Ambos fueron devastadores para la infraestructura de las ciudades afectadas, aunque en la cantidad de víctimas mortales hay una diferencia abismal. En Japón, suman poco más de 60 muertos hasta ahora, mientras que en el país fueron 23 mil.
El epicentro del terremoto en Japón, según el Servicio Geológico de Estados Unidos y la Agencia Meteorológica japonesa, fue en el noreste de Anamizu, en la prefectura de Ishikawa, y tuvo una profundidad de 10 kilómetros.
Mientras que el de Guatemala fue cerca del municipio de los Los Amates, Izabal, en la parte de la falla del Motagua, a 5 kilómetros de profundidad.
El terremoto en el país aquejó a Chimaltenango, principalmente, donde se registró la mayor cantidad de fallecidos, además de Guatemala El Progreso, Chiquimula, Huehuetenango, Sacatepéquez, Sololá e Izabal.
Una de las primeras similitudes de los terremotos es la magnitud, que alcanzó los 7.6, indica Enrique Molina, sismólogo investigador del Centro de Instrumentación y Registro Sísmico del Instituto de Investigaciones de Ingeniería, Matemáticas y Ciencias Físicas de la Universidad Mariano Gálvez.
En cierta forma, añade Molina, el temblor de Japón fue bastante raro por la zona donde ocurrió. En la frontera entre Japón y China. Muy cerca de la costa.
“La falla está mar adentro, relativamente cerca. Acá en Guatemala la falla del Motagua nos atraviesa y tiene algunas similitudes con la de Japón. Fue muy parecido a 1976”, explica.
Lo segundo, añade, que el epicentro ocurrió en costas de ambas naciones. Lo tercero, los fenómenos que ocurrieron durante la actividad sísmica fuerte como la licuación de arenas.
“La licuación de arenas ha ocurrido en Guatemala. Ha habido menos casos porque no tenemos esa gran costa. Japón es una isla. Lo interesante de eso es que depende de las condiciones geológicas del lugar, las condiciones del terreno, aspectos que se pueden conocer de antemano”, explica Molina.
Según él, un geólogo puede evaluar si en alguna zona tiembla, puede anticipar que podría ocurrir licuación. “Lo que más determina esto es en suelos arenosos, en donde el agua está cerca, el agua subterránea, el manto freático, o cerca de ríos, playas y lagos”, indica.
Molina recuerda para que para el terremoto de 1976 el muelle de Puerto Barrios, Izabalse dañó por esta razón. “Se fue un tercio de esa estructura en 1976 producto de la licuación de arenas”, expone.
Prevención
Para Molina los daños en Japón son relativamente pocos. “Ellos tienen una tradición, una cultura de prevención. Los japoneses se han preparado para este tipo de eventos. Lo más importante es la planificación urbana, del uso del suelo, no solo con fines económicos, sociales, sino tomando en cuenta todos los peligros naturales”, argumenta el especialista.
“Los japoneses lo hacen muy bien. La obra civil, las casas, los edificios tienen estándares muy altos para que sean sismorresistentes, que puedan soportar temblores”, opina.
Molina aclara que lo de predecir temblores o terremotos ni ellos pueden hacerlo, pero sí están a la punta en el desarrollo de técnicas para reducir los efectos de los temblores”.
Una investigación de la empresa internacional Miyamoto, dedicada a servicios de ingeniería estructural y manejo de riesgos de desastres, calculó que un terremoto de gran magnitud en Guatemala podría ocasionar daños moderados y extensos en 30 mil 300 estructuras, que equivaldrían a 6 millones 500 mil metros cuadrados en una zona investigada de 20 kilómetros cuadrados que abarca la Ciudad de Guatemala y Mixco.
El daño estructural producto del terremoto, según el estudio, podría alcanzar un volumen de escombros de 3 millones 700 mil metros cúbicos.
El análisis agrega que las repercusiones humanas serían igual de graves. De ocurrir el sismo, se calculan unas 2 mil 400 víctimas mortales de día y mil 800 de noche. Los heridos serían unos 19 mil 100 durante el día y 14 mil 200 de noche. A esto se debe agregar un aproximado de 115 mil personas desplazadas.
Estos datos aparecen en la Evaluación Probabilística de Riesgo Sísmico en el Área Metropolitana de la ciudad de Guatemala, estudio que ha pretendido dotar un panorama sobre los riesgos y posibles daños que suscitaría un terremoto en la capital del país.
Molina explica que en Guatemala durante 500 años ha temblado y va a seguir temblando. “Sabemos dónde están las fallas y donde ocurrirán esos temblores, pero se debe hacer algo más que prevenir”, relata.
Para él es necesario hacer “una evaluación de la amenaza sísmica, a partir de allí, tomando en cuenta de lo que hay en una zona expuesta, hacer un inventario de las casas y edificios. Se puede tener estimación de qué daño pueden esperar”.
“Lo más importante es la planificación. Dónde permitir construir y dónde no. Donde irá una escuela, casas u hospitales”, comenta.
Devastador
Victor Carol Hernández Monzón, coordinador de la maestria de ingenieria estructural y sismorresistente del Centro Universitario de Occidente de la Universidad de San Carlos (USAC-CUNOC) explica que el terremoto del 1976 en Guatemala (al igual que el de Japón) se dio en la frontera de la placa de Norteamérica, solo que en conjunto con la del Caribe (en los Amates, Izabal).
“En aquel entonces la profundidad hizo que los daños fueran mucho más devastadores, ya que se tienen registros que la misma se produjo 5 kilómetros. Eso hizo que las pérdidas humanas y de infraestructura fuera muy devastadoras para el caso de Guatemala”, explica Hernández.
Añade que sumado a esas condiciones, el sistema constructivo de aquel entonces para Guatemala se usaba mucho adobe. “Hoy esa práctica, a pesar de que sucedió este problema, en algunas partes del Occidente aun se sigue utilizando por la precariedad en los recursos de nuestra población”, indica.
“Si lo comparamos con Japón los daños causados en pérdidas humanas fueron menores, pero porque ellos tienen una mejor tecnología -sistemas de disipación de energía- y además se regulan a través de normas que se cumplen o se cumplen”, manifiesta.
El especialista manifiesta que “en el país falta mucho por hacer dado que solo existe un acuerdo gubernativo de Conred a nivel de la utilización de las Normas de Seguridad Estructural las cuales han sido divulgadas, pero aún no existe una consciencia y politica gubernamental que obligue a todos a usarla”.
Placas tectónicas
Según el Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (Insivumeh) el territorio nacional está repartido en tres placas tectónicas.
“La de Norteamérica, Caribe y Cocos. Los movimientos relativos entre éstas determinan los principales rasgos topográficos del país y la distribución de los terremotos y volcanes”, explican.
Según el ente científico el contacto entre “las placas de Norteamérica y Caribe es de tipo transcurrente. Su manifestación en la superficie son las fallas de Chixoy-Polochic y Motagua”.
“El contacto entre las placas de Cocos y del Caribe es de tipo convergente, en el cual la Placa de Cocos se mete por debajo de la Placa del Caribe (fenómeno conocido como subducción). Este proceso da origen a una gran cantidad de temblores y formación de volcanes. El contacto entre estas dos placas está aproximadamente a 50 Km. frente a las costas del Océano Pacífico”.
A su vez, exponen en su sitio oficial, estos dos procesos generan deformaciones al interior de la Placa del Caribe, produciendo fallamientos secundarios como Jalpatagua, Mixco y Santa Catarina Pinula, etc.