Los buenos modales como el saludo de buenos días o buenas tardes es común en el municipio, pero cuando un desconocido llega se alertan uno a uno de la extraña presencia, justo lo que ocurrió en septiembre del 2016, para ser exactos, cuando 11 personas llegaron a vivir a la casa ubicada en la 8a. avenida 4-09 zona 3, de La Paz.
“Eran patojos que se vestían normal, sin tatuajes visibles, y la propietaria de la casa —vecina del municipio— confirmó que la había dado en alquiler”, contó un vecino que, por seguridad, pidió no ser identificado. Los pobladores se acostumbraron a los nuevos inquilinos.
Esa paz y esa tranquilidad que los caracterizaba se interrumpió la madrugada del 10 de mayo último, cuando a las 6 de la mañana un investigador tocó a la puerta de los nuevos vecinos. Decenas de policías rodearon la casa. Nadie respondió al llamado. La neblina perturbaba la visión, a pesar de que la claridad del día se acercaba.
En un abrir y cerrar de ojos, un grupo de jóvenes armados con equipo de alto calibre corrió a la parte trasera de la casa. “¡Alto! ¡Alto! ¡Están rodeados!”, gritaron los agentes de la Policía Nacional Civil (PNC).
“La intención de los jóvenes era disparar y huir, pero al verse rodeados regresaron a la casa. Su sorpresa fue ver policías dentro”, narró un investigador del Ministerio Público (MP) que presenció la escena.
Otros agentes inspeccionaron las habitaciones en donde encontraron a más personas ocultas. Al verse copadas salieron sin poner resistencia.
Pasadas cuatro horas, los inquilinos conversaban como si nada, confiados en que los detendrían por portación ilegal de armas. Pero lo peor estaba por descubrirse.
En el patio trasero del inmueble, un movimiento de tierra llamó la atención de las autoridades, que tomaron piochas y palas para excavar. Los 11 inquilinos continuaban conversando tranquilos.
Se hacía de tarde, vecinos curiosos se acercaron a observar el trabajo de la PNC y del MP. Mientras, los agentes cortaban frutos de los árboles plantados en el enorme patio.
Los investigadores, por lo complicado que se tornaba la excavación, decidieron pedir una retroexcavadora. “Al principio pensamos que sería difícil ingresar la máquina, por lo estrecho de las calles, pero se logró pasar”, dijo Jorge Aguilar, vocero de la PNC.
La tranquilidad de los 11 jóvenes se borró de su rostro al ver la retroexcavadora. Aguilar detalló que un silencio rotundo invadió el lugar y luego se escuchó el motor ensordecedor de la máquina.
“¡Dele!, ¡dele!, Cuidado con los cables”, gritaban algunos para dirigir el vehículo que empezaría a trabajar en el patio trasero de la vivienda. Al lugar también se presentaron antropólogos forenses. Su presencia advertía de lo que encontrarían bajo la tierra.
A las 16 horas de ese 10 de mayo la máquina desenterró lo que parecía una pierna humana. La corazonada de los investigadores se confirmó.
“Los sentimientos fueron encontrados porque confirmamos nuestras sospechas al ver la tierra removida, pero a la vez fue triste saber que personas fueron asesinadas y enterradas en ese lugar”, contó un fiscal que participó en el allanamiento en ese rincón conocido como La Paz.
Localizan restos humanos en guarida de pandilleros en #Sacatepéquez. ➡️https://t.co/f1NsIc4G2j (Video @rmelgar_pl). pic.twitter.com/eeqX6P1ktV
— Willian Cumes (@wcumes_pl) 11 de mayo de 2017
Hallazgo
Al poco tiempo se encontró otra parte humana. La retroexcavadora se detuvo para dar paso a los antropólogos, que empezaron su labor.
Mientras eso ocurría, pensamientos confusos invadieron a uno de los investigadores. “Sabíamos de forma preliminar que había varios cuerpos y que habían sido desmembrados. Era difícil creer que uno de los jóvenes ahí detenidos podía ser el responsable directo. ¿Será este o el otro?, me preguntaba”, relató uno de ellos.
Al principio se creía que cinco de ellos eran adolescentes y que algunos eran originarios de El Salvador, esto último aún no se confirma. Del resto se determinó que ocho son adultos, pero solo a seis fue posible identificar.
Los identificados
- Osman Javier Monterroso Méndez, de 18 años
- Marlon Alexander Rivera de 19 años
- Sergio Roberto Calvo Chan de 19 años
- Luis Ernesto Domínguez Reyes de 21 años
- Gustavo Rojas Vail de 25 años
- Raúl Antonio González de 35 años (Los otros tres son adolescentes. )
Por un instante el ruido de la máquina y el movimiento de personas cesó. Pasadas las 18 horas, los antropólogos suspendieron labores, debido al fuerte viento que levantaba la tierra. Los 11 ocupantes de la casa fueron trasladados por la Policía, y ya sin preocupación gritaban: “Esos que están ahí” -enterrados- eran integrantes de la Mara Salvatrucha; “¡Están ahí por ser unos perros!”.
Al siguiente día, los investigadores se prepararon para una larga jornada. Sí, hallaron más partes humanas. Los otros restos descubiertos podrían ser de dos mujeres, madre e hija.
La excavación era más escalofriante, según describieron investigadores y policías que estuvieron en la casa a la que los pobladores dieron por llamar la Casa del Terror.
Los antropólogos retiraron con cuidado cada parte humana, lo que hizo un poco lento el proceso. Sin embargo, ese segundo día lograron extraer todos los miembros de las dos víctimas. El cansancio de todos era evidente. “Mañana continuamos, se escuchó decir al fondo del patio”, recordó uno de los fiscales.
El 12 de mayo pasado, a las 8 horas, los profesionales empezaron a excavar una segunda zanja. A medida que retiraban la tierra confirmaban que el espacio había sido removido. “Eran inusuales los residuos de cemento y cal desperdigados en el terreno. A dos metros de profundidad hallaron piernas, cabezas, torsos apilados. Fue increíble”, relató un empleado del MP.
Los restos fueron ordenados para entregarlos al Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif).
El allanamiento concluyó el lunes 15 de mayo, con la recopilación de las últimas evidencias: medición de la zanja, cantidad de cemento y conteo de las armas, entre otras.
“A la fecha —22 de junio— el Inacif continúa con la identificación de las víctimas. Ha sido un trabajo difícil porque nosotros literalmente le entregamos un rompecabezas”, dijeron los investigadores.
Después de los hallazgos del 10 de mayo, los habitantes de La Paz se organizaron. Ahora se comunican e informan de cualquier incidente y advierten de la organización contra la delincuencia en mantas que colgaron en puntos estratégicos, refirió Rubén Axpuac, alcalde de San Bartolomé Milpas Alta.
“Es un municipio seguro. El último hecho fuerte sucedió hace 10 años. Claro, hay hurtos, robos, y lo recientemente amenazas por extorsión, pero algo como lo de la casa, nunca”, afirmó