Que su madre biológica haya dado a luz ya se consideraba un milagro, pues si bien estaban unidas, sus cerebros crecieron separados, un fenómeno que ocurre una vez cada dos millones de nacimientos.
En realidad es ella la que llegó a nuestras vidas para cuidarnos, es quien merece los elogios.
En agosto del 2002 fueron separadas en Estados Unidos, mediante una cirugía que se alargó por 20 horas.
El 25 de julio pasado arribaron a sus 16 años de edad, pero la fiesta de María Teresa será mañana. Una celebración que se cumple a pesar de los presagios médicos que le auguraban pocos meses de vida tras las separación.
“¡Te extrañaré!”
Teresita sufre parálisis cerebral, pero Cajas sabe que es capaz de sobreponerse a adversidades como la del 2005.
Su bebé agonizaba por una septicemia -enfermedad infecciosa- y los especialistas le dijeron que se despidiera de ella.
Él, médico de profesión, sabía que los monitores a su alrededor evidenciaban que la vida de la pequeña se extinguía.
Cajas tomó de la mano a Laura —su pequeña hija biológica, con síndrome de Down— y le pidió que se despidiera de su hermanita. Laura, en inglés, le dijo: “¡Hermana, no te vayas; voy a extrañarte!”. Y el sorprendido papá de Teresita presenció otro milagro porque la niña abrió los ojos para seguir viendo a Laura, con quien tiene una peculiar relación.
“En realidad es ella la que llegó a nuestras vidas para cuidarnos, es quien merece los elogios”, aseguró su padre.
Un vals memorable
Siguiendo la tradición estadounidense cuando las jóvenes cumplen 16 años, su familia sabe que con permiso de conducir o sin él irá a todas partes en su infaltable silla de ruedas, la misma que conduce el médico Cajas, el orgulloso padre con quien bailará una vez más el interminable vals de la vida.