Así lo decidió el Comité del Patrimonio Inmaterial de la Unesco reunido en Rabat, que también incluyó en la lista las fiestas asociadas al viaje de la Sagrada Familia de Egipto, la práctica de la danza moderna en Alemania y las fiestas del 15 de agosto en las comunidades montañosas del note de Grecia de Vlasti y Syrrako.
Según explicó durante el debate de la candidatura el viceministro guatemalteco de Patrimonio Cultural, Mario Roberto Maldonado, la Semana Santa se celebra en los 22 departamentos del país y en ella participan todos los sectores de la sociedad y el 50 % de la ciudadanía, lo que “fortalece el sentido de pertenencia y el orgullo a nivel local y nacional”.
Según Maldonado, sentado en Rabat junto al ministro de Exteriores de Guatemala, Mario Búcaro, su inclusión en la lista de patrimonio inmaterial permite reforzar la visibilidad de esta tradición, que tiene, destacó, “vínculo con los pueblos originarios de Guatemala“.
La conmemoración de la Semana Santa, según el expediente de la candidatura, constituye la manifestación más representativa de la religiosidad guatemalteca.
La tradición permite que la ciudadanía “se apropie del espacio público y de los monumentales templos religiosos localizados en el centro de la ciudad, para poner de manifiesto su religiosidad llevando a hombros a más de 55 majestuosos cortejos procesionales”, dice la candidatura.
Los actos más importantes de la Semana Santa guatemalteca son las procesiones, veladas, la confección de alfombras y altares de flores y frutas, la composición e interpretación de marchas fúnebres y la preparación de especialidades culinarias.
Estas manifestaciones ocupan los espacios públicos de cada comunidad y crean, con los adornos florales y otros elementos como el incienso, una atmósfera visual y olfativa propia del ritual de la Semana Santa.
La decoración de las fachadas completa este ambiente. “Feligreses, vecinos, ciudadanos, turistas, artesanos, músicos, funcionarios municipales y espectadores participan tanto en los preparativos como en las propias celebraciones. Esto es lo que le da a esta celebración su carácter universal y su coherencia”, asegura la candidatura guatemalteca.
Los orígenes de este evento se remontan al siglo XVI y su epicentro era la ciudad de Santiago de Guatemala -hoy Antigua Guatemala-, donde la fe cristiana se entrelazaba con las costumbres prehispánicas para dar lugar a nuevas expresiones de arte religioso, música, gastronomía y rituales.
Después de los terremotos de 1773, que llevaron al traslado de la capital de Santiago de Guatemala a Nueva Guatemala de la Asunción en 1776, la dinámica social hizo de estas dos ciudades un modelo a seguir para otras regiones del país.
Se extendió así por todo el territorio y luego cada grupo comunitario ha dado a la Semana Santa sus propias características, “forjando la identidad de los guatemaltecos en torno a una expresión de su fe que promueve la tolerancia, el respeto y la cohesión social en los territorios donde está presente”, dice la candidatura.
Fusión de culturas
“La Semana Santa la vivimos diferente al mundo” en Guatemala, declaró por su parte a la AFP el ministro de Cultura, Felipe Aguilar.
Destacó que las costumbres en el país, así como su música, la comida y el arte, son resultado de una “fusión de culturas“, una expresión de sincretismo entre el catolicismo llegado de España y las creencias ancestrales mayas.
La celebración de la Semana Santa comenzó en Guatemala en el siglo XVI con los conquistadores españoles, pero los nativos mayas la mezclaron con sus tradiciones y su cosmovisión.
“La influencia prehispánica que tiene la Semana Santa guatemalteca la convierte en única“, resaltó Aguilar.
Las expresiones culturales mayas y españolas fueron mezclando además con las de los afrodescendientes y transformando a lo largo de los siglos.
Por ejemplo, en San Andrés Sajcabajá, Quiché, cada Viernes Santo unos 15 penitentes, con taparrabos y el rostro cubierto, recorren arrodillados unos cinco kilómetros con espinas en la cabeza o en la espalda.
De esta forma el pueblo K’che’ recrea la pasión de Cristo, buscando expiar los pecados, pedir perdón o dar las gracias al Creador.
Para que estos “gateadores” no se dañen las rodillas, otros devotos van colocando alfombras de hilos en el suelo.
También hay procesiones con miles de fieles que visten túnicas moradas o negras, con el rostro con capucha o “cucurucho“, que llevan en andas imágenes de Cristo y de la Virgen María.
Sobre el asfalto se colocan vistosas alfombras multicolores de aserrín o flores, que van siendo destruidas con el paso lento de los fieles, al sonido de la chirimía (oboe artesanal), tambor y bandas de música sacra.
Por ello, la Semana Santa en Guatemala trasciende lo religioso y es una “fiesta nacional“, que “se convirtió en un aspecto netamente cultural y de identidad nacional“, afirma Aguilar.