Ella es madre de cuatro hijas mayores de edad, quienes han procrearon hijos. Ninguna de ellas la apoya ni brinda ayuda económica.
Sin embargo, uno de sus nietos la visita cada dos semanas y le lleva alguna fruta o comida. “Mi niño me visita con alimento pero no puede darme mucho porque él estudia todavía”, contó la abuelita.
“Crecí en una granja, no mucho me recuerdo, pero no olvido mi pueblo. Yo crecí en Santa Cruz Naranjo. Luego me vine a la capital para vivir mejor pero me fue peor, ahora estoy sola”, dijo Julia.
Ella padece gastritis y presión arterial. Ella cuenta que por momentos no se siente con energía pero la necesidad la obliga a caminar y pedir limosna.
Sentada en el suelo y con su bastón como compañía, miraba la lluvia caer, cuando su día cambió al saber que sería invitada a comer un platillo de su preferencia, ella eligió chow mein.
Antes de comenzar a comer hizo una oración de agradecimiento a Dios. A pesar de estar sola y no tener con quien estar, pidió por las madres que viven en la calle y por las que no tienen un tiempo de comida. Su día cambió y tuvo con quién compartir sus anécdotas de vida.
Ella cuenta que en algunas ocasiones llega a algunas casas con la esperanza de tener un trabajo y tener para su comida.
Vive en un cuarto humilde en cercanías de la calzada Roosevelt. No cuenta con un número de teléfono para ayudarla pero siempre se encuentra en el mismo lugar para pedir unas monedas y recibir ayuda de un buen samaritano.