El 12 de noviembre pasado, cuatro hombres se llevaron a José Zoel Franco de León, de 20 años, del asiento donde descansaba tras concluir una interpretación en el departamento de Zacapa, unos 150 kilómetros al este de Ciudad de Guatemala y a otros 50 kilómetros del departamento que lo vio nacer, El Progreso.
“Se lo llevaron a la fuerza los hombres armados y lo metieron a un carro lujoso”, cuenta a la Agencia Efe entre sollozos la madre del cantante, Yuliana de León, según información que ha recabado con base en lo dicho por uno de los amigos que acompañaba a su hijo.
Esta misma persona, a quien De León se refiere como “supuesto amigo”, declaró ante las autoridades que el secuestro había sido a la 1.30 de la madrugada del 13 de noviembre y que presuntamente los malhechores lo habían llamado desde el teléfono de José Zoel para indicarle que “lo tenían ya en Santa Rosalía, siempre en el municipio de Zacapa”.
Una pesadilla incierta
El rompecabezas de cómo, por qué, quiénes se lo llevaron y dónde está su hijo, si aparecerá acaso, es una “pesadilla” total, según describe la mujer de 38 años, ama de casa y madre de otros tres hijos en su segundo matrimonio.
“Es insoportable todo lo que hemos estado viviendo porque nunca se está preparado para algo así y menos para imaginarse que a una persona tan querida como ha sido mi hijo. Porque no solo uno, que es familia, está sintiendo este vacío que está acá, lo sentimos cientos de personas porque, bendito sea Dios, hemos estado viendo mensajes y toda la gente reclamando la llegada”, narra de León.
La madre del cantante luce durante la entrevista una camisa blanca con una leyenda en letras negras que dice en el pecho: “Caminamos con la fuerza de fe y esperanza”. Debajo, está plasmada una fotografía de ella y José Zoel, seguido de una frase que en letras doradas resalta: “Te esperamos en casa, mi Berrinchudo”.
Su hijo, según cuenta, era un “hombrón”, un joven de 20 años pero con “alma y corazón de un niño de siete”, que cada vez que ella lo regañaba “bajaba la cabeza”.
De León niega que José Zoel estuviera en malos pasos. La música era su vida entera, pues desde los ocho años la practicaba y seguía al grupo Los Huracanes del Norte, la mítica banda norteña del noreste de México.
“Lo que hacía es que agarraba un pedazo de cartón y lo doblaba como que decía que era un acordeón y se ponía a cantar ahí y se ponía sus camisas de manga larga, se ponía su sombrero y decía que él iba a ser cantante e iba a estar en una banda. Se sabía toda la música de Los Huracanes”, sonríe De León.
José Zoel no perdió el paso en su infancia y aprendió por su cuenta a tocar la guitarra, el acordeón y a afinar su voz. A sus 20 años, ya había abierto conciertos de los mexicanos Edwin Luna, José Alfredo Ríos (conocido como “El Komander”) y la banda La Trakalosa de Monterrey.
El vacío en casa
Yuliana de León frunce el ceño al hablar de la reacción de las autoridades. Tres meses han transcurrido sin mayor noticia de su hijo, sobre quien puso denuncias en las comisarías policíacas de El Progreso y de Zacapa y ante el Ministerio Público (MP, Fiscalía).
“Vivimos en una incógnita porque no se sabe (nada), no me han dado mayor información”, detalla.
Por el contrario, puede que gente malintencionada haya intentado aprovecharse de su dolor. “Sí, es cierto, recibí llamadas de varias personas que quizás aprovechándose de la exposición que uno está viviendo” intentaron engañarla, pero “nunca fueron algo verídico”.
La madre exige a las autoridades mayor celeridad y advierte que no ha recibido noticias de su hijo, quien decía que “su prioridad éramos nosotros, porque él mismo me lo dejó escrito la noche que esa gente me lo sacó”.
De León atesora el último mensaje que recibió de él. Era las 10:39 de la noche del 12 de noviembre, previo a que su hijo saltara al escenario: “Mamita te amo. Sos mi todo. Espero en Dios tener dinero pronto y tenerte bien a vos”.
Los siguientes mensajes que ella le respondió, once minutos después y casi una hora más tarde, aún entraron a su Whatsapp, que reflejó las dos cheques de recibidos. “Hijo, ¿todavía estás ahí?”, preguntó su madre antes del vacío prolongado en estos tres meses siguientes, que no le han dado tregua a la mujer en una nación centroamericana donde cada año se le pierde la pista a más de un millar de personas.