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Necesaria investigación científica es desatendida

El poco  presupuesto y la falta de oportunidades son los principales problemas para el país.

Pese a que la investigación científica en el país afronta dificultades, Guatemala tiene definido hacia donde enfoca sus esfuerzos en el tema.

Pese a que la investigación científica en el país afronta dificultades, Guatemala tiene definido hacia donde enfoca sus esfuerzos en el tema.

Cuando Guatemala busca en su memoria aportes científicos surgen nombres como el de Federico Lehnhoff, que en 1915 desarrolló el sulfarsenol, medicamento útil en el tratamiento de la sífilis congénita infantil. El de Ricardo Bressani, el bioquímico que en 1959 lideró el equipo de investigadores que creó la fórmula de la Incaparina, suplemento importante para combatir los problemas de malnutrición en la población.

Más recientemente, en 1980 el investigador Fernando Mazariegos con su Ecofiltro, el purificador de agua de bajo costo empleado en países de África, Asia y América.

¿Cuánto invierte el país en investigación? Según la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), Guatemala invirtió el 0.045 por ciento de su Producto interno Bruto (PIB), lo cual es bajo, pues el estándar internacional es de 2.1 por ciento.

Este porcentaje explica por sí solo sus debilidades en formar y retener recurso humano, no digamos contar con instalaciones adecuadas como laboratorios equipados. Y claro, esto no seduce a que los jóvenes busquen este tipo de formación.


Contra estas dificultades el país trabaja en tres líneas de investigación: Medio ambiente, seguridad alimentaria y salud. “Cuando hay pocos recursos es clave enfocar la investigación hacia las prioridades nacionales y tratar que esta se divulgue apropiadamente para promover la toma de decisiones basada en evidencia”, dice Mónica Stein, decana del Instituto de investigación de la Universidad del Valle de Guatemala (UVG).

Aún con sus limitaciones, los investigadores cofían en sumar nuevos aportes científicos. Como los de Lehnhoff, Bressani y Mazariegos.

Los Desafíos

Evelyn Juárez es Administradora de Empresas con especialidad en Finanzas. Su trabajo no gira en torno a hojas de cálculo o balances, más bien en fomentar el desarrollo científico en jóvenes con ideas brillantes para que el fruto de sus investigaciones tengan un impacto positivo en la población del país.

“Conocer personas dedicadas a la ciencia me ha hecho comprender que todo el conocimiento científico se usa para el desarrollo de los países y comunidades. Es un punto de encuentro para colaborar con lo que sabemos”, explicó.

Juárez trabaja para Enactus Guatemala, una organización internacional que busca unir los esfuerzos de empresarios, estudiantes universitarios, catedráticos y comunidades para elevar el nivel y calidad de vida del país a través del emprendimiento y estudios científicos. Iniciativas como esta existen porque, precisamente, el país afronta una serie de problemas que dificultan la labor investigativa.

El principal valladar es la poca asignación de recursos. En el 2017 el Gobierno asignó Q33.4 millones a la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología (Senacyt).

Gerardo Arroyo, jefe de la Dirección General de Investigación de la Universidad de San Carlos, aseguró que está demostrado que el rédito es alto para aquellos países que invierten en investigación científica y tecnológica.

“Cuando se hace una gráfica y se pone la inversión en el eje de la Y y desarrollo humano en la X es una línea recta ascendente, quien más invierte tiene mejores indicadores de desarrollo humano”, aseguró Arroyo.

En países como Guatemala es común dejar en segundo plano la investigación científica, pues genera beneficios a largo plazo, y generalmente acá se buscan soluciones inmediatas. El experto indicó que es necesario que el Gobierno fije planes de investigación entre la universidad y sus dependencias y recalcó que en este momento “existe comunicación, pero no formal ni institucional”.

Arroyo afirmó que pese a eso se tiene vinculación con instituciones de Salud y Ambiente con los que ha logrado hacer investigación científica para ayudar a la sociedad. La Usac asigna Q15 millones a la Dirección de Investigación.


Óscar Cóbar, jefe de la Senacyt, explicó que de ese presupuesto, Q18 millones se usan para el desarrollo investigativo y el resto sirve para el funcionamiento de la Secretaría. Es decir, el 46 por ciento se emplea para investigar.

Cóbar agrega que otros problemas para los científicos son “la falta de infraestructura de primer nivel, como laboratorios y equipo especializado. También hay una falta de programas para formación de recurso humano y para su reinserción después de formado. Es lo que tratamos de contrarrestar con algunos programas”, señaló el secretario.

Las asignaciones son limitadas, de ahí que el trabajo de Juárez es ayudar a su grupo de emprendedores a encontralos. “Somos un país que no prioriza el desarrollo científico. Los jóvenes pueden tener geniales ideas, pero no encuentran cómo realizarlas. Este espacio les permite buscar oportunidades aquí y en el mundo”.

El destino

Pese a las limitaciones, quienes se dedican a investigar tienen definidas sus prioridades, de investigación científica, las cuales son parecidas a las que los científicos de antaño han desarrollado.

“El reto de la investigación es generar proyectos científicos y de desarrollo tecnológico derivados de las demandas sociales y productivas”, precisó Cóbar.

Dos apuestas de la Senacyt a mediano y largo plazo son “las investigaciones en función de cambio climático y sobre seguridad alimentaria y nutricional”.

Mónica Stein, decana del Instituto de Investigaciones de la Universidad del Valle de Guatemala, menciona varias áreas claves para potenciar la investigación en el país.

En principio está una efectiva coordinación de las agendas de los distintos donantes, autoridades nacionales y los investigadores que permita sinergias y manejo de indicadores de impacto comunes. La formación de más recurso humano que hable inglés y sepa hacer investigación.

Agregó que se necesita contar con mayor inversión que permita la capacitación del recurso humano. “Un investigador de calidad trabajando en áreas relevantes es capaz de obtener recursos económicos de diversas fuentes donantes”, destacó.

La decana insiste en la institucionalización de buenas prácticas como comités de ética para cuidado de animales usados en investigación y laboratorios seguros, así como sistemas de monitoreo y evaluación, son buenas prácticas que vuelven a los científicos más competitivos a escala internacional. Eso atrae recursos para seguir investigando.


En el primer caso, el Ministerio de Ambiente ha advertido que según estudios de organismos internacionales, Guatemala está entre los 10 países más vulnerables a los efectos del cambio climático. Esta es la razón por las que se buscará generar información en este aspecto.

En la segunda, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia revela que en Guatemala el 43 por ciento de los niños menores de cinco años presenta desnutrición crónica, flagelo que afecta a ocho de cada diez niños indígenas y según estadísticas nacionales, más del 40 por ciento de la población guatemalteca es indígena.

Actualmente la Senacyt financia proyectos por un monto máximo de Q400 mil por dos años, que para la investigación científica es una muy pobre asignación, admite Cóbar. Su objetivo es asegurar al menos una asignación de Q1 millón y que no quede en la fase de recopilación teórica de información, sino que llegue a la fase de prueba y aplicación de resultados.

“Luego de aprobar esas líneas de trabajo, esperamos que los proyectos se empiecen a trabajar en enero del 2018”, comentó Cóbar.

La tercera línea de investigación científica en el país está a cargo del Fondo para el Desarrollo Científico y Tecnológico (Fodecyt) y está enfocada en la salud.

En el Fodecyt se desarrolla una herramienta que ayudará a detectar la resistencia a los insecticidas en el mosquito transmisor de la malaria. También se trabaja en un proyecto sobre células de cuatro especies vegetales con propiedades anticancerígenas.


Ambos proyectos están en fase de investigación y se espera que a mediano plazo brinden información valiosa para combatir problemas de salud pública.

“Hay un proyecto para una válvula que controla el flujo de agua para familias que no tienen acceso a esta todo el día”, cuenta Juárez. Se desarrolla con equipo de la Universidad Francisco Marroquín y participan estudiantes de Mercadeo, Economía e Ingeniería. “Quieren aplicar lo aprendido en ciencia y tecnología y brindar una solución a un problema de Guatemala”.

Ideas hay, recursos no tanto. Siempre habrá nuevos Lehnhoff, Bressani y Mazariegos.

Óscar Cóbar, jefe de la Senacyt, explicó que el país no tiene una base de datos exacta de cuántas personas efectúan estudios de especialización en el extranjero, pero de lo que sí están seguros es que existe una gran “fuga de cerebros”. El personal más calificado en investigación científica, no encuentra las condiciones adecuadas en Guatemala para aplicar sus conocimientos y opta por quedarse en otro país.

La estrategia que la Senacyt implementa, para retener el capital humano en el país, es precisar quiénes cursan una especialización en el extranjero, luego gestionan con universidades o empresas en Guatemala espacios de trabajo para que cuando regresen, los expertos tengan asegurada una plaza en su área por uno o dos años.

Para que esto sea posible la Senacyt logra acuerdos con estas entidades que recibirán al científico; la Secretaría paga la mitad de su salario para que el investigador desarrolle sus conocimientos, y con el paso del tiempo haga que su trabajo sea sostenible.

Los beneficios de este proyecto van en dos vías, el primero que el talento y los resultados de la investigación científica se queden en el país, para ayudar en al desarrollo; y segundo que los científicos ayudan a la formación de otros, ya que generalmente en las investigaciones participan auxiliares, quienes normalmente son estudiantes que se benefician de los conocimientos afuera adquiridos.

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