Durante el invierno se preguntan cómo sobrevivirán una temporada más, si tendrán que desalojar para evitar un desastre mayor, como la muerte de un ser querido.
Wilver Garrido echó raíces hace más de 10 años en la aldea El Manzanote, Palencia, hasta que el pasado 6 de septiembre una grieta de grandes dimensiones atravesó su casa y lo obligó a buscar de emergencia, junto a su familia, otro lugar donde ponerse a salvo.
Esta es su historia y nuevo hogar provisional:
Efectos a largo plazo
Aunque la migración es un derecho para todas las personas, una de las causas de esta es que la falta de oportunidades económicas y sociales genera un impacto psicológico. Cuando un desplazamiento se da de forma repentina, como en los casos antes mencionados, según la psicóloga de la Liga Nacional de Higiene Mental, Ángela Reyes, el impacto es mayor porque lo que prima en la decisión de moverse de lugar es el instinto de supervivencia.
Según Reyes, muchas de las emociones permanecen tiempo después de la evaluación, incluso cuando se regresa a casa, pues no se le presta atención a la salud mental de los damnificados. “A largo plazo se genera depresión, culpabilidad y desesperación porque pueden presentarse cuestionamientos por las pérdidas económicas o humanas”, advierte.
De acuerdo con Reyes, una forma de ayudar a los damnificados para afrontar esta situación es ser empáticos y tratar de entender que para las personas es difícil abandonar sus hogares. “Además de ser solidarios, hay que tratar de colocarse en la vivencia de estas personas y analizar cómo actuaríamos nosotros si nos tocara dejar el lugar donde están nuestros recuerdos, raíces, y donde veíamos cumplir nuestros sueños”, agrega.
Salir de una casa no solo es perder algo material, sino perder seguridad y colocarse en una situación vulnerable de la que no se tiene certeza cuándo va a terminar.