La mayoría de los estudios sobre impactos en la salud se han centrado en la masa vehicular, expone el Banco Internacional para la Reconstrucción y Desarrollo del Banco Mundial (BM) en una evaluación sobre la gestión de la contaminación y salud ambiental, publicado en 2021.
En Guatemala existen puntos de monitoreo de la calidad del aire, cuyos resultados apuntan por lo general a una contaminación moderada, lo cual no es una buena noticia porque en realidad el nivel debería ser bajo.
Desde 1987, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha publicado directrices de la calidad del aire, tomando como base la salud. La última actualización fue en el 2006, cuando se revisó lo relacionado con material particulado como el ozono, dióxido de nitrógeno, dióxido de azufre y monóxido de carbono, con la observación de que la contaminación del aire genera impactos económicos que afectan la salud humana y causan una pérdida de la productividad laboral.
El Ministerio de Salud, por medio del Sistema de Información Gerencial de Salud (Sigsa), da cuenta en el 2020 de 1.1 millones casos de enfermedades respiratorias identificadas como resfriado común, 145,210 de infecciones agudas de las vías respiratorias superiores, de sitios múltiples o no especificados; 140,988 de conjuntivitis, 27,114 de asma y 2,831 de otras enfermedades pulmonares obstructivas crónicas.
“La contaminación del aire es una amenaza para la salud pública. Una mejor comprensión de las relaciones entre la contaminación y la salud puede ayudar a promover políticas e inversiones en transporte y energías limpias, eficiencia energética y gestión municipal de desechos, para reducir las principales fuentes de contaminación en exteriores”, destaca Soraya Smaoun, coordinadora de Calidad del Aire de la ONU y Medio Ambiente.
Guatemala tiene ese compromiso, como signataria de tratados, acuerdos y protocolos internacionales y nacionales para mitigar el cambio climático; entre estos, el Acuerdo de París y la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.