Mientras no haya una inmunización masiva el virus sigue circulando y hacerse pruebas es imprescindible, pero tampoco hay.
Prensa Libre efectuó un recorrido en cinco centros de la capital identificados para hacer pruebas de covid-19, pero solo en uno realizaban los test.
El primer lugar visitado fue el centro de salud ubicado en la colonia Justo Rufino Barrios, zona 21. Como el Ministerio de Salud identifica el centro para hacer prueas de coronavirus había gente buscando la atención, pero la noticia que recibían es que se habían acabado y solo habían kit de medicamentos para repartir.
En el centro de salud El Bebedero, en el kilómetro 10.8 ruta al Atlántico, zona 18, tampoco hay pruebas, pero porque no hay personal suficiente para hacerlas, explica Raschel Conwán Milián, salubrista del lugar.
Ahí solo cuentan con una médica que hace prueba de papanicolaou, consultas médicas y otros procedimientos. Además, deben atender a los niños y su esquema de vacunas.
“Nuestro espacio no da para tener un centro de pruebas covid-19. No tenemos el espacio, ni el personal y tampoco un laboratorio para procesarlas. Estamos hacinados en este lugar”, indicó.
“No hemos suspendido nuestros servicios y siempre hemos tenido atención al usuario. Tuvimos nuestras dificultades, porque algunos integrantes del personal se infectaron de covid. Como ustedes saben, cuando se decía covid todo el mundo se alarmaba, pero ahora existe un poco más de costumbre. Tuvimos personal suspendido 15 días”, dijo.
Centros respiratorios
Hasta el miércoles, en el centro respiratorio ubicado en la estación de Bomberos Municipales de la Avenida Petapa y 53 calle, zona 12, se informaba que no tenían test desde hace seis días.
En otros casos, como en la colonia Atlántida, zona 18, la unidad móvil para atender pruebas de covid fue trasladada hace más de un mes a otro lugar y quien necesita pruebas debe buscarlas en otra zona.
La frustración de los guatemaltecos crece porque no avanza el proceso de vacunación y las pruebas de covid escasean.
En busca de pruebas
El hacerse una prueba de covid, a estas alturas de la pandemia no necesariamente es por saber si se tiene la infección, sino para demostrar que no se tiene.
Algunas empresas, comenta Luis Linares, analista de temas laborales en la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asíes), pueden considerar como prevención para evitar la propagación del virus exigir una constancia negativa, sin embargo, no debe ser una condición para contratar a alguien.
“El Estado debería tener la capacidad que quien necesite hacerse la prueba se la haga porque la enfermedad es un riesgo de salud pública y tiene que minimizarse su propagación. Tampoco puede condenarse a las empresas que la pidan, pero el aspirante al trabajo no puede costearlas porque valen alrededor de US$60”, añade.
Juan Carlos Zapata, de la Fundación para el Desarrollo de Guatemala (Fundesa), reconoce que las pruebas siguen siendo importantes y el sector privado ya apoyó en una etapa de la pandemia, pero las alianzas público-privadas podrían ser un camino para mejorar la atención.
Zapata refiere que en junio del 2020, el 60% de las pruebas que se hicieron en esas fechas fueron donadas por Fundesa. En noviembre finalizaron el aporte cuando el gobierno ya empezó a comprar en forma directa porque hubo más oferta, bajaron los precios.
¿Qué piensan los guatemaltecos?
Puerto Barrios, Izabal
Salvador López, 75 años “Mal, mal, mal lo ha manejado. Solo mentiras; que si viene tal día, que si viene el otro”. Salvador López, a sus 75 años, tiene un taller de costura en el mercado Revolución, cerca del centro de Puerto Barrios. Por edad ya podría haberse vacunado. De hecho, ya lo llamaron, pero no pudo asistir. “Estaba bajo tratamiento, medicado por una infección de oído”. A diferencia de otros coetáneos suyos en la cabecera departamental de Izabal, don Salvador ansía recibir su dosis. Precisamente por ello es por lo que reclama el pobre accionar del gobierno: “yo me doy cuenta del problema: aquí no hay vacunas, y la culpa la tiene, toda, el presidente Giammattei”. A diferencia de otros vecinos entrevistados por Prensa Libre, López asegura que es a través de los medios informativos que él se entera sobre el acontecer alrededor de las vacunas.
Carlos Humberto Pazos y Pazos, 68 años. A cinco kilómetros de Puerto Barrios se encuentra Santo Tomás de Castilla, una de las principales poblaciones de Izabal y hogar de Carlos Humberto Pazos y Pazos, jubilado. Tomó un taxi hacia la cabecera para poder vacunarse en el polideportivo del parque Reina Barrios. Nadie lo llamó. “Decidí ir porque vi que muchos ya se la estaban poniendo”. Pazos cuenta que había decidido no recibir la vacuna, pero que, al ver que a sus conocidos no les provocaba nada, se le quitó el miedo. Lo que no ha perdido es la indignación por el manejo del gobierno: “escucho que las vacunas están venciendo, y eso no puede ser, no debe ser así. Una cosa vencida no tiene validez, y si se la ponen a uno, capaz que hasta peor le hace. Capaz que hasta lo mata”.
El Progreso
Paola Tomás Miranda, 22 años. Por edad, Paola Tomás Miranda está muy lejos de ser elegible para la vacuna. Su oficio tampoco la ubica como personal de primera línea, pues atiende un puesto de ropa interior en el mercado de Guastatoya. Con tal panorama por delante, su frustración por la dejadez gubernamental de cara a la adquisición de vacunas es fuerte: “Hay una deficiencia, una falta de atención total. Ahí está trabajando mal el Estado. El ministerio tiene mucho que ver. Lo mejor es vacunarse, y si no nos preocupamos por la salud de nosotros mismos, el gobierno menos”. Sobre las noticias que les llegan respecto a vacunas próximas a vencer, opina que “si ya hay vacunas, no tiene sentido guardarlas”.
Juan Carlos Vargas, 45 años. “Solo aquí en Guatemala estamos miles y miles de personas a las que aún no nos vacunan”. Juan Carlos Vargas es agricultor en una aldea de El Progreso, pero pasa mucho tiempo en Guastatoya. Sabe que están vacunando, nada más, a los mayores de 65 años, y cree que el ritmo es demasiado despacio “como para pensar sobre cuándo me va a tocar”. Dice que su principal medio de información es la televisión. “Al principio de la enfermedad se escuchaba ahí que todo iba muy rápido, pero ¿ahora ? El gobierno, pienso, debiera agilizar mucho si quieren que todos nos pongamos la vacuna, que es para beneficio del país”.
Alta Verapaz
Gustavo Itzep, 40 años. “Es prioridad de ellos. ¡Nosotros pagamos nuestros impuestos!” En una de las calles comerciales de Cobán, Alta Verapaz, Gustavo Itzep tiene una ferretería desde que expresa todas las dudas e inconformidades que la gestión estatal sobre las vacunas le generan. “Tiene que haber una información más completa”, dice Itzep en dos sentidos; primero, el porqué de solo vacunar a algunas personas: “¿Será que por nuestra edad no necesitamos la vacuna? Yo veo que a todas las edades les puede dar, pero solo vacunan a los mayores”. Luego, sobre la lentitud para adquirirlas: “es cierto que tarda la fabricación, pero creo que el estado tiene dinero de sobra. ¡Tienen que ir más rápido!”
Joaquín Alvarado García, 41 años. “Entendemos la situación económica del país” -comienza Joaquín Alvarado, comerciante cobanero- “pero no es suficiente”. Su principal crítica es sobre cómo las autoridades han fallado en comunicar correctamente qué pasa con las vacunas. “Yo me entero por la tele o las redes sociales, pero hay comunidades en las que no tienen ni radio”, continúa. Para él, es fundamental que el gobierno cambie la estrategia en las zonas rurales. “Deberían formar un equipo e ir a informar casa por casa. Tienen que registrar a esa gente, contarles porque, si no, no nos vamos a poder vacunar todos”.
Denis Cheng, 28 años. Denis Cheng vende artículos de ferretería en Cobán. Con la pandemia tuvo que cerrar varios meses. “El negocio bajó un montón, y me cuesta recuperarlo”, dice con resignación, sobre todo porque no ve que la situación en Guatemala esté tomando buen ritmo: “mire otros países, mire El Salvador. Ellos ya están vacunando a casi toda su población. Aquí, en cambio, es como si no estuviéramos en tiempos de pandemia”.