Santiago* tiene 21 años, y entró a los centros a los 17. Dentro de 15 días podrá retirarse y comenzar una nueva vida.
“Antes no reconocía lo que había hecho. No reconocía qué era lo bueno. Me di cuenta hasta que vine a este lugar. Lo bueno lo puedo buscar en todos los lugares, toda vez me lo proponga. Me puse muchas metas, pero no límites”, reflexiona.
En una cancha de futbol ubicada al fondo de la residencia, juegan dos equipos de jóvenes, otro grupo observa desde las gradas. En total, residen 26 chicos. Ven cada jugada y gol con mucha concentración. Hacen bromas entre ellos, sonríen y usan el corte de cabello que ellos decidan. Se ven tranquilos, relajados, se sienten agradecidos por la visita que tienen en casa.
Reciben clases todo el día, y después de las 16 horas tienen actividades recreativas, como jugar en la cancha o ejercitarse en un pequeño gimnasio. También tienen una modesta biblioteca. El jueves pasado celebraron el Día del Cariño y otras actividades. Casa Intermedia ocupa uno de los módulos del antiguo Hogar Seguro, en San José Pinula.
Marco* tiene 18 años, y fue trasladado de Gaviotas hace cuatro meses. Le gusta las charlas que recibe porque se expresa con comodidad cuando cuenta su historia y sus preocupaciones. La confianza entre los profesionales y los residentes lo ayuda a comprender los valores y objetivos que les quieren inculcar.
A veces se proyecta el futuro, y sabe que después de que salga de Casa Intermedia será un reto el exterior, porque deberá acoplarse a las nuevas normas. Por ahora, disfruta leer, hacer deporte y ejercitarse. Le gusta colaborar y servir en esa comunidad que han creado. Quiere seguir estudiando, aprender a cocinar y quiere encontrar un trabajo estable, sin buscar perjudicar o dañar a alguna persona.
La rutina de los jóvenes comienza al levantarse a las 5 horas para prepararse, hacer sus camas, ordenar sus casilleros y organizan sus áreas. Luego desayunan y empieza su jornada. A las 21 horas les apagan las luces y deben estar todos acostados. Los adolescentes organizan y limpian los lugares en los que se encuentran, también lavan su bandeja después de comer.
Álex* tiene 17 años, y estuvo en otros centros de privación de libertad antes de llegar a Casa Intermedia; no imaginó estar “encerrado” a su edad. Cuando llegó a la residencia le dieron una bienvenida, así como él se la ha dado a todos los nuevos residentes. Se sintió dichoso, porque le aplaudieron como que si se hubiera ganado un premio. En Casa Intermedia, aunque es como una cárcel sin barrotes, ni grilletes, se siente libre: puede leer, reflexionar en el campo y convivir con los demás residentes.
“Mi desafío más grande es no estar con mi familia. En el transcurso del día estoy motivado, alegre. Pero cuando hago mi llamada telefónica, mi día se pone gris. Escuchar a mi madre me pone triste, porque quisiera estar con ella”, relata. Su madre está tranquila por su estadía en el nuevo modelo, porque sabe que no corre peligro. Al cumplir su sanción piensa estudiar enfermería auxiliar y luego prepararse en la universidad para médico.
El Nuevo Modelo de Gestión Juvenil de la SBS contempla educación y un abordaje multidisciplinario. Un aspecto importante que no se puede pasar por alto es que la reinserción social va mucho más allá de que tengan claros los objetivos de su vida, las metas y que límites no pueden trasgredir. Su vida social casi es inexistente por el temor que les acecha, el estigma, el rechazo social y la discriminación en su contra. Además, la falta de oportunidades para encontrar un empleo o conseguir una fuente estable de ingresos económicos.
“Mi familia está feliz, porque he pensado positivo y eso me ha dado buenos frutos”, dice Santiago. Añade que quiere ser un buen hijo, un buen nieto, un buen hermano y a largo plazo estudiar Periodismo. Agradece cada una de las oportunidades recibidas en Casa Intermedia, porque ha aprendido panadería, a confeccionar mascarillas y otras actividades.
Santiago resalta tres momentos importantes en esta etapa: la oportunidad de ingresar a Casa Intermedia, cuando observan su cambio y cuando se despiden, porque ya están preparados para enfrentar de nuevo la vida en la calle.
Proceso
José Aníbal Hernández, director de Casa Intermedia, explicó que la residencia funciona porque tienen protocolos establecidos y se rigen bajo esa metodología. Además, afirma que el personal está comprometido con el modelo y esos esfuerzos influye en los resultados de la reinserción de los jóvenes.
Hernández resalta que son múltiples causas que orillan a los jóvenes a que cometan delitos, además que tienen una naturaleza impulsiva, son engañados y manipulados de forma fácil. Está convencido de que es posible cambiar las costumbres y hábitos que los llevaron a efectuar actividades ilícitas.
“Son muchas las razones por las cuales pueden reinsertarse a la sociedad, porque tienen capacidades, habilidades, juventud, motivación, ilusión. En casa intermedia le apostamos a esa parte buena que todos llevan y que la puedan desarrollar”, resalta.
Hernández atribuye el cambio de los residentes a la disciplina, el trabajo en el área espiritual, porque creen que el ser humano debe desarrollar una parte espiritual y potenciada, aunque no profesan una religión.
Además, afirma que no cualquier persona puede trabajar en el nuevo modelo de atención juvenil, porque la atención especializada que reciben los jóvenes es especializada y de acuerdo con sus necesidades.
Santiago añade que para ingresar a la Casa Intermedia lo perfilaron y verificaron su buen comportamiento, porque señala que en los otros centros juveniles donde estuvo hacía todo lo que le pedían las autoridades y trataba de mantener el orden y respeto. Los tres chicos coinciden en que la vida en otros centros de privación es muy difícil, pues están sobrepoblados en espacios reducidos, no pueden salir por días al exterior y se duerme en colchonetas en el suelo, por lo que Casa Intermedia en una gran oportunidad para su desarrollo.
El nuevo modelo tiene las paredes pintadas de celeste y amarillo, en las habitaciones hay literas, están limpias y organizadas. Los baños y duchas colectivas están fuera y ellos se encargan de asearlos. Incluso, afuera de los cuartos hay un buzón en donde depositan alguna queja, comentario o petición para que las autoridades en consejo multidisplinario analicen si es viable o como solucionan la situación.
“Prisión” sin barrotes
Para ingresar al lugar se pasa por un detector de metales. No se permiten aparatos electrónicos ni celulares. Se mantienen biomedidas sanitarias. Los residentes, personal administrativo y de seguridad usan mascarilla. La casa no tiene barrotes en las ventanas ni hay agentes vigilando —antiguos monitores—, apostados en torres. La construcción no fue modificada para que tuvieran medidas de seguridad extrema.
Amatitlán, jefe de seguridad de Casa Intermedia, explica que, desde hace más de un año que está en marcha la residencia, no han encontrado ilícitos. En septiembre llegó la unidad canina compuesta por Iron, Max II, Duke y Leyla para buscar drogas y otros objetos en los centros.
El agente cree que los “chicos cambian” cuando se les da una oportunidad de estar en esta residencia. Agrega que el éxito de su labor ha sido seguir los protocolos. Además, atravesaron un riguroso proceso para que los seleccionaran, se sometieron a una clasificación, a pruebas y por último a capacitaciones.
“Nos enfocamos a darle acompañamiento a los residentes con un horario regimental desde que se despiertan. Creemos en los muchachos. En ningún otro centro tenemos lo que hay aquí. Les damos un trato digno y ellos nos lo dan a nosotros, es una convivencia fraternal, porque compartimos el día a día. Hay familiarización”, afirma.
Los agentes no usan bastones ni armas. No son monitores, se preparan para que haya confianza entre los agentes y los residentes. En total, han egresado 47 residentes, quienes ya cumplieron con su sanción y algunos han salido con empleo. Los jóvenes actuales piden que se les dé una nueva oportunidad para encontrar un ingreso económico.
“Es raro que alguno no cumpla con la disciplina. Dan la milla extra para que funcione. Se les prepara para que cuando se reinserten a la sociedad sean ciudadanos como nosotros, personas normales, que estuvieron privados de libertad, pero con los mismos derechos”, dice.
Desde el 2017, el personal administrativo y profesional fue capacitado por el Departamento de Correccionales de Colorado, EE. UU., para que la dinámica y preparación cambiara.
Con base en sus nuevos conocimientos generaron diez manuales y protocolos del modelo de gestión juvenil, los cuales abordan organización y funciones, puestos y funciones, análisis de riesgo, incentivos, seguridad, normas disciplinarias, reglamento interno y disciplinario del residente, quejas y denuncias, visitas, encomiendas y la ética.
Minda Marroquín, directora interina de la Unidad de Análisis, explica que el 80 por ciento del personal, que equivale a casi 500 trabajadores de centros de adolescentes y jóvenes en conflicto con la ley penal, ha sido capacitados en el nuevo modelo de gestión y planifican que en el 2021 terminen de compartir los conocimientos con todos los trabajadores. Algunas capacitaciones han durado dos meses. En la sede de la unidad, el personal come y duerme, porque muchos viven en el interior.
Durante la pandemia, expertos advirtieron de que los jóvenes privados de libertad podrían ocasionar motines por no recibir visitas; sin embargo, no ocurrió, según la SBS. La institución reporta que hace tres años y medio había 170% de sobrepoblación en los centros, y ahora se reporta entre el 17 y 21%. Actualmente, hay 612 privados de libertad, entre ellos 69 mujeres.
Hay cinco centros juveniles: Gaviotas, Anexo, Gorriones, Etapa 2 y Casa Intermedia, ubicados en la ciudad, San Juan Sacatepéquez y San José Pinula. Antes del nuevo modelo de gestión juvenil solo existían los otros cuatro, en donde a cada poco resonaban motines o encontraban cuerpos de jóvenes y adolescentes en los sectores.
Según la SBS, Casa Intermedia es única en Latinoamérica donde los jóvenes entran al modelo sin importar el delito sancionado, una vez llenen los requisitos como comportamiento impecable, ganas de seguir estudiando y luchar por cumplir su plan de vida.
*Nombres ficticios por seguridad.