La violenta erupción es catalogada por expertos vulcanólogos como el peor desastre natural en la historia reciente de Guatemala.
La Sala de Prensa Mormona de Guatemala documentó la tragedia de varios de los miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, entre ellos, la familia de Ignacio. Adela Sagastume Peña cuenta en la nota la odisea que vivió la familia de este hombre el día de la erupción.
La tarde de ese domingo, una llamada telefónica salió de San Miguel Los Lotes, Escuintla. Carmelina se comunicó con su esposo Ignacio hasta Quetzaltenango, en donde trabaja, y le dijo que habían quedado atrapados por el material volcánico.
“Una llamada telefónica fue suficiente para despertar una sensación de pánico y desesperación”, describió Ignacio en la entrevista y explicó que nunca se había sentido tan angustiado.
El relato de su esposa acerca de la magnitud del desastre dejó sin palabras a Ignacio, quien se tuvo que sujetar a un poste del tendido eléctrico para no desmayarse con la noticia. El hombre sintió miedo e hizo una oración solemne y ferviente: “Padre celestial, en tus manos encomiendo a mi familia”, refiere la información.
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Del otro lado de la línea, su esposa gritaba. Ignacio escuchaba desesperado; sus hijos querían despedirse de su papá, pensaban que iban a morir.
Ignacio recuerda que su esposa le decía que habían utilizado el agua de un recipiente para mojar cobijas y sus piernas porque de esa manera ellos podrían soportar el abrasador calor que los atrapó.
Ignacio pensó: “¿qué va a ser de mí el día que yo me quede solo?”.
Carmelina aún en la llamada le relató a su esposo que Karla, de 10 años y Yordi,13, corrían al refrigerador en busca de líquidos, incluso aguas carbonatadas, para echarse sobre el cuerpo y apaciguar el calor intenso del material volcánico que inundó la vivienda.
Ignacio cuenta cómo entre gritos él escuchaba la voz de sus hijos que manifestaron: “Papá, ya no nos vamos a ver nunca”.
El hombre, sin saber qué hacer, les respondió; “Yo sé que alguien va a rescatarlos”.
15 minutos antes de las 15 horas.
A las 14:45 horas, justo después de regresar a su casa de una conferencia de la Iglesia, entre gritos, Carmelina suplicó desesperada a sus vecinos que los rescataran. Los López Zamora habían quedado atrapados por la nube incandescente y mortal.
Carmelina también se comunicó con la esposa de Alvin Juárez, presidente del grupo religioso de Escuintla, y le suplicaba que los rescataran, pues la casa ya estaba rodeada por el material volcánico. Juárez reaccionó y llamó a Maugdo Vásquez, otro líder de la comunidad y coordinaron para ir al rescate de las personas necesitadas y buscar a los integrantes de su iglesia.
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Juárez y Vásquez, quienes horas antes impartieron una conferencia acerca de socorrer al necesitado, intentaron ingresar en la zona de desastre; sin embargo, la arena caliente superó todo poder humano por avanzar.
Mientras la tragedia se acentuó en las faldas del coloso, en Xela, Ignacio transbordó varios buses para regresar cuanto antes a San Miguel Los Lotes y buscar a su esposa y sus hijos.
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Fue un milagro
Carmelina dijo que lo que vivieron fue un milagro. Recordó que el material volcánico ingresó a la vivienda y ellos se fueron a un cuarto y se subieron a la cama a esperar lo peor, pero la lava no llegó hasta allí; sin embargo, en otros ambientes de la vivienda el material llegó hasta el techo.
Mientras Ignacio iba de regreso, recibió otra llamada de Carmelina, quien le dijo que un joven vecino, de nombre Nicolás, los había rescatado y que ella y sus hijos estaban de camino al hospital.
Carmelina está muy agradecida, porque a pesar de que sus hijos tuvieron quemaduras en los pies, fue poco el daño en comparación al de la mayoría de sus vecinos, pues no sobrevivieron. “La paz que uno recibe en el templo”, dice Carmelina, “nos fortalece en los tiempos difíciles”.
Finalmente, Ignacio se reunió en un albergue cercano a la cabecera departamental, Escuintla, mientras sus hijos reciben tratamiento especial en un hospital cercano. Todos los miembros de la familia López Zamora se encuentran estables y esperan con ansias el poder reunirse nuevamente.
Ignacio comparte, “Estoy agradecido con Dios, porque solo él puede realizar estos milagros”; su testimonio del poder de la oración ferviente ha sido fortalecido, y se siente muy agradecido por el apoyo recibido.
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Actualmente, Ignacio se encuentra en un albergue provisional en el edificio de la iglesia en Escuintla, cerca del área de la tragedia.
“Los milagros siguen ocurriendo, en diferentes escenarios, en diferentes tiempos y a diferentes personas, de acuerdo con nuestras necesidades y nuestra fe. Carmelina, Ignacio, y sus hijos podrán siempre tener en su corazón el sentimiento de ser uno de los milagros en medio del fuego”, concluye el reportaje.
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