No obstante, el precio que deben pagar los padres que abandonan su país para procurar la superación de sus hijos es la separación de la familia. Según testimonios de padres migrantes presentados en este espacio, en EE. UU. no solo deben lidiar con la soledad, después de haber vivido con sus hijos y esposa, sino pensar de manera incesante en ellos y recordarlos con nostalgia. Gracias a esos pensamientos, cualquier sacrificio parece poco para el bienestar de ellos.
Su odisea comienza durante su trayecto a EE. UU., pues los incidentes que pueden poner en riesgo su vida abundan, pero no les importa arriesgarse para alcanzar su “sueño americano”, en el que ellos también se ven incluidos, pues, con determinación y perseverancia, logran superarse no solo en el campo laboral sino también en el educativo, pensando, siempre, en un mejor porvenir para su descendencia.
Gracias a la tecnología pueden estar más cerca de sus hijos mediante videollamadas, conocer sus gustos, su rendimiento académico, estar pendientes de sus necesidades y decirles cuánto los aman, pese a la distancia, hasta que un día, no tan lejano, puedan reunirse y recibir de sus hijos, convertidos en adultos, ese tan anhelado abrazo de felicitación y agradecimiento por el Día del Padre.
“Es maravilloso guiar a una persona durante su vida”
Walter Picón, de 53 años y originario de Cobán, Alta Verapaz, estudiaba el quinto semestre de Derecho cuando decidió irse con su pareja a Estados Unidos en 1993. Se estableció en Miami, Florida, donde hacía trabajos de jardinería y construcción. En enero de 1994 comenzó a trabajar lavando platos.
Después lo ascendieron a ayudante de chef. Era un campo laboral que le llamó mucho la atención. A los 10 meses obtuvo su permiso de trabajo y fue contratado por la cadena de restaurantes Cheesecake Factory, aún sin hablar inglés. Comenzó, de nuevo, lavando platos y en el área de limpieza.
Por su dedicación y esmero, además de que aprendió inglés, fue ascendiendo poco a poco hasta convertirse en gerente, dedicado al entrenamiento de colaboradores en las sucursales que se abrían en todo el país. En el 2006, por falta de documentos que avalaran su estadía, tuvo que renunciar. Tiempo después, abrió su propio restaurante de comida mexicana, en el 2010, en sociedad con un amigo. Regularizó su estatus legal en el 2015.
En el 2019 iba a abrir su segundo restaurante, pero por la pandemia tuvo que posponerlo 10 meses. Pronto abrirá el tercero. Con su pareja, de quien en la actualidad está separado, procrearon a dos hijas, Karen Paola, de 26 años, quien terminó la carrera de Administración, y Pamela Lucía, 29, que tiene varias maestrías, entre ellas, Comercio Internacional y Trabajo Social en Prisiones, y trabaja en la Corte Federal de Miami.
“Hay que atreverse a dar un segundo paso. Hay quienes nunca se esfuerzan y siguen lavando platos. Si la persona se supera, va hacia arriba”, dice Picón. “He criado a mis hijas por el camino del bien. Aunque los padres se separen, estos se deben preocupar por sus hijos”, añade. “Ser padre para mi es algo inexplicable. Para mi representa aquel instante de emoción cuando corté el cordón umbilical a mi primera hija. Guiar a una persona y que pueda contar con nosotros, es algo maravilloso”, dice.
“Añoro volver a abrazar a mis hijos”
Luis de la Vega nació en la capital, pero vivió desde los 7 años en Barberena, Santa Rosa. En el 2004 llegó a Estados Unidos, después de pasar seis meses trabajando en México como albañil, carpintero o en reparación de maquinaria. En su camino como migrante irregular estuvo en riesgo de ser asaltado o morir.
Por la difícil situación económica tuvo que dejar a sus tres hijos, dos varones y una niña, de 8, 6 y 5 años. Su profesión siempre ha sido de soldador, de la cual se graduó a nivel diversificado. “Es horrible dejar a los hijos. Por muy varón que uno sea, no deja uno de llorar al pensar que les puede pasar algo estando uno lejos. No podía contenerme, pero me fortalecía saber que su madre se encargaría de darles los cuidados adecuados”, cuenta.
Lea también: ¿Por qué se celebra el Día del Padre en junio en Guatemala?
Se estableció en San Francisco, California, donde siempre ha trabajado de soldador, aunque por su situación irregular, al principio, el salario era bajo. “Jamás los iba a desamparar estando lejos y me propuse catapultarlos sobre mis espaldas”, añade.
Y su sueño se hizo realidad: Brian y Randolph se graduaron de ingenieros en Sistemas y ambos tienen una maestría, en tanto que Katherine obtuvo una licenciatura en Servicio Social y está terminando su maestría, además de que es cultora de belleza y diseñadora gráfica. De la Vega se enorgullece de que sostuvo y pagó los estudios en universidad privada a sus tres hijos.
“Para cumplir este objetivo se necesita de una fórmula: tener constancia en no dejar de proveer al hogar, amarlos, respetarlos y valorarlos, que sepan que son importantes en mi vida, y tener a una persona como su madre, que no los descuidó. Además, yo no gasté el dinero en cosas superfluas, sino que prefería enviarlo a mi familia”, dice De la Vega, quien continuó estudiando en EE. UU. y se graduó en la Universidad de Canto Clásico, en la primera promoción como tenor lírico.
En el 2022 fue reconocido como Tenor del Año de la comunidad latina. “Mi sueño americano era darles estudios a mis hijos. Cumplí con mi misión. Le entregué a mi patria tres profesionales. Añoro volverlos a abrazar. Hace 19 años salí de Guatemala, pero Guatemala nunca salió de mis venas”, subraya.
“Me siento satisfecho de que mis hijos se siguen superando”
César Roulet, de 65 años y originario de Tiquisate, Escuintla, viajaba tres meses al año a EE. UU., durante su juventud, para poder pagar sus estudios de Odontología en la universidad. “Es una carrera muy cara, en cuestión de equipo y materiales. Cuando me casé, en 1988, con una colega dentista, tuve que afrontar los gastos familiares”, señala. Trabajaba en varios lugares para continuar sufragando sus estudios. “Mi mamá me daba un pan que era mi almuerzo y cena”, recuerda.
Tuvo cuatro hijos, el último de los cuales, estudiante de Ingeniería, falleció a los 25 años. Logró cerrar pénsum de su carrera en 1991 y después cursó estudios de laboratorio dental. Se graduó en el 2000 y en el 2004 migró a Estados Unidos. Uno de sus hijos nació en Europa, de otra relación. Pero de todos estuvo pendiente y les pagó sus estudios. Recuerda, con nostalgia, que practicaba, de manera frecuente, diversos deportes con ellos, y siempre asistía a las actividades escolares.
Llegó enfermo a Los Ángeles, donde comenzó a vivir en un garaje. Trabajó como odontólogo y se especializó en Ucla en coronas estéticas de circonio y también estudió inglés, indispensable para su trabajo. Un laboratorio coreano le elabora las coronas de circonio, que utiliza en su profesión.
Uno de sus hijos, que es músico, sonidista y compositor, y que lleva su nombre, lo visita varias veces al año. Otro de sus hijos radica en Italia. Su hija está en el último año de universidad, y le dio tres nietos. Se preocupó de que todos fueran bilingües.
“Mi reto más grande ha sido vivir solo y tratar que no les falte nada a mis hijos. Ser padre es la experiencia más enriquecedora que he tenido, aunque ha sido doloroso. Compensa saber que ellos se siguen superando y están bien. Deseo que no sufran como los que hemos tenido que migrar. Estados Unidos es un país que nos ha permitido coadyuvar al desarrollo de nuestros hijos y eso es satisfactorio”, expresa Roulet.
LE RECOMENDAMOS
“La satisfacción más grande es ver realizados a nuestros hijos”
Elmer Sandoval es profesor de primaria, de 58 años, nacido en Monjas, Jalapa. Con el fin de ayudar a su padre y hermanos menores, decidió migrar a Estados Unidos, en 1985, para superarse económicamente. En Nueva Jersey se reunió con su hermano, que ya vivía en ese país y con quien estableció, con el tiempo, una empresa de jardinería y paisajismo.
Al principio trabajaba muchas horas y sin días de descanso, pues era explotado por su condición irregular. Con su esposa, originaria de dicho municipio, ayudaron a sus familias respectivas en Guatemala y procrearon dos hijos: Elmer Jonathan, de 27 años, quien después del nivel diversificado o high school comenzó a trabajar en servicio al cliente y se especializó en seguros. Obtuvo las certificaciones respectivas y ahora labora en una compañía aseguradora.
Lea también: Ocho ideas de regalos virtuales para papá
Su hijo menor, Anthony, 22, decidió estudiar una carrera técnica en aire acondicionado y refrigeración, y es a lo que se dedica en la actualidad. “Hemos criado a nuestros hijos sanamente, en el respeto hacia Dios y los demás. Agradezco a Dios por siempre habernos ayudado a educarlos”, manifiesta Sandoval, que tiene la doble nacionalidad.
“El reto más grande como padre es guiarlos por el camino del bien en EE. UU., donde hay una mezcla cultural complicada, al lograr alejarlos del fenómeno del desorden de la juventud. Cuando los padres no están pendientes, los hijos se envuelven en otras actividades mediante amigos que los llevan a descontrolarse. Aunque no ha sido fácil, la satisfacción más grande es ver realizados a nuestros hijos y que sean útiles a la sociedad. Esperamos que cumplan su sueño americano de tener su casa propia. Cuando se casen, con mi esposa regresaremos a Guatemala a jubilarnos. Ya estamos construyendo nuestra casa en Monjas. Queda en nuestros hijos que decidan también irse a vivir con nosotros”, concluye.