La emergencia sanitaria por el covid-19 en el país llevó al cierre de los centros educativos desde marzo del año pasado. Los estudiantes permanecieron alejados de las aulas durante ocho meses; siete para el sector privado. Este año se implementó el modelo híbrido, pero la constante amenaza del contagio del virus no ha permitido que las clases presenciales se reanuden por completo.
“Aprenden poco, no es igual. Era mejor cuando los niños estaban en el aula con la maestra”, dice la abuela de Tomás, pese a que los docentes se esfuerzan mediante la educación a distancia. “Les hace falta ir a la escuela, pero es mejor que estén en la casa, es más seguro”, agrega, pues los contagios de covid-19 están de nuevo en aumento.
La abuela de Tomás no está alejada de la realidad, en el nivel preprimario las clases presenciales son necesarias, pues a distancia no se logran transmitir de manera plena los conocimientos correspondientes a ese nivel educativo.
Carlos Aldana, catedrático y doctor en Educación, menciona que, principalmente, son tres los aprendizajes que se ven interrumpidos debido al cierre de los centros educativos en el país, y que el año pasado afectó a 597 mil estudiantes de preescolar y, en este ciclo escolar, a 559 mil 592, según registro del Ministerio de Educación.
La preprimaria es la etapa en que los niños aprenden a vivir en “la institución llamada escuela”, pues en ese espacio se les enseña disciplina, buenos hábitos, seguir horarios, instrucciones, aspectos que están relacionados con la escolarización. Este es, a criterio de Aldana, el primer aprendizaje que se ve interrumpido por esta “normalidad” a la que obliga la pandemia.
En el nivel preescolar también ocurre el desarrollo psicomotor, que sirve de base para el aprendizaje y que más adelante les será útil en los procesos formales de lectoescritura y de habilidades matemáticas.
“El niño necesita aprender a tomar el lápiz, a sentarse correctamente, a desarrollar ciertos ejercicios de motricidad —fina y gruesa— que le permitirán tener la capacidad de ver, de escuchar, de escribir, que son necesarios para su aprendizaje y que a través de una pantalla no se adquieren completamente”, dice Aldana, pues los medios virtuales han acompañado el aprendizaje de los estudiantes en la pandemia.
Aislados
Si bien no desarrollar las habilidades psicomotoras puede traer dificultades al momento de aprender a leer, a escribir, y en la expresión verbal, estás pueden lograrse si se sigue toda una estrategia de recuperación, agrega Aldana.
Hay un aprendizaje más que los niños de la generación de la pandemia no están teniendo y es fundamental para su desarrollo emocional: socializar. Al estar confinados y detrás de la pantalla de una computadora o de un teléfono inteligente —aunque no todos tienen acceso a estos dispositivos ni a internet—, esta parte se está perdiendo.
En la etapa del preescolar aprenden a convivir con sus pares, con los maestros, a gestionar emociones y empatía, a expresarse, a interactuar, a resolver conflictos. Acá se da el aprendizaje socioemocional de los infantes.
Fueron ocho meses del año pasado que los niños no lograron desarrollar estas habilidades blandas por estar confinados, y en este 2021 tampoco se ha conseguido a cabalidad.
Socialización
Toño espera ansioso cada lunes para conectarse a la clase virtual. Se sienta frente a la pantalla de un teléfono inteligente, canta, baila, escucha la lección del día, le dejan tareas; todo ocurre a la distancia, él es un espectador.
“La psicología del desarrollo habla de la importancia de la socialización desde esa edad; estudios refieren que los niños que viven aislados, cuando les toca enfrentarse en el mundo con más personas de su edad, con sus pares, no tienen esas estrategias para socializar, de trabajar en equipo, de mediar conflictos, las cuales no se desarrollan si no hay relaciones sociales con gente de su edad”, señala el investigador Andrés Gálvez Sobral, director del Centro de Investigaciones Educativas de la Universidad del Valle de Guatemala (UVG).
Aunque no hay certeza del impacto a largo plazo que tenga en los niños que no desarrollen esas habilidades socioemocionales en la etapa de la educación inicial, Aldana no descarta que esa situación propicie “una niñez, adolescencia y juventud caracterizadas por la falta de gestión emocional, con fuertes vacíos emocionales y con grandes dificultades de relacionarse con otros”, por lo que es necesario invertir tiempo y recursos en la atención psicosocial de los niños de preprimaria.
Vacíos en la educación
En Guatemala la asistencia en el nivel de preprimaria es baja, en el 2018 comenzó a verse una leve mejora en la tasa bruta de cobertura, que llegó a 84.36%, pero descendió el año pasado a 79.27%, la pandemia pudo ser la razón.
Este es el primer escalón en la educación formal, pero no todos los niños tienen acceso a ella, en las áreas rurales la brecha de niños que no están inscritos en este nivel es mayor. Huehuetenango y Quiché tienen la cobertura más baja.
Aunque estén dentro del sistema, las oportunidades no son las mismas para todos. Con el cierre de los centros educativo las alternativas para continuar con el aprendizaje a distancia han sido las guías de autoaprendizaje y el uso de medios digitales, un recurso limitado pues no todos tienen acceso a una computadora, un teléfono inteligente e internet. Incluso, hay hogares que no cuentan con servicio de luz eléctrica, por lo que tampoco es opción seguir la estrategia del Mineduc a través de la televisión y de la radio.
En la preprimaria no es tan provechoso el uso de los medios digitales para seguir con el proceso de enseñanza. A esta edad, entre los 5 y 6 años, se aprende a través de los sentidos, lo que es difícil lograr por medio de una pantalla. Además, mantener su atención tampoco es sencillo para los docentes, por lo que el tiempo de clases se reduce. En el caso de Tomás, se conecta una hora a la semana.
Para los niños a esta edad aprender a través de las guías de autoaprendizaje es difícil de lograr, pues está en desarrollo su capacidad se seguir instrucciones, requieren del acompañamiento de un adulto, lo que no es posible en todos los casos.
Juan de Dios Simón, gerente de programas de la fundación Educo, indica que en un ciclo escolar habitual los niños reciben cinco horas de clases presenciales, cinco días a la semana, pero a distancia —a través de plataformas virtuales, la TV y radio— no se logra aprender de acuerdo con el programa, objetivos y competencias establecidas para este nivel.
“No se desarrollan las habilidades. En temas de políticas públicas lo que se ha privilegiado —durante la pandemia— es el no abandono de la escuela, la deserción, a pesar de que no se aprenda mucho”, menciona.
Entretanto, Carlos Carrera, representante de Unicef en Guatemala, añade que cuantos más medios de apoyo tenga un niño aprenderá mejor.
En el área rural no están siendo acompañados ni atendidos con la conectividad necesaria como sucede en las áreas urbanas, y principalmente el sector privado, lo que hace más grande la brecha de aprendizaje.
Los niños rurales tienen otras posibilidades educativas a su alrededor, pues no viven el hacinamiento de las ciudades, ni el estrés que genera la pandemia. Están desatendidos curricularmente pero vitalmente están mejor, dice Aldana. Tienen espacio para jugar al aire libre o acompañar a sus padres en las labores en el campo, lo que estimula otros aprendizajes.
Y es que la pandemia está limitando a los niños la posibilidad de socializar, esta generación se está aislando de sus pares, la comunicación ahora es más digital y el contacto humano es cada vez menor.
“Están más aislados, no sé si esa será la forma de sociabilización que a ellos les tocará vivir… nos estamos volviendo seres digitales”, dice Gálvez Sobral.
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Desarrollo: Otras habilidades en esta etapa
Habrá habilidades que no se podrán desarrollar porque no hay educación presencial, pero hay otras que sí se están dando a través de los procesos virtuales y de la educación a distancia.
La gestión del aprendizaje informático, por ejemplo, que permitirá complementar la presencialidad, cuando está se reanude.
El aprendizaje autónomo también se ha desarrollado, los niños están aprendiendo a manejarse a su ritmo, con sus recursos, a administrar su tiempo. Están aprendiendo a manejar sus emociones en momentos difíciles, como lo es la pandemia, a ser resilientes.
Recuperar el tiempo
Carrera indica que es posible recuperar los aprendizajes que los niños de preprimaria no logren a falta de clases presenciales, pero no será automático, requiere de un trabajo de “artesano” de los profesores, de crear un plan individualizado para que cada estudiante alcance las habilidades, las destrezas y los conocimientos que no adquirieron al pasar un año fuera de la escuela.
“Lo bueno que tienen los niños pequeños, que están en la primera infancia, es que tienen plasticidad cerebral, aprenden muy rápido. Hay que tener esa esperanza, de que todo lo que no han conseguido este último año se puede recuperar, no automáticamente, requiere de apoyo del Sistema Educativos, de los padres, de la comunidad, para que estos niños alcancen todo su potencial”, dice el representante de Unicef.
Para Simón es importante que el docente haga una evaluación diagnóstica a cada estudiante para saber su nivel de aprendizaje, y centrarse en aquellos que están rezagados y reforzar esas áreas que están débiles. Pretender que ingresen a primero primaria sin tomar en cuenta que su paso por la preprimaria no fue el ideal, sería fatal.
Si bien las escuelas son un espacio donde los niños aprenden a socializar, Carrera agrega que la familia y la comunidad puede contribuir a llenar esas falencias mientras se vuelve a la presencialidad.