Una fiscalía especial en Washington, D.C., llevó a juicio a los hermanos Lorenzana porque se declararon “no culpables” y no colaboraron con la justicia estadounidense, y los testimonios de Cottón, Marllory Chacón Rossell, y Otto Herrera García, entre otros, los hundieron. Los tres estaban allí porque sí se habían declarado culpables y colaboraban con las autoridades a cambio de una sentencia reducida.
Herrera organizaba el transporte de la droga desde Colombia hasta Guatemala, para almacenarla en las fincas de los Lorenzana en Zacapa. Chacón organizaba el transporte de millones de dólares desde Guatemala hacia Panamá, para pagar a los proveedores colombianos de los Lorenzana y otros compradores. Pero sin los contactos de Cottón en la frontera, entre San Marcos, Guatemala, y Chiapas, México, parte de la cocaína de los Lorenzana no pasaba hacia el norte, ni bajaban hacia el sur los dólares que ganaban todos, según el expediente 03-CR-00331 de los Lorenzana en una corte de Washington, D.C.
El negocio con los Lorenzana
Cottón conoció a Eliú Lorenzana en el año 2000. Los presentó Fernando Esquivel, un narcotraficante para quien ella trabajó casi 15 años, y a quien Eliú le vendía cocaína. Desde entonces, Cottón fue el contacto de Esquivel con Eliú. Ella custodiaba una bodega donde guardaba la droga de Esquivel en Malacatán, San Marcos (donde Cottón nació y siempre vivió), y al mes vendía para él entre 25 y 100 kilos.
Durante casi once años, Eliú envió cargamentos que oscilaban entre 50 y mil kilos hasta la casa de Cottón en Malacatán, y ella los enviaba a un intermediario de los compradores en México, a quien sólo conoció como Lucas Vásquez.
Cottón estimó que en diez años les compró unas 40 toneladas a los Lorenzana, para ella y los mexicanos. En 2001, le pagaba a Eliú US$5 mil dólares por kilo. Para 2011, el precio había subido a US$12 mil.
Eliú siempre le avisaba a Cottón cuando tenía droga para vender, entonces ella viajaba a Zacapa para revisar la carga antes que la enviaran a San Marcos. Según Cottón, varias veces agentes de la Policía Nacional Civil (PNC) pagados por Eliú escoltaron la cocaína hasta la puerta de su casa en Malacatán.
Por aparte, estimó que transportó otras 20 toneladas—sólo entre 2001 y 2008—que los Lorenzana les vendieron a los mexicanos. Eliú le pagó entre US$20 y US$100 dólares por kilo transportado—según el precio en el mercado. Es decir, como mínimo Cottón ganó US$400 mil (Q3 millones al cambio actual) con los Lorenzana, aparte de cuanto ganó por cuenta propia.
“Llevaba los kilos a la frontera, con un señor que se llamaba Ramiro Mesa”, dijo Cottón. “Don Ramiro llevaba la cocaína a México a caballo, y regresaba con dinero. Como el trayecto más seguro incluía pasar por un río, la cocaína iba en costales de plástico, y Don Eliú y Lucas les decían a los [compradores] americanos en EE.UU. que enviaran el dinero empacado al vacío para que no se mojara”.
Al filo de la navaja
En 2006, Waldemar Lorenzana Cordón le ofreció a Cottón cocaína a un precio menor al que Eliú la vendía. Entre ese año y 2007, le compró dos toneladas, incluyendo un cargamento de 300 kilos por los que le pagó US$3 millones a Waldemar, pero que él nunca le envió. Cuando Cottón le reclamó en persona, por poco acaba muerta (según su testimonio en el documento 788, del expediente de los Lorenzana en Washington, D.C.).
Cottón y Lucas (su socio mexicano) estaban sentados alrededor de una mesa, en la finca de Waldemar. Atrás estaban un hijo, un primo, y un trabajador de Cottón. Se aproximaron Juancho (Juan) León (a quien los Zetas acribillaron en 2008) y Waldemar, y somataron sus pistolas sobre la mesa. La pistola de Juancho apuntaba a Cottón. La pistola de Waldemar, a Lucas. Comenzó una agitada discusión.
Cada vez que Cottón y Lucas se acomodaban en la silla, Waldemar y Juancho colocaban una mano sobre su pistola, aunque los rodeaban entre 80 y 100 hombres armados. “Comenzaron a acercarse hasta rodear la mesa”, dijo Cottón, la única mujer allí. “Me levanté para ir al baño, y cuando regresé, mi primo Max me jaló a un lado y me dijo, ‘doña Tana, mejor salgamos de aquí porque las cosas se pusieron feas. Don Juancho me dijo que al primer movimiento en falso suyo, le dispara’”.
Lucas la pateaba bajo la mesa, y le decía en tono bajito pero urgido, “¡Vámonos! ¡Vámonos!”. Entonces, ella se paró, y anunció, “el pez grande se ha comido al pequeño, y ya veré cómo reponer ese dinero”. El dinero también era de compradores mexicanos.
En 2008, volvió a traficar para Eliú, hasta que las autoridades lo capturaron en noviembre de 2011, meses después que a su padre Waldemar Lorenzana Lima. En 2013, cuando Cottón ya tenía otros socios, capturaron a Waldemar hijo. Para entonces, ella ya estaba la antesala de su propia captura y extradición a EE.UU. por un caso de narcotráfico ajeno a los Lorenzana.
Doña Tana era cosa aparte
El portal Personas de Interés señala que Cottón escaló posiciones cuando se encargó de la estructura en San Marcos de Juan “Chamalé” Ortiz, después que lo capturaron en 2011. Sin embargo, para entonces, Cottón no venía de cero.
En el juicio de los Lorenzana, ella declaró que traficó para al menos ocho clientes entre 2005 y 2009, además de los Lorenzana Cordón, y eso fue dos años antes de que Chamalé y Eliú fueran capturados. Una fuente de la zona (que pidió el anonimato) señala que Cottón operaba con permiso de Chamalé, pero que los dominios del capo pasaron a manos de sus familiares—no de Cottón.
En 2013, Cottón ya estaba en contacto con Yaneth del Carmen Vergara, una proveedora de cocaína en Medellín, a quien diez años antes Marllory Chacón le enviaba millones de dólares de compradores en Guatemala. En 2014, la policía capturó a Cottón en Chiapas, México. La enviaron a Guatemala y la extraditaron a EE.UU. El mismo año extraditaron a Waldemar hijo y, en 2015, a Eliú.
Reír de último
Waldemar y Eliú Lorenzana se volvieron a encontrar con Cottón en 2016, cuando ella testificó contra ellos en su juicio. La transcripción de las audiencias revela que Waldemar todavía pretendía fastidiar a Cottón, como pudiera, aun nueve años después del día cuando ella le reclamó por el robo de US$3 millones de dólares.
Mientras Cottón declaraba, Waldemar comenzó con risitas y muecas. Ella hablaba de sus cinco hijos, de querer verlos y colaborar con la fiscalía, para reducir una sentencia. Entonces, se detuvo para preguntar si podía quejarse de algo. Tanto insistió, que la jueza Colleen Kollar-Kotelly sacó al jurado de la sala y la escuchó.
“Sólo quiero pedirle al señor Waldemar que se comporte como su hermano Don Eliú”, dijo Cottón. “Cada vez que hablo, hace una sonrisa burlona”.
“Lo observé”, dijo la jueza. “Parece que está disfrutando de todo esto, y eso es inapropiado. No se mantiene serio como el señor Eliú Lorenzana (…). Si lo vuelve a hacer, le llamaré la atención frente al jurado, lo cual no le ayudará en lo absoluto”.
Entonces, la defensa argumentó que el testimonio de Cottón estaba influenciado por su interés en reducir su sentencia. Ella lo negó. Sin embargo, para entonces, Otto Herrera estaba en libertad condicional después de cumplir seis años de los diez años cárcel a que fue sentenciado. Chacón cumplía el primero de los 12 años de cárcel que le dictaron, cuando declaró contra los hermanos Lorenzana, pero salió libre en 2018 con cuatro años (y medio) cumplidos. Mientras tanto, ese año la corte condenó a los hermanos Lorenzana Cordón a cadena perpetua.
Actualmente, Eliú está en una cárcel de máxima seguridad en California. Waldemar está en otra en Sumterville, Florida central. Unos 440 kilómetros al sur de allí, en una cárcel de detención preventiva en Miami, estaba Cottón, hasta que salió el pasado 27 de septiembre—según registros públicos del Buró Federal de Prisiones—cinco años después que Guatemala la extraditó.
Cottón logró que la corte redujera su sentencia. La jueza Marcia Cooke también le dictó cinco años de libertad supervisada, pero—según consta en el expediente—la medida no aplica a reclusos extranjeros, que deben ser deportados a su país de origen al cumplir su sentencia.
Hay algunas excepciones, como Herrera y Chacón, que no han sido deportados. En la fiscalía de Miami, el auxiliar fiscal Randy Katz dijo que la corte y las leyes deciden el destino de cada excarcelado. “No podemos comentar casos específicos”, advirtió.
En 2015, Cottón le dijo a la jueza que esperaba reunirse con sus hijos en San Marcos, aunque temía por sus vidas porque colaboraba con la fiscalía. Sólo cuando haya vuelto, sabrá si—a diferencia de los Lorenzana—realmente rió de último.
Fiscalía en Miami: Cottón, una mujer temida
Sebastiana Cottón Vásquez narró en 2015 y 2016 en cortes de Miami y Washington, D.C., una vida digna de una novela: “Comencé a vender medicinas y café (de contrabando) entre Guatemala y México”, dijo en una audiencia. Tenía entonces 25 años, y era madre soltera de cinco hijos—producto de un rapto a manos de un sujeto que la mantuvo cautiva durante siete años. Comenzó a traficar droga a la edad de 45.
Un contacto mexicano la presentó con los hermanos Eliú y Waldemar Lorenzana Cordón en 2000. Después, abrió un restaurante en Malacatán, pero siguió traficando.
Cuando los hermanos Lorenzana fueron capturados en 2011 y 2013, Cottón se asoció con la colombiana Yaneth del Carmen Vergara Hernández, quien le enviaría cocaína desde Medellín. Vergara les había vendido cocaína a los Lorenzana Cordón entre 2004 y 2006, después que Marllory Chacón les puso en contacto. Desde Guatemala, Chacón además enviaba millones de dólares a Vergara, el pago de varios compradores de cocaína.
En el expediente, la fiscalía de Miami señala que entre 2005 y 2013 Cottón fue compradora e inversionista de cargamentos de cocaína. Ella misma admitió que durante 15 años traficó unas 60 toneladas de cocaína (de ella, y otros compradores) y nunca puso pie en la cárcel. Sin embargo, acabó capturada y extraditada por un cargamento de 450 kilos incautado en Guatemala en 2013. Uno de sus socios precipitó todo: era un informante de la Agencia Antidrogas de EE.UU. (DEA, por sus siglas en inglés).
“Desde junio de 2013, el informante se comenzó a reunir con Cottón, Vergara y Oliverio Peláez Solano, para negociar el transporte de la cocaína desde La Guajira, Colombia, hasta Río Dulce, en (Izabal) Guatemala”, reza el documento 99 del expediente 14-CR-20557 de Cottón en una corte de Miami. La cocaína luego sería enviada a EE.UU.
El informante facilitó a la DEA evidencia: cientos de comunicaciones vía Blackberry, grabaciones de audio y vídeo de reuniones con Cottón, Vergara y Peláez coordinando el envío del cargamento.
La fiscalía en Florida señala que en julio de 2013, Peláez y un sujeto que describió como “Che” (un acusado en otro caso) se reunieron con el informante y discutieron el transporte terrestre de la carga en Guatemala. La reunión fue grabada. El informante dijo que Che debía recoger la cocaína en la pista de aterrizaje en Guatemala y entregarla a Cottón. Podría tratarse de José Manuel López Morales, alias Che Manuel, que traficó con ella, según Personasdeinteres.org.
El mismo año, Vergara le envió al informante fotos de la cocaína en su posesión. Las fotos acabaron en manos de la DEA. El 10 de enero de 2014, Vergara le confirmó que la carga había salido de Colombia. Un día después, Peláez la recibió en Río Dulce; notificó al informante. Acto seguido, las autoridades incautaron 18 costales con 25 paquetes cada uno: 450 kilos de cocaína en total. La carga tenía varios dueños. Cottón sólo era una de ellos.
En agosto, policías, soldados, y agentes de la DEA intentaron en vano capturar a Che Manuel en San Juan Ermita; ya lo identificaban como uno de los principales narcotraficantes en Chiquimula. En octubre, capturaron a Cottón en México, y en Honduras, los Valle Valle (socios de Cottón, los Lorenzana y Che Manuel). En noviembre, cayó Vergara en Colombia, y Peláez viajó desde Panamá a EE.UU. para entregarse voluntariamente.
Cottón una vez extraditada a EE.UU., se declaró culpable en 2015. Su abogado William Alexander Clay argumentó que el precario estado de salud de su cliente debía ser considerado al establecer la sentencia: diabetes, problemas renales, vasculares y de presión alta, que la hacían propensa a padecer un derrame. La fiscalía alegó que cuando Cottón traficaba, ya padecía esas enfermedades, y eso no la detuvo.
“Era una traficante muy exitosa”, dijo la fiscal Monique Botero en una audiencia en Miami. “La conocían como una mujer que debía ser temida porque hacía que muchas cosas sucedieran, al liderar una organización que transportaba (droga) desde Honduras hasta México”.
En 2017, cuando la excarcelación de Cottón se fijaba para 2029, Che Manuel apareció capturado en una cárcel de Miami—su excarcelación fijada para 2027. Vergara salía libre hasta 2022. No hay registros de Peláez. En marzo de 2019, la corte redujo la sentencia de Cottón a cinco años y salió libre el pasado 28 de septiembre (según el Buró Federal de Prisiones de EE.UU.). Su abogado, que también representa al excandidato presidencial Manuel Baldizón en un caso de lavado de dinero en Miami, había ganado el pulso.
Cottón admitió que no tenía excusas y debía ser castigada por ello, pero se concedió esto: “Como vivía en la frontera con México, se presentó la oportunidad de involucrarme en narcotráfico”, dijo. “Lamento profundamente que no resistí la tentación de hacerlo”.
Actualmente, una fuente del Ministerio Público en Guatemala señala que Cottón no aparece en ninguna investigación abierta por narcotráfico. Entonces, regresará al país—en cuanto a las autoridades respecta—como una página en blanco.
*Especial para Prensa Libre
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