El terremoto de 7.6 grados se registró hace 45 años con epicentro en Los Amates, Izabal y con una profundidad de cinco kilómetros.
Este 4 de febrero es recordado por los guatemaltecos como aquel día trágico que dejó más de 23 mil muertos y destrucción en Guatemala.
En medio del simulacro, en el que participaron Bomberos Voluntarios, Municipales, Cruz Roja, Ejército, la Municipalidad capitalina y la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred), surgieron historias de socorristas que narraron lo vivido aquella madrugada.
Una de estas historias es la de José Luis Ambrosio Guzmán, mayor de tercera clase de los Bomberos Municipales. Recordó que cuando ocurrió el terremoto tenía 22 años y dos años de ser bombero municipal.
Ahora tiene 67 años e indicó que los primeros minutos luego del terremoto fueron los más impactantes para él, pues estaban confundidos y no lograban entender qué era lo que había ocurrido.
Al menos cinco días junto a sus compañeros estuvo buscando entre los escombros a víctimas mortales. En las primeras 48 horas de búsqueda localizaron vivas a algunas personas.
No olvida la oscuridad que había luego de la tragedia y la gente pedía auxilio, pero aún no comprendían la magnitud de la tragedia.
José Luis Ambrosio
Nestor Adán Cruz Chavarría, de 50, quien ahora es operador de medios de transmisiones militares e integrante del batallón humanitario y de rescate del Ejército, indico que tiene 31 años de servicio.
Tenía 6 años cuando ocurrió el terremoto de 1976, vivía en Purulhá, Baja Verapaz, donde recuerda que las piedras tronaban entre los cafetales y desalojaron su vivienda para salvaguardarse.
“Para nosotros recordar esto es de mucha tristeza por todo lo que pasó en el país”, manifestó Cruz, quien recuerda que a una vecina le cayó una roca en unos de los pies y hasta la fecha se ve afectada.
Adán Hidalgo, oficial uno de Bomberos Voluntarios, indicó que tenía 11 años cuando ocurrió el terremoto. Ahora tiene 56 años, el día de la tragedia vivía en Monserrat 1, en la zona 4 de Mixco.
A él y sus hermanos sus padres los sacaron de su vivienda hacia la calle y su mamá se las ingenió para ingresar al inmueble a traer pantalones y suéteres para protegerse. Al amanecer quedó al descubierto la magnitud de la tragedia.
Recordó que la unidad de los vecinos fue vital para superar lo sucedido, pues entre todos se compartían lo poco que había.
Otro de los relatos es el de Gloria Hernández, ingeniera industrial desde hace más de 25 años, y 6 de ser socorrista de la Cruz Roja Guatemalteca.
Ahora tiene 57 años y para el terremoto vivía en el cerrito del Carmen, en la capital.
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“Fue una situación muy triste, mis vecinos perdieron sus casas”, externó.
Recordó que su mamá les indicó, “levántense, póngase suéter y afuera los estoy esperando”. Su casa quedó intacta, y entre lágrimas recordó que al salir a la calles vio muchas casas derribadas.
“Fue una situación muy triste, mis vecinos perdieron sus casas”, externó.
Pernoctaban en un área verde de su casa, donde las réplicas del sismo eran sensibles.