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Opinión: ¡Qué difícil es hacer obra pública en Guatemala!
Iniciativa 5431 y el inicio de una poderosa transformación nacional.
El avance en construcción de una red vial amplia en Guatemala es muy lento y el rezago genera frustración en el país. (Foto Prensa Libre: Freepik)
Participo en un chat en el que, con un grupo de colegas, vamos siguiendo la pista a los esfuerzos y abandonos, a las hazañas y cobardías, a las glorias y sinventuras de la inversión en infraestructura pública. No hace mucho, una amiga escribió: “¡Qué difícil es hacer obra pública en Guatemala!” Estuve de acuerdo con ella y busqué un emoticón para reaccionar a sus palabras.
La elección no fue fácil. Podría haber utilizado mi favorita, la simpática cabecita explotando, y seguir mi jornada; pero mi juicio, formado por los más de veinte años dedicada a los asuntos públicos, exigió tenazmente que le concediera unos minutos de reflexión. Esa sencilla frase me provocó un estado de ánimo enrevesado, que reclamaba representarse, no por una, sino por varias de esas perspicaces caritas amarillas. El menú de iconos me dio varias opciones que emulaban sentimientos con los que me identifiqué; preocupación, ansiedad, frustración, cansancio, enojo, tristeza… gran tristeza y debo confesar que hasta consideré usar la carita esa que sugiere estar diciendo palabrotas. No es para menos, la realidad sobre la infraestructura nacional es abrumadora; como país, hemos sido incapaces de afrontar y cambiar esa situación que nos arrolla inclemente.
Repasemos, como ejemplo, el caso de la infraestructura vial, partiendo de un sencillo análisis ceteris paribus. Dadas sus condiciones, Guatemala debería contar con una red vial meta de, al menos, 20 mil kilómetros. En Colombia, la red vial crece a un promedio de 1 mil 200 kilómetros por año; en Guatemala, a un promedio de 201 kilómetros por año. A ese paso, Guatemala logrará llegar a la meta, nada menos que, en 80 años. ¿Ante esta realidad cuál emoticón utilizaría usted para reaccionar? Sigamos. Datos oficiales nos indican que, en 2022, Estados Unidos tenía 20.5 metros de red vial por habitante; Costa Rica, 8.87; Nicaragua, 3.57; y, Guatemala, 1.03. Y, en cuanto a metros de red vial por kilómetro cuadrado, Estados Unidos tenía 695.25; Costa Rica, 899.64; Nicaragua 190.08; y, Guatemala, 164.41.
¿Por qué el rezago? Adivino que lo primero que viene a su mente es la corrupción; pero, aunque es innegable que ejerce un impacto, está muy lejos de ser la única causa. Para cosechar los beneficios de la infraestructura vial necesitamos que Guatemala, además de mantener una firme postura en contra de la corrupción, adopte una visión de planificación a largo plazo, movilice recursos específicos, fije las bases para hacer imperativa la continuidad de los proyectos y sea capaz de garantizar un trato justo a las grandes inversiones brindando certeza legal. ¿Llegaré a cansarme de decir que la inversión en infraestructura vial es el cimiento de un futuro próspero y resiliente, además de un catalizador fundamental para el crecimiento económico, la inclusión social y el bienestar general? No. No importa cuán obstinada o necia yo le parezca al mundo.
La infraestructura vial es, para mí, como el sistema circulatorio de la nación que moviliza el desarrollo económico, social y ambiental. a través de la red de carreteras y caminos que entrelazan los municipios, departamentos, regiones y fronteras, para el intercambio de bienes, ideas y personas. La escasez y el deterioro de nuestra infraestructura vial encarece los productos, dificulta la movilidad, roba horas de vida de calidad, separa familias y aleja a los más vulnerables de atenciones oportunas en salud, educación y seguridad.
Creo firmemente en el poder transformador de la inversión en infraestructura vial. El aumento del 1% del PIB en la inversión pública en infraestructura, en los próximos 5 años, disminuiría la pobreza extrema en, al menos, 5 puntos porcentuales. Las economías de otros países de la región han repuntado cuando se han tomado decisiones estratégicas sobre inversión en infraestructura vial, porque no es una cuestión de conveniencia, es el camino habilitador para construir un país de oportunidades. En Guatemala, esto no ocurre, porque el sistema actual de inversión en infraestructura vial no funciona.
La iniciativa de la Ley General de Infraestructura Vial ya está en el Congreso. La he repasado varias veces y la veo como aquel rayito de sol que se cuela entre un cielo nublado, porque tiene la capacidad de empezar a cambiar ese sistema inoperante. Esta propuesta se encuentra muy cerca de entrar a tercera lectura legislativa y representa un paso firme en el camino a un futuro más conectado, eficiente y sostenible. La importancia de la iniciativa 5431 va más allá de sus artículos específicos y algunas necesidades de enmiendas; se trata de un símbolo del compromiso del gobierno con el progreso y el bienestar, porque ofrece soluciones concretas y medidas tangibles para abordar desafíos urgentes. Sin duda alguna, los legisladores, funcionarios y servidores públicos que apoyen su aprobación demostrarán un compromiso auténtico con el bien común y marcarán la historia con el inicio de una poderosa transformación nacional.
La iniciativa presenta bondades y aciertos dignos de mencionar. Hace de la calidad el núcleo del sistema. No impone cargas tributarias o financiamientos nuevos o distintos, sino que establece formas dedicadas de movilización de recursos con destino específico. Hace relevante el cuidado de la planificación, la continuidad y la certeza legal, lo que evitaría la improvisación costosa, los incentivos de corrupción y la irresponsabilidad intergeneracional. Esta ley, reduciría la brecha de 80 años a 13 años. ¿No merece esto un emoticón sonriente?
La urgencia y la importancia de esta iniciativa son indudables, pero su camino por la novena avenida ha sido lento y lleno de obstáculos. Las agendas partidistas, los intereses particulares y la falta de voluntad política han retardado la aprobación demasiado tiempo; pero la situación de la infraestructura vial afecta a todos los ciudadanos, independientemente de sus afiliaciones políticas y, como tal, merece la atención y la acción inmediata de legisladores y funcionarios.
Conozca la iniciativa y use las redes para pedir a las autoridades que se tomen medidas concretas que pongan fin a la precariedad de nuestra red vial. Es momento que las acciones de los líderes políticos hablen más fuerte que las palabras de campaña. ¡Hay que entrarle!
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