El dictador dominicano ayudó “con armas y dinero” al entonces coronel guatemalteco Castillo Armas en el derrocamiento del Gobierno de Jacobo Árbenz en 1954, víctima de una operación encubierta de la CIA.
Una vez Castillo Armas ascendió al poder, Trujillo le exigió que lo condecorara con la Orden de Quetzal, que le organizara un recibimiento multitudinario en Guatemala y le entregara varios exiliados dominicanos enemigos del régimen, a lo que este se negó.
En venganza, Trujillo urdió un plan y envió a Guatemala como agregado militar de su gobierno al siniestro jefe de la policía secreta Johnny Abbes, quien junto a un ala del Ejército guatemalteco, llevaron a cabo el magnicidio.
Así lo asegura Tony Raful en su obra, fruto de una investigación “completa, minuciosa y sustentada en elementos probatorios, inequívocos”, según dijo en sus declaraciones.
El asesinato, explicó el político y escritor dominicano, no ha sido sancionado porque “todas las pruebas comprometedoras fueron borradas por el oro corruptor” de Trujillo, ajusticiado por un grupo de dominicanos el 30 de mayo de 1961.