A un mes del desastre, que dejó un millón 217 mil personas afectadas, 24 mil 963 sin vivienda y 25 mil evacuados, la reconstrucción anunciada por el Gobierno, aún no logra hacer que las víctimas puedan volver a la normalidad.
“En el albergue donde estoy no hay una regadera y ya tengo casi un mes de que no cocino. Entonces, como que si se le ha perdido sabor a la vida”, indicó Dorly Aguilar, mientras abrazaba a uno de sus tres hijos en un refugio de San Marcos.
Según las cifras del Centro de Operaciones de Emergencia de San Marcos, hay cinco mil 36 viviendas dañadas, y los municipios más afectados son San Pedro Sacatepéquez y la cabecera.
La Conred ha movilizado más de 630 toneladas de asistencia humanitaria, y hay aproximadamente cinco mil personas en 55 albergues que aún permanecen habilitados en Quetzaltenango, San Marcos y Sololá.
Grupos de psicólogos han trabajado con las personas albergadas para ayudarlas a superar el trauma que representaron las pérdidas materiales y un escenario de destrucción que dejó el terremoto en San Marcos y Sololá.
Clima complicado
Las penurias de los damnificados se han agravado con la llegada de la temporada fría, que también ha castigado el área occidental del país y el abrigo pasa a ser en ocasiones tan indispensable como la comida.
“Muchas familias optaron por retirarse —de los refugios—, porque las personas se han autoalbergado o han conseguido dónde vivir, ya que por más comodidades que les demos no es como habitar en una vivienda”, aseguró Gustavo Lang, de la Conred de Quetzaltenango.
Según Lang, en los 11 albergues que fueron habilitados en ese departamento se atendieron a cerca de mil 500 personas al principio de la urgencia. Ahora hay siete albergues con un promedio de 500 familias.
“En el municipio de San Juan Ostuncalco hay cuatro albergues. Es ahí donde tenemos a la mayoría de personas y cada 10 días se les abastece con una bolsa con víveres”, enfatizó.