Mejía, señalan sus colegas, impulsó con energía la donación de órganos e informó a su familia el deseo de que sus córneas ayudaran a otros a mejorar su visión. Dos pacientes serán los beneficiados si las córneas del médico superan pruebas de rutina.
Bala perdida
Una bala perdida, debido a un enfrentamiento entre policías y delincuentes, fue lo que causó la muerte del médico internista, según la nueva versión de la Policía Nacional Civil (PNC).
El hecho se registró la noche del martes pasado en la 2a. avenida y 2a. calle, colonia El Sauce, zona 2, cuando varios hombres cometían un asalto y dispararon contra agentes de la PNC que se acercaron al lugar, de acuerdo con información de las autoridades.
El Ministerio Público todavía investiga el crimen. El infectólogo fue uno de los cinco guatemaltecos muertos ayer a causa de la violencia, según reportes de socorristas.
Legado imborrable
Mejía, de 60 años, deja un legado en sus estudiantes y colegas del Roosevelt, donde trabajó durante 36 años —más de la mitad de su vida—, en especial porque enseñó y practicó el hecho de poner a los pacientes en primer lugar.
El galeno fue el fundador y coordinaba el postgrado de Maestría de Enfermedades Infecciosas, pues su intención era que más médicos guatemaltecos accedieran a la profesionalización sin tener que viajar al extranjero.
El amor y la importancia que el profesional daba a los pacientes se tradujo en la fundación del Comité de Infecciones Nosocomiales, el primero en Centro América, que abarca el control de infecciones, prevención de caídas y prevención de apariciones de úlceras, para dar seguridad a los pacientes internos en los hospitales nacionales.
Sus colegas y estudiantes recuerdan que Mejía fue el primer médico que atendió a pacientes con VIH, a quienes sirvió sin estigmatizarlos o discriminarlos, y por ello superó varios obstáculos hasta lograr la construcción y funcionamiento de la Clínica de Enfermedades Infecciosas en el Hospital Roosevelt, de donde era jefe.
El médico era consultor de la Organización Panamericana de la Salud y coordinador del Programa de Prevención de la Transmisión Vertical del VIH del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.
Además fue socio fundador de la Asociación Guatemalteca de Enfermedades Infecciosas, y fue en el laboratorio de infectología, bajo su dirección, donde se confirmaron los dos primeros casos de Guillain-Barré y el primero de microcefalia asociados al virus del Zika en el país.
Sergio Galdámez, jefe interino del departamento de Medicina Interna del Roosevelt, recordó la ocasión en la que un galeno residente quería desistir en su carrera. “El doctor Mejía lo llamó y lo instó a continuar. Así era él, inspiraba confianza y respeto”, aseguró.
Dolor y ausencia
Los médicos del Roosevelt todavía no asimilaban ayer la pérdida de su compañero de trabajo y maestro, y no faltó quien admitiera que esperaba verlo caminar por los pasillos del hospital, donde su jornada comenzaba a las 5 horas.
Directores de hospitales, organizaciones de pacientes, asociaciones y en especial trabajadores de ese centro, que fue su casa durante más de tres décadas, también exigieron que se esclarezca el crimen.
La Procuraduría de los Derechos Humanos se pronunció al respecto, y las llamadas de pésame llegaron desde países como Alemania y Estados Unidos.
“Yo no voy a estar para siempre”, era una de las frases que el médico decía a sus estudiantes. Johana Samayoa, una de ellas, aseguró que Mejía no fue egoísta, pues preparó a muchos profesionales e incluso había designado a quienes lo sustituirían.
El director ejecutivo del Hospital Roosevelt, Carlos Soto, informó que se decretaron tres días de duelo y se suspendieron actividades científicas y sociales. Este jueves habrá un homenaje póstumo en la Clínica de Enfermedades Infecciosas.