La agricultura, el sector pecuario y la acuicultura representan para Guatemala aproximadamente un 14 por ciento del PIB total, destacándose que es un sector en el cual se emplea aproximadamente el 70 por ciento de la población económicamente activa del interior del país particularmente en las áreas rurales, en las cuales se concentra la mayor pobreza de la población.
Siendo Guatemala uno de los países con mayores posibilidades de aprovechar lo que se ha dado en llamar el “nearshoring” por su ubicación respecto al mercado norteamericano, es preciso que se cuente con Políticas Públicas que dentro de un periodo razonable, impacten de manera significativa en lograr resultados de reconversión y transformación del sector agrícola para llevarlo de la situación actual de subsistencia a una agricultura moderna, productiva y capaz de competir tanto en los mercados locales y regionales como en el mercado internacional.
Para lograrlo se requiere de alianzas público privadas que promuevan una planificación con sentido práctico, con indicadores de avance y desempeño y con una calendarización de actividades cuyos resultados sean cuantificados en función del beneficio que obtienen los agricultores en lo particular y el país en general, así como impulsar la transformación a través de la organización de productores y agro exportadores en cadenas globales de valor que fortalezcan los mercados internos y las exportaciones agro alimentarias.
Es imperativo apresurar la modernización y tecnificación de la agricultura guatemalteca para lograr esta transformación. Esto significa la adopción de prácticas agrícolas avanzadas, el uso de tecnología de vanguardia y la mejora de la productividad en todas las etapas de la cadena de valor. La inversión en maquinaria moderna, sistemas de riego eficientes y el acceso a semillas y agro insumos de alta calidad son componentes fundamentales de este proceso.
Es de suma importancia que el Estado se sume a los enormes esfuerzos que hoy día hacen los pequeños, medianos y grandes productores para desarrollar y aumentar las capacidades productivas del país, inversiones en infraestructura productiva como caminos rurales, carreteras, puertos y aeropuertos que son mencionados reiteradamente en los planes de los gobiernos pero los avances, si acaso los hay, son mínimos y no alcanzan a promover ese desarrollo tan indispensable para que prospere la población más vulnerable.
Desde hace unos 25 años se ha solicitado a los gobiernos de turno programar y construir proyectos de riego a lo largo y ancho del país pero no ha habido ningún interés al respecto, la agricultura requiere además de programas serios de investigación y desarrollo, de transferencia de tecnología, cuyos resultados sean la modernización y transformación agrícola. Para nadie es un secreto que la innovación y el desarrollo tecnológico son indispensables para la reconversión y diversificación agrícola que le urge al país por lo que es necesario que las instituciones públicas y privadas relacionadas con el agro impongan una agenda con carácter de urgente y prioritario así como permanente por lo dinámico que resulta ser este sector.
Sin ir muy lejos, aspectos como el desarrollo agroindustrial están en un nivel incipiente y seguimos siendo un país productor y exportador de materias primas y de productos con poco valor agregado. Además, podríamos avanzar tanto en reducir la desnutrición si tan solo fuéramos capaces de hacer un esfuerzo en aumentar los preocupantes rendimientos promedio actuales de maíz por hectárea, siendo que contamos con todas las posibilidades para duplicar y hasta triplicar ese bajísimo dato de 45qq que hoy se contabiliza en el país. Obviamente se requiere de una visión clara, de planes, de inversiones, de consenso en la población pero los cambios son posibles en el corto y mediano plazo si nos lo proponemos todos. Es por ello que AGEXPORT está impulsando un proyecto estratégico llamado AgroImpact el cual pretende la transformación y modernización de la agricultura para la exportación.
Tristemente los últimos acontecimientos políticos de protestas y bloqueos ilegales han representado pérdidas cuantiosas para la agricultura del país, afectando a quienes menos tienen por la pérdida de cosechas y consecuentemente de ingresos.
El reto de hoy es aprovechar la riqueza que tiene el país, el bono demográfico, apresurar la modernización y tecnificación de la agricultura, abrir líneas de crédito accesibles, promover programas de apoyo al productor, incentivar la agricultura, tal y como lo hacen países competidores como México, Perú, Colombia y exigir a las nuevas autoridades darle al agro la importancia estratégica que representa económica y socialmente.
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