El Ministerio de Relaciones Exteriores (Minex) estima que en la actualidad viven unos 2.9 millones de connacionales distribuidos en los 50 estados de EE. UU., incluso en lugares remotos como Alaska y Hawái.
Entre los estados más poblados por connacionales están California, con 1.5 millones (el 51%, Georgia, Texas, Florida, Nueva York, Maryland y Carolina del Norte.
Una buena parte de estos guatemaltecos ha obtenido la ciudadanía estadounidense después de radicar allí casi toda su vida, y por lo tanto tienen derecho a votar. Datos del Centro de Investigaciones PEW, elaborados con información de la Oficina Nacional del Censo, daban cuenta hace un año que unos 400 mil migrantes ya eran ciudadanos de aquel país.
Prensa Libre conversó con varios de ellos, quienes, a pesar de ser ya estadounidenses, están preocupados por el resultado de la elección presidencial y cómo podría afectar a la comunidad migrante. La mayoría coincide en que, de repetir Trump, la situación para los migrantes empeoraría. Otros se muestran impasibles y también hay simpatizantes del mandatario.
Poco interés
En medio de las opiniones divergentes hay algo que destaca entre la comunidad guatemalteca radicada en ese país y es el poco interés en participar. Esta apatía se extiende hacia toda la comunidad hispana. De hecho, líderes migrantes indican que, de 32 millones de hispanos aptos para votar, unos 18 millones no están empadronados.
Entre los guatemaltecos la indiferencia es más acentuada, agregan los entrevistados, pues calculan que la cifra de empadronados apenas llega a un 5%.
Al tratar de explicar por qué el proceso electoral despierta tan poco entusiasmo entre hispanos, los migrantes consultados señalan que influye el hecho de que en sus países de origen la política es vista solo como un vehículo para el enriquecimiento de los funcionarios y que no soluciona los problemas de la población.
“Por nuestra herencia no nos enseñaron a ser proactivos en temas políticos. Si usted le pregunta a alguien si votará le responde ‘¡No, no, no! ¡Yo no participo en eso!’”, expuso Hugo Mérida, guatemalteco con medio siglo de radicar en EE. UU. y presidente de la Cámara de Comercio Hispana de Los Ángeles, California.
Mérida estima que un 60% de los connacionales que viven en EE. UU. tiene menos de 20 años de vivir en ese país, pero que un porcentaje importante obtuvo la ciudadanía. Estos, añade, “se quedan con lo básico, trabajan, se encierran en su casa a ver televisión y a comer. Luego de 40 años no tienen ninguna ambición”.
Los pocos guatemaltecos que sí se involucran en el proceso lo hacen promoviendo información sobre el respeto a los derechos humanos y la importancia de ejercer el voto.
Desconocimiento
Ben Monterroso es un líder guatemalteco que lleva más de 40 años de trabajar en favor de la comunidad migrante. Lamenta la indolencia existente y considera que se da por “la falta de información y entendimiento” de cómo el poder político puede incidir de manera positiva en la comunidad hispana.
“Venimos de países en donde lo único que sabemos es que la política no funciona, que es corrupta y no es la solución a los problemas”, señala Monterroso.
Al hablar de la importancia del involucramiento político, hace énfasis en que la comunidad migrante ha evolucionado y si antes se la consideraba solo como mano de obra, ahora también forma parte del conglomerado intelectual y empresarial de la nación. Sin embargo, en cuanto al acceso al poder político “aún estamos muy atrasados”, admite.
Y agrega: “La comunidad hispana seguirá creciendo y en 20 años seremos la minoría más grande y tenemos que estar preparados para eso”, por lo cual ignorar la política o pensar que esta “no tiene consecuencias en nuestras vidas ya no es posible”.
“Nos llaman trabajadores esenciales porque le damos de comer a este país, pero también somos invisibles y hasta desechables”, remarca Monterroso, al asegurar que la política puede ser un vehículo para hacer “justicia a nuestra gente”.
Temor
A la par del escaso entusiasmo subyace el temor de que la situación empeore, sobre todo para los millones que viven con un estatus irregular. Una buena parte lleva muchos años de vivir en EE. UU. y tienen familia, incluidos hijos estadounidenses, pero no han logrado regularizar su situación.
Estos guatemaltecos no tienen poder de incidir en la política estadounidense. Probablemente algunos participan en protestas o marchas que han tenido poco o ningún impacto.
“En Colorado hay un buen número de migrantes hispanos y estamos muy dolidos por la forma como el presidente Trump ha tratado a estas personas”, manifestó Saida Pérez, activista de la Alianza Migrante Guatemalteca en aquel estado y quien afirma que a través de los años ha votado algunas veces por el Partido Demócrata y otras por el Republicano.
A Pérez no le cuesta citar ejemplos cuando se le pregunta qué medidas ha adoptado la administración Trump en contra de los migrantes, y destaca la separación de familias, el encarcelamiento de menores de edad y la intención de suprimir el Daca (Programa Diferido para los Llegados en la Infancia, en inglés), que ha beneficiado a miles de jóvenes.
“Los latinos tenemos que abrir los ojos y pensar que nuestro voto debe ser para alguien que tenga en la mira apoyarnos, asegurar que todos los hispanos ejerzan el voto siendo el monstruo que somos a nivel nacional”, acotó la lideresa migrante.
A las políticas antimigratorias impulsadas por Trump, Monterroso añade otro problema: que la discriminación y el racismo se ha exacerbado durante el mandato del gobernante republicano, y los ciudadanos anglosajones les dicen que se vayan de regreso a su país solo por el color de su piel o el acento, cuando en muchos casos varias de estas personas han nacido en Estados Unidos.
“Los ataques raciales han aumentado un 60%. Un presidente como el que tenemos hoy invita a atacarnos”, cuestionó Monterroso.
“Mire ahora, quitó el TPS (Estatus de Protección Temporal, en inglés), solo ahí son 300 mil familias, un millón de impactados. Si sigue Trump, todo va a empeorar, los migrantes vamos a sufrir más. El que no quiera comprenderlo es como aquel que ve que llueve y se niega a salir con paraguas”, añadió.
Republicanos
Otros líderes guatemaltecos no creen que si los demócratas ganan las elecciones mejore el trato a los migrantes y recuerdan que el gobierno de Barack Obama —del Biden fue vicepresidente— fue el que más deportó, unos cinco millones.
Juan García, integrante del Comité de Migrantes en Acción con sede en Rhode Island, asegura que “hay un buen número de guatemaltecos” que respaldan la continuidad de Trump, pero que no lo hacen público ni participan en sondeos por temor a recibir ataques. Estos, afirma, son los que darán la victoria al republicano.
“Los demócratas nos hablan con un tono muy político, pero nunca nos dan nada”, hace ver García, con 43 años de vivir en EE. UU. El líder migrante destaca que el expresidente George Bush impulsó una ley que permitió a las parejas de ciudadanos estadounidenses quedarse en el país a través de un perdón, y que en el estado donde reside fue un gobernador republicano el que permitió a los migrantes en condición irregular tener derecho a licencia de conducir.
García insiste en que las razones que mueven a los hispanos a respaldar a Trump se relacionan con su oposición al aborto y a las familias constituidas por parejas homosexuales, así como el hecho que los demócratas “se han ido demasiado a la izquierda y quieren un país más liberal y anarquista”.
Asimismo, descarta que el gobierno de Trump sea racista, porque “el racismo es algo personal, no institucional”, Por ello García atribuye la simpatía hacia el mandatario estadounidense a la economía que se había recuperado hasta antes de la pandemia.
En este punto difieren los otros líderes migrantes que critican a Trump.
“Los migrantes, incluidos los republicanos, consideran que Trump manejó muy mal la emergencia sanitaria. Esta vino a evidenciar que el país es vulnerable, sobre todo cuando hay un presidente que no cree en la ciencia”, expresó Marlon González, director de la organización Misión Guatemala-USA.
Además, muestran preocupación por la política de confrontación con países como China, que podría derivar en un conflicto bélico con terribles consecuencias, advierte.
A criterio de González, el Partido Republicano cada vez pierde más apoyo entre sus simpatizantes hispanos, incluso entre aquellos que son radicales, puesto que Trump no ha cumplido con su oferta de construir un muro en la frontera con México, que sería financiado por este país.
La comunidad migrante también ve con malos ojos que haya forzado a países como Guatemala a aceptar refugiados de otros lugares bajo amenazas de tomar medidas económicas que afectarían a estas naciones empobrecidas.
“Esas estrategias sucias no se deberían utilizar en estos tiempos”, resume González.
“Muchos tenemos la esperanza de un cambio. Hay unos que les da lo mismo gane quien gane, y otros que se olvidan de dónde vinieron y quieren que todo siga así”, finalizó la connacional Saira Pérez.
Últimos años
La migración siempre ha sido tema de debate político en EE. UU. Donald Trump lo utilizó para ganar simpatizantes y así pudo vencer a Hillary Clinton en las elecciones del 2016.
La comunidad migrante recuerda con decepción varias de las políticas impulsadas por esta administración, entre ellas, la de tolerancia cero a la migración irregular, que separó a las familias que llegaban a la frontera sur a pedir asilo.
Cerca de tres mil menores fueron separados de sus padres, lo cual causó indignación mundial. El objetivo era persuadir a las familias a que no migraran hacia EE. UU.
Aunque no fue parte de una política como tal, también recuerdan a por lo menos siete menores —seis guatemaltecos— que murieron en custodia de las autoridades estadounidenses.
Como estos mensajes no disuadieron la migración irregular, EE. UU. optó por implementar la política Quédate en México, mediante la cual se regresaba a ese país a los solicitantes de asilo para que esperaran la resolución de su caso, que en la mayoría de las veces es una negación.
La administración Trump forzó a Guatemala a firmar el Acuerdo de Cooperación de Asilo (ACA) para que recibiera a refugiados de Honduras y El Salvador, y a la vez formalizó con estos planes para que hicieran lo propio con otras nacionalidades.
Finalmente, la pandemia fue la justificación puntual para sellar definitivamente la frontera. Al argumentar cuestiones de seguridad sanitaria, el Gobierno implementó el Título 42, normativa que expulsa de manera inmediata a cualquier extranjero que toque suelo estadounidense.
La medida se mantiene vigente y tanto organizaciones de derechos humanos como autoridades guatemaltecas sostienen que esta podría reflejarse en un aumento de muertes, puesto que los migrantes tratarán de internarse en EE. UU. por áreas más inhóspitas.