Aunque la fatiga y la falta de oxígeno son uno de los efectos más comunes entre los recuperados por la enfermedad, el virus causa una reacción tan potente en el cuerpo que todavía se siguen estudiando las secuelas que pueden permanecer durante meses.
“Me tuve que cortar el pelo porque se me estaba cayendo y me salieron unas manchas en el pecho, en la espalda y brazos como si fueran pecas”, comparte Carlos Dávila de 42 años.
Después de 36 días de estar internado en el Hospital San Juan de Dios, a Dávila le dieron de alta el 11 de agosto. Desde entonces han pasado cuatro meses y salir del hospital fue el primer paso de un largo camino de recuperación.
Las primeras semanas fue más evidente la deficiencia respiratoria. No podía terminar una frase sin ser interrumpida con una tos dolorosa o por un intento por respirar. Ahora cuenta orgulloso cómo logra caminar de 30 a 45 minutos sin fatigarse, aunque aún no logra correr por más de cinco minutos.
La doctora e infectóloga Iris Cazali agrupa las secuelas que puede provocar el covid-19 en tres grandes espectros: el respiratorio, el cardiaco y el neurológico.
En el neurológico entran las migrañas y los dolores de cabeza severos. En el cardiaco se presentan síntomas como arritmia y en el respiratorio está el broncoespasmo y la hiperreactividad bronquial.
Pero además de la caída del cabello, hay un síntoma que todavía tiene Dávila que no entra en ninguno de estos tres grupos. Mientras era positivo a covid-19, Dávila cuenta que sufrió de una debilidad severa en sus extremidades inferiores al punto de no poder caminar.
Durante los primeros meses de recuperación, los dolores y la hinchazón en su pierna izquierda permanecían a la altura del muslo. Aunque ha mejorado, menciona que aún siente hormigueo en el muslo.
Al preguntarle a Cazali cuál ha sido las secuelas más extrañas que ha visto entre los recuperados por la enfermedad dice: “Ahorita nada me extraña porque han sido cuadros tan complicados y cada vez salen cosas distintas”.
Solo un tercio de pacientes
Aunque aún se siguen estudiando los efectos del covid-19 en el cuerpo humano, de algo que están seguros los médicos es que no todas las personas sufren de secuelas y esto depende de la severidad de la enfermedad en cada persona.
El doctor Erwin Calgua, epidemiólogo e investigador de la Universidad de San Carlos, explica que hasta el momento saben que a nivel global solo un tercio de quienes padecen covid-19 pueden presentar secuelas y estos son quienes enferman de forma severa y son hospitalizados o intubados, como en el caso de Dávila.
Al ver que muchos de los pacientes que salían de cuidados intensivos regresaban al hospital por alguna afección, el Hospital Roosevelt decidió levantar la Clínica de Atención a Pacientes Post Covid-19 que pertenece a la Unidad Integral para pacientes de VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana).
El doctor Rodolfo Pinzón, coordinador de esta clínica explicó que debido a la experiencia en la atención de pacientes de VIH, se percataron que debían dar seguimientos a los enfermos post-covid-19. “El período de convalecencia y recuperación son muy importantes para la calidad de vida de las personas, pero son las que más se descuidan”, dijo.
A los tres meses de haberse declarado la pandemia en el país, el 10 de junio, esta clínica atendió al primer paciente que presentaba secuelas como fatiga y dificultad para respirar. Desde entonces, han atendido a 133 personas de las cuales el 95 por ciento son hombres que tenían un diagnóstico previo de diabetes, hipertensión, obesidad y que durante su vida tuvieron exposición a humo de leña.
Estos factores provocaron que estas personas padecieran de forma severa el virus y que actualmente estén luchando con la sintomatología post coronavirus.
Uno de los síntomas más extraños pero que varios pacientes han tenido en común, dice Pinzón, es que al recuperar el gusto y el olfato, refieren que mantienen un sabor metálico en la boca.
El doctor Calgua, quien monitorea las unidades de cuidados intensivos de diferentes hospitales para estudiar el comportamiento del virus en los guatemaltecos, menciona que existe una alta probabilidad de que los pacientes severos puedan desarrollar una nueva enfermedad crónica. Sin embargo, esto podrá verse únicamente con el tiempo.
“Sabemos que el virus tiene una enorme afinidad con la enzima convertidora de agiotensina que tiene que ver con la pared del endotelio que se halla en la musculatura de órganos como el corazón y los riñones. Cuando tiene daños el endotelio, se empiezan a formar coagulos que pueden producir una trombosis y dañar el riñón, el pulmón, hígado, páncreas y corazón” explica el médico.
Por esta razón, los pacientes post covid-19 deben ser monitoreados para detectar a tiempo alguna falla en cualquiera de estos órganos.
Pero hay unos síntomas que cuestan detectar pero que son igual de importantes: los neurológicos. Pinzón menciona que muchas de las personas que están en fase de recuperación presentan falta de atención, problemas de memoria, mala calidad de sueño, insomnio, ansiedad, depresión y cambios en sus relaciones interpersonales.
Estos síntomas son compatibles a lo que se conoce como síndrome post UCI, haciendo referencia a la experiencia que tienen los pacientes en la Unidad de Cuidados Intensivos.
“Siempre les pregunto a los pacientes cuál fue su estado emocional cuando entraron a la unidad de cuidados intensivos por estar aislados y no ver el rostro del personal de salud que los atendía por los trajes de bioseguridad que deben cargar. Pero también les pregunto qué fue lo que les fortalecía al estar en ese momento adverso y muchos cuentan esas vivencias espirituales que tuvieron como ver a sus padres o hijos fallecidos”, comparte Pinzón.