Luego de una situación con la bancada UCN, el director de Migración Guillermo Díaz señaló que si la caravana con más de nueve mil migrantes hondureños de la que se ha hablado en los últimos días emprende el viaje, la situación será complicada, pues en los límites entre Guatemala y México se ha reforzado la seguridad y las autoridades del vecino país piensan suspender el servicio de transporte de retorno para los viajeros.
Añadió que ese apoyo dejará de darse en los próximos días y será Guatemala quien deberá solucionar el tema. En la actualidad, México traslada a los migrantes desde Tecún Umán hacia las fronteras de El Florido y Agua Caliente.
Según Migración, del 14 al 19 de enero había retornado a tres mil 661 migrantes, tres mil 560 hondureños, 96 salvadoreños y cinco nicaragüenses.
Mientras que la Policía Nacional Civil contabiliza que ha remitido y retornado a migración a dos mil 241 personas, dos mil 144 hondureños, 71 salvadoreños, dos ecuatorianos, dos colombianos 13 mexicanos, cuatro uruguayos y cinco nicaragüenses.
Testimonios
Rosa Baquedano está decepcionada, segura de que en Honduras volverá a vivir con hambre. Devuelta a su país este martes desde Guatemala tras la disolución violenta de la caravana migrante que integraba, afirma que no desistirá hasta llegar a Estados Unidos en busca de un futuro mejor.
“Yo quiero volver a intentar, porque nosotros no queremos regresar a Honduras”, dice Rosa en El Florido, en la frontera que separa a los dos países, hasta donde fue llevada por un camión militar para que regrese a suelo hondureño.
De 35 años, Rosa cuenta que en Honduras lo perdió todo, incluso su casa, tras los dos huracanes que azotaron Centroamérica en noviembre. Por eso se sumó a una caravana de miles de migrantes que salió desde San Pedro Sula el viernes pasado y que consiguió avanzar hasta Vado Hondo, Chiquimula.
El grupo se asentó sobre una vía bloqueando el transporte de carga en la zona. Allí fueron cercados durante todo el fin de semana y el lunes las fuerzas del orden arremetieron contra ellos y los dispersaron con gases lacrimógenos. Sin mayores posibilidades de continuar, Rosa, y miles de sus compatriotas, accedieron a retornar. Por ahora.
Morir de hambre
A pesar de la negativa de las autoridades guatemaltecas para que la caravana continuara su camino, la mujer confía en que le permitan repetir el recorrido hasta la frontera con México si lo hace de forma legal.
Guatemala autoriza el ingreso siempre que el viajero lleve sus documentos en regla y una prueba negativa de covid-19, requisitos que se saltó la masa y por los que fueron reprimidos.
“Nosotros no queremos retornar a nuestro país porque allá todo está complicado, nos estamos muriendo hasta de hambre”, relata, mientras termina de cruzar hacia territorio hondureño. Unos 200 km le esperan en autobús hasta San Pedro Sula.
Los migrantes aseguran que huyen de la crisis económica y de la violencia de las pandillas y el narcotráfico en su país, también golpeado por la pandemia y los ciclones Eta e Iota. Culpan de su desgracia al presidente Juan Orlando Hernández.
Para complicar la situación, Rosa desconoce el paradero de su esposo y de su hijo de tres años, de quienes se separó durante la represión de las fuerzas de seguridad. “Cada quien agarró por su lado”, agrega. Recuerda que cuando la policía arremetió, ella se refugió en una casa de Vado Hondo, el epicentro del choque.
Su compatriota, José Vásquez, de 23 años, quien acompañó la caravana con su esposa e hijo de tres años, tampoco quiere vivir en Honduras y, al igual que Rosa, volverá a intentar el viaje.
“Voy a buscar otro dinerito para volver a intentarlo (…), no tenemos nada [en Honduras], por eso nosotros hemos buscado el sueño americano porque queremos ayudar a nuestra familia”, dice Vásquez, quien vendía cacahuates en autobuses en el departamento de Yoro (norte).
Agotado tras cinco días de travesía en condiciones precarias, el caminante dijo que sufrió hambre, frío, durmió en el suelo y en el pasto. Al momento del choque con la policía salió tan rápido que abandonó el coche de bebé que le había prestado un familiar para aliviar el viaje de su hijo.
José señaló que en el frustrado trayecto policías guatemaltecos le pidieron dinero para dejarlo pasar, pagos a los que dice tuvo que acceder aferrado a su ilusión de alcanzar su objetivo: Estados Unidos.
Carlos Cáceres, de 29 años, tiene una postura similar. Insistirá en llegar a Estados Unidos, aunque está sorprendido por la mala recepción que tuvieron en Guatemala. “Nunca imaginé que nos trataran mal, que nos golpearan”, lamenta.
Desde octubre de 2018, más de una docena de caravanas, algunas con miles de migrantes, han salido de Honduras rumbo a Estados Unidos, pero la mayoría ha fracasado por el endurecimiento de los controles. Este último grupo partió esperanzada de mejores condiciones migratorias con la salida del presidente Donald Trump, férreo antiinmigrante.
Con información de AFP