Seis de cada 10 entrevistados afirmaron que confían en las iglesias, evangélica y católica; en los maestros —las personas individuales que imparten clases— y en el Ejército.
El porcentaje cae a la mitad, entre 34% y 35%, cuando se preguntó qué tanto confían en los noticieros de televisión y radio y en los líderes comunitarios.
Entre los segmentos que gozan de poca confianza, según el estudio, se encuentran algunas instituciones como la Policía Nacional Civil (PNC) y el Ministerio Público (MP), aunque también figuran la prensa escrita, alcaldes, empresarios, así como los órganos de justicia y organizaciones internacionales, pues solo de dos a tres encuestados dijeron tenerles confianza.
Por último, entre los sectores peor evaluados están las redes sociales, especialmente Facebook, las noticias que se difunden por WhatsApp y los sindicalistas.
Cabe destacar que en este grupo que va a la zaga también se encuentra el Tribunal Supremo Electoral (TSE), ya que solo el 16% dijo tenerle confianza, mientras que la credibilidad en los partidos políticos es de 10%, en la Presidencia, 7%; y la tabla la cierran los diputados (el Congreso), con apenas un 6%.
A través del tiempo
Las instituciones que gozan de mayor confianza entre los guatemaltecos no han mostrado cambios significativos desde abril de 2011. El Ejército, incluso, muestra un incremento de 11 puntos porcentuales.
Otras figuras como los empresarios o los organismos internacionales muestran una baja en el nivel de confianza en el mismo lapso, mientras que instituciones como el TSE pasaron de un índice de 29% de confiabilidad en 2011 a 16% este año.
Del MP no se tienen datos de las primeras tres encuestas, pero sí de la de 2019, según la cual su porcentaje de confianza era del 40% y bajó a 23% este año, una caída brusca de 17 puntos.
Los partidos políticos han mantenido un bajo nivel de confianza en 11 años, igual que la Presidencia, que muestra su peor calificación en 2023. Lo mismo ocurre con el Congreso, que en algún momento obtuvo una nota de 24% pero en la encuesta de este año se convierte en la entidad peor calificada.
Aparte del Ejército, la única institución pública que muestra una progresiva mejora en la calificación en el tiempo —aunque todavía en el rango de poca confianza— es la PNC, cuya percepción pareciera mejorar después de haber sido durante años una de las instituciones que menos confianza proyectaban. En 2011, 17% dijo confiar en la Policía, mientras que la reciente encuesta prácticamente duplicó el porcentaje.
Motivos de desconfianza
Analistas consultados atribuyen la falta de confianza hacia esas instituciones a que el Estado no ha sido capaz de resolver los problemas básicos de los guatemaltecos y están cada vez más cooptadas y corrompidas.
“La desconfianza responde a la poca institucionalidad democrática, a que el sistema no logra asentarse y se han normalizado actitudes que riñen con la Constitución y las demás leyes”, afirma el profesor universitario Werner Castillo.
La confianza se gana con actos concretos, no es una cuestión técnica, añade, y enfatiza que la desconfianza en el TSE comienza con la “dudosa procedencia de los magistrados” —al menos dos de ellos fueron señalados de haber falsificado sus títulos de posgrado para sumar puntos y ser electos—, a lo que se suman las denuncias y noticias de corrupción y nepotismo.
Anteriores tribunales “si de algo gozaban era de independencia fáctica; ahora ha sido coartada, menguada y claramente manipulada por algunos sectores”, señala Castillo.
La analista política independiente Geidy De Mata opina que el declive en la confianza de los guatemaltecos hacia el TSE también obedece a la aplicación discrecional de la ley, lo que se ha traducido en la denegatoria de inscripción de ciertas candidaturas.
Asimismo, afirma que la falta de la confianza hacia esta institución, así como en los partidos y demás instituciones, es producto de la crisis política que comenzó en 2015, con el destape de casos de corrupción que permitieron a los guatemaltecos ver los abusos que se cometían.
Según De Mata, a raíz de esas manifestaciones, la ciudadanía esperaba una transformación de las instituciones, que de alguna manera se intentó con las reformas a la Ley Electoral del 2016, pero se encontró con dos gobiernos que no resolvieron nada y que siguieron con las prácticas de administraciones anteriores.
A esto se añade la difícil situación económica que afronta la ciudadanía, que ve acrecentados los niveles de pobreza y desigualdad, expone la analista.
“El ciudadano ve menos posibilidades económicas y cada cuatro años se da un proceso electoral y no ve cambios significativos. A eso también obedece el nivel de desconfianza. El ciudadano dice ‘es más de lo mismo’”, subraya.
Para la politóloga, la intención de voto que recibió el candidato presidencial Carlos Pineda precisamente obedece a esa desconfianza de la población, ya que este ha sabido capitalizar todo ese descontento y rechazo hacia la clase política tradicional a través de un mensaje simple y al venderse como alguien ajeno al sistema.
“Él sabe que hay un sentimiento de frustración, de falta de credibilidad en la política tradicional y diseña su estrategia acercándose al ciudadano, y eso le permite sumar simpatizantes”, enfatiza.
Preocupación
Los analistas ven con preocupación los bajos niveles de confianza hacia los protagonistas del proceso electoral, aparte del TSE, los partidos políticos, alcaldes y diputados.
“El TSE establece criterios diferenciados, los partidos no presentan propuestas viables y siguen proponiendo candidaturas relacionadas con el narcotráfico y corrupción, y los diputados, al ocupar una curul, se olvidan de la población”, cuestiona la analista política Lindsay Tillit, de la organización de mujeres Alas de Mariposa.
Tillit coincide en que las problemáticas sociales no son atendidas y se acentúan los deficientes servicios de salud, educación y transporte; la pobreza y el desempleo, lo que es “un indicador de que la democracia está en peligro”.
“Si continúa esa tendencia, Guatemala se enfrentará a un estallido social, como ha pasado ya en varios países latinoamericanos”, advierte.
Actores positivos
Al explicar el porqué de la confianza hacia la Iglesia y el Ejército, los analistas coinciden en que las actividades religiosas y de fe son el refugio del guatemalteco ante tantos problemas irresueltos.
“Debido a la desesperanza, se cree que la inseguridad, por ejemplo, se va a resolver con el pensamiento de que Dios nos protege”, asevera Tillit, y opina que la confianza en el Ejército se explica porque “somos una sociedad donde el uso de la fuerza ha sido parte de nuestro constructo social” y se cree que a través de esta se pueden solucionar los problemas.
Castillo atribuye la confianza en las iglesias a que Guatemala es una sociedad conservadora que no está dispuesta a romper esquemas o a cambiar el statu quo, y “culturalmente está condicionada por cuestiones de fe”. “En función de un sistema jurídico y político tan incierto, pareciera que nos refugiamos en ella”, subraya.
Los analistas concuerdan en que construir credibilidad es una tarea que corresponde tanto a la clase política como a la ciudadanía.
De Mata opina que a raíz de la crisis política que empezó en 2015 se ha dado mucha polarización, por lo que es importante fomentar la tolerancia y el diálogo, “para construir procesos que sean sostenidos en el tiempo”.
De acuerdo con Castillo, “tenemos que confiar en la visión del país que todos queremos”. Para ello, recalca, la única forma viable es “articular todas las fuerzas vivas del país”, como el sector económico, político, académico e incluso el Ejército. Lamentablemente, precisa, el hartazgo ha causado mucha dificultad para plantear posiciones claras en función de esa visión.