Quédate en México ya se ha expandido a casi todas las ciudades fronterizas de EE. UU. y puso en duda la seguridad que los solicitantes de asilo puedan tener en el lado mexicano. Por ejemplo, en Ciudad Juárez se conoce que varios han sido víctimas de la delincuencia.
“Tenemos historias de gente que ha sido extorsionada, que las han querido violar y robarles, porque -los delincuentes- quieren el dinero de sus familiares -de los migrantes- y eso es muy malo, todo lo que está pasando en la frontera”, señaló Limón Garza.
En una reciente entrevista con la cadena alemana DW, la subdirectora del Instituto dijo, respecto a los solicitantes de asilo, que son devueltos: “La política de permanecer en México ha sido difícil. Están tratando a la gente que está migrando casi como basura, como personas que no valen nada, y para nosotros la dignidad humana es lo más importante”.
Muchos guatemaltecos
En la frontera Tijuana-San Ysidro también se cuentan historias de drama.
En esa ciudad del estado de Baja California hay muchos guatemaltecos que llevan meses de radicar ahí, algunos en espera de su cita en las cortes y otros porque simplemente no están preparados para ir ante las autoridades estadounidenses y presentar su caso.
La organización Red Migrante Guatemalteca hace visitas periódicas a los grupos de connacionales en Tijuana, a quienes les lleva ropa, alimentos y un pedazo de su país. En diciembre, por ejemplo, celebraron un convivio navideño al estilo guatemalteco.
Walter Batres, connacional que vive en Los Ángeles y quien preside el movimiento, expuso que un grupo de por lo menos 40 guatemaltecos está en Tijuana desde octubre del año pasado cuando arribaron con la primera caravana.
Después de vivir en albergues de la sociedad civil, contó Batres, lograron mudarse a una colonia a una hora de Tijuana donde hay varias casas abandonadas. Algunos han logrado conseguir un permiso de trabajo, otros que no cuentan con este documento se han tenido que conformar con trabajos informales en los que muchas veces no reciben el pago mínimo o no les pagan.
Otro caso involucra a dos hermanos de Raxruhá, Alta Verapaz, indígenas de 30 y 32 años, que están en Tijuana desde enero. Hallaron trabajo como guardianes de una bodega, el mayor tiene una hija a quien sueña con darle un futuro mejor. “Los dos son muy trabajadores, humildes y educados”, destaca Batres.
Denuncia
El activista guatemalteco dio a conocer que en la reciente visita que efectuaron a Tijuana se encontraron una familia de migrantes hondureños que habían ingresado a EE. UU. por McAllen, Texas, en el sureste del país, y que aseguró que las autoridades migratorias estadounidenses no les preguntaron nada, los subieron a un avión y los mandaron para San Diego, California, y luego, una noche, los enviaron en un bus a la fronteriza ciudad mexicana.
“Los mandaron sin entrevistas, ni chequeos médicos y un niño iba con una fractura en un brazo. La primera noche en Tijuana la familia durmió en una plaza hasta que dimos con ellos. No habían comido nada y estaban deshidratados, luego los llevamos a comer, les dimos ropa y los atendimos”, contó Batres.
Ahora, luego de la firma del acuerdo migratorio entre EE. UU. y Guatemala es incierto qué pasará en la frontera sur del país norteamericano. Analistas apuntan a que subirán los costos y riesgos para los migrantes y sus familias que no desistirán en llegar a aquella nación.
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