Vian recordó con nostalgia que junto a sus hermanos estudiaron en el Colegio Salesiano Don Bosco, en la Ciudad de Guatemala. Entre juegos y alegría transcurrían las tardes de su infancia.
El deseo por llegar a ser sacerdote empezó desde muy joven, porque admiraba la vocación de servicio y el cariño que los padres salesianos entregaban a los jóvenes y los exhortaban a que fueran hombres con educación y valores.
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El seminario
Monseñor Vian comentó que fue privilegiado al conocer a buenos compañeros que siempre lo apoyaron en sus estudios, sobre todo para seguir adelante en el camino de santidad.
Su ordenación sacerdotal fue un 15 de agosto de 1976, el año del terremoto, y coincidió con la inauguración de la Iglesia María Auxiliadora en la Zona 11, donde junto a otros cinco jóvenes fueron ordenados el mismo día.
Al cumplir los 40 años de sacerdocio se reencontraron los seis sacerdotes que empezaron su camino en aquel entonces.
Luego continúo sus estudios en Panamá, por dos años, después de eso viajó a Roma junto a cuatro compañeros con quienes se ordenó y regresaron a Guatemala a formar a nuevos sacerdotes en el Teologado Salesiano.
Óscar Julio Vian educó por años a varias generaciones de jóvenes tanto en colegios salesianos de Guatemala, como en Honduras, El Salvador, Panamá y Nicaragua.
Su camino como arzobispo
Para llegar a ser obispo, Óscar Julio Vian, estudió en Petén, y su ordenación episcopal, fue en mencionado departamento del norte del país, hasta donde llegó el presidente de ese entonces, Álvaro Arzú, luego de la inauguración de una carretera.
Para Vian una de las situaciones más duras de su vida, fue pasar a un campo distinto, fue dejar el trabajo de educación, es ahí cuando afirmó que era educador por vocación y obispo por obediencia.
Vivió en Petén 10 años, y anduvo por la selva, visitando todo el departamento, aldea por aldea, por lo que pasó por situaciones difíciles, algunos días sin comer, durmiendo en el suelo, pero logró adaptarse, conoció a la población de cerca.
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Después de esa etapa recibe la noticia que el Papa lo había nombrado obispo de los Altos, y así fue como llegó, las personas lo recibieron con cariño en Quetzaltenango, Totonicapán, los mismos sacristanes le dijeron que ahí lo iban a enterrar.
A los tres años, llegó el otro llamado, y lo trasladan a Ciudad de Guatemala, una de las arquidiócesis más grandes, donde impulsó la nueva pastoral como lo mandó el Papa Francisco.
Creyente de la juventud
Monseñor Óscar Julio Vian, trabajó de cerca con los jóvenes, era lo que más le gustaba hacer, pero también trabajaba de cerca con los padres.
Uno de sus privilegios era poder escuchar a los jóvenes, estar presente para ellos y sobre todo apoyar a aquellos sacerdotes que trabajaban con la juventud.
“Jóvenes aprovechen su juventud, para entusiasmar al mundo que esta mal educado. Cambien Guatemala, ustedes con su alegría con la vida espiritual que pueden tener, traten de darse a los demás, no sean egoístas, no sean amargados, no busquen lo material. Guatemala necesita gente nueva, sangre nueva, ¿cuando vamos a quitar la miseria y la pobreza?”
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