Entre los pacientes de la clínica está Astrid Alicia Hernández Rivas, de 7 años. Tiene tres semanas de asistir todos los días a rehabilitación; la piel de sus piernas y pies, poco a poco se recuperan.
El 3 de junio, cuando el Volcán de Fuego hizo erupción, la niña estaba con su abuela en San Miguel Los Lotes, Escuintla. Su madre, Floridalma Hernández, trabajaba en la Antigua Guatemala, y al ver a la distancia la nube negra que salía del coloso se comunicó con su madre a las dos de la tarde. “Todo está bien acá, solo se escuchan los truenos del volcán”, le dijo.
Dos horas después, Floridalma recibió una llamada telefónica. Su madre, su hijo de dos años y sus hermanos, fueron alcanzados por la erupción.
Astrid logró escapar. “Cuando iba corriendo, el vapor que salía de la nube negra le quemó la carita, los brazos, la cintura y sus pies”, indica Floridalma.
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La niña fue trasladada a la Unidad de Quemaduras Pediátricas del Hospital Roosevelt donde la internaron por 20 días. Allí también se atendió a otros 11 menores, víctimas de la erupción.
Según Lourdes Santiso, jefa de la unidad, Astrid tuvo “quemaduras de espesor parcial y algunas de tercer grado, por lo que requirió injertos, especialmente en los pies”.
Durante el tiempo que estuvo hospitalizada, Floridalma tomó valor para decirle a la niña que sus familiares habían fallecido. Por el momento, aún hay siete personas desaparecidas de su núcleo familiar.
“Hace casi un mes enterré a mi hijo, a mi mamá y a mis hermanos no los hemos encontrado. Varias veces fui a la zona cero para buscarlos, escarbamos bastante pero no hallamos sus restos”, dice, sin poder ocultar el dolor que lleva por dentro, pero contar su historia, agrega, le ayuda a sanar la herida.
Hora de la terapia
Astrid ahora está en rehabilitación diaria durante 45 minutos.
“Ya no me duele mucho. Me ponen a caminar, a hacer ejercicio”, dice, mientras toca su muslo derecho: “Aquí me quitaron -piel- para el injerto”.
Como parte de la terapia, las encargadas hacen masajes sobre la zona quemada, además de ejercicios para recuperar la fuerza en las extremidades, pues no solo se trata de recuperar la piel, sino de mantenerla elástica y dale hidratación para evitar contracturas.
También se coloca a los niños prendas de presión, para reducir las cicatrices, así como férulas, que ayudan a inmovilizar la parte afectada.
De acuerdo con la fisioterapista Amparo Hidalgo, la evolución de Astrid es satisfactoria. Cuando llegó su mirada era triste y con miedo, y a poco más de un mes de la tragedia y de estar en rehabilitación, sonríe y reparte abrazos. El cambio en su comportamiento es producto de las terapias psicológicas que también recibe en la clínica.
“Cuando mi hija termine la rehabilitación nos iremos a la Antigua”, menciona la madre, pues ahora están alojadas en la Casa Ronald McDonald, cerca del hospital.
Cifras a nivel nacional
En Guatemala ocurren al menos 50 mil casos de quemaduras al año, la mayoría son niños menores de 4 años, de familias de escasos recursos. Unos 300 menores fallecen por la gravedad de las heridas, según la Fundación para niños quemados de Guatemala, que apoya a la Clínica de Quemaduras Infantiles, y para continuar con esta labor se realizará una carrera benéfica este 12 de agosto.
El derrame de líquidos calientes representa el 15% de las quemaduras en niños, igual porcentaje se reporta en daños ocasionados por fuego. Los accidentes con electricidad de alto voltaje abarcan el 8%. La cuarta causa de quemaduras son los accidentes ocasionados por fuegos artificiales.
Actualmente, las quemaduras pediátricas constituyen el 20% de las consultas por trauma pediátrico en los hospitales públicos.
Emma Barrios, de 2 años y seis meses, entra en dicha estadística. Ella resultó con quemaduras en el rostro y cabeza cuando accidentalmente le cayó aceite hirviendo.
Estuvo internada durante 26 días, y en ese tiempo curaron sus heridas y le hicieron dos injertos en la cara y varios en la cabeza.
“Está recibiendo rehabilitación desde que salió del hospital, le daban citas dos veces por semana y la trataban psicólogas, recibía masajes y curaciones. Ahora venimos cada dos meses”, refiere la madre de la menor.
Emma es juguetona e inquieta; sin embargo, no se quita la máscara que lleva en el rostro, la cual está elaborada en un material termo plástico que ayuda a hacer presión sobre las cicatrices, a la hora de dormir, le colocan una de tela.
Hidalgo menciona que las consultas y el servicio es gratuito en la clínica, donde se atiende a pacientes hasta los 18 años de edad.
En promedio el tratamiento que recibe de cada niño tiene un costo de US$250 por día.
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