En el primer caso, tenemos a Sofía Lucrecia Pérez, de 47 años, quien se vale de una silla de ruedas para llevar a la escuela a su hijo Jonathan Alejandro Pérez, de 21, quien padece de hidrocefalia y espina bífida.
Alejandro cursa cuarto primaria y con una sonrisa espera ansioso que sea quitado el candado del portón de la escuela y fortalecer sus conocimientos, además, de disfrutar del apoyo de sus compañeros de clases.
La valiente madre recordó que hace algunos años, su hijo estuvo hospitalizado. “Con el poder de Dios, él ha estado sano”, resaltó.
“Me dijeron que mi hijo viviría 9 meses a un 1 año, pero luego otro médico me indicó que una operación le daría más vida”, recuerda Pérez.
La madre indica que Johathan usa tres pañales desechables diario; sin embargo, su economía se ha visto afectada, por lo que compra telas en ventas de ropa usadas.
“Me levanto temprano, le arreglo la comida a mi esposo, luego miro que Alejandro y mis demás hijos lleven todo en su bolsón”, expresa. Añade que, debido a las condiciones del camino, la silla de ruedas tiene daños en una rueda, ya que deben recorrer unos 400 metros para llegar a la escuela.
Le da ánimo
“Él me anima mucho, todos los días me dice mamá te quiero, siempre me dice gracias”, dice Pérez, quien afirma que su hijo le ha dado un valor agregado a su existencia.
Mensaje a los jóvenes
Con una sonrisa y confiado en el amor de su madre, Jonathan Alejandro Pérez, indica que su deseo es ser mecánico automotriz. También pide a los jóvenes guatemaltecos a que luchen, que no se dejen vencer por la adversidad.
También a que se valoren y que sigan adelante con la ayuda de Dios, porque en algún momento nos podemos equivocar.
Abuela permanece en la escuela
Situación similar vive Clemencia Castillo, quien cuida de su nieta Angie Liliana Coronado, de 8, a quien le fue amputado el pie derecho por padecer cáncer en el hueso.
A temprana hora, Clemencia y la menor salen de su vivienda rumbo a la escuela. Con un aspecto cansado, pero optimista, la abuela coloca a la niña en un carruaje y comienza el recorrido entre bocinas y ruido de motores de automóviles; sin embargo, en un tramo la situación se complica, ya que las ruedas del carruaje se atascan entre el polvo y piedras.
Entre el bullicio de los niños que corren de un lado a otro, Angie, quien cursa segundo primaria, observa a sus compañeros, quien al igual que su abuela, le dan fuerzas para seguir adelante, ya que permanece con ella durante la jornada de clases.
Castillo recuerda que el cáncer comenzó afectar a su nieta hace tres años, “fue duro, no queríamos aceptarlo, le hicieron estudios y el diagnostico era el mismo”, manifiestó.
Dijo que, según el diagnóstico actual de los médicos, la enfermedad es genética. Actualmente la paciente está en tratamiento con medicamento.
Motivación
“Me motiva el amor a mi nieta. Además, apoyo a mi hija, porque lleva el sustento al hogar”, resaltan la abuela, mientras mira con esperanza a la menor, cuya madre trabaja para sacarla adelante.
“El amor lo dejó Dios para que amemos al prójimo. Les digo a los padres de familia y abuelos a que tomen conciencia, ya que los nietos son su sangre”. “No me daré por vencida, hasta que Dios diga hasta aquí”, afirmó.