De acuerdo con la Encuesta sobre migración internacional de personas guatemaltecas y remesas 2016, de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), seis millones 212 mil 99 se benefician de esos envíos, y de estas personas, tres millones 314 mil 749 residen en el área rural.
Los departamentos con mayor volumen de población beneficiaria de remesas son Guatemala (21.5%), San Marcos (9.4%), Huehuetenango (8%) y Quetzaltenango (6.2%).
De acuerdo con el estudio La migración y las remesas familiares en el contexto de la covid-19, de Asíes (2020), estos recursos han sido necesarios para cubrir los gastos de muchos hogares, especialmente los relacionados con necesidades básicas, y se reconoce que, a nivel macroeconómico, han coadyuvado a mantener la estabilidad.
Astrid Beltetón, magíster miembro del Instituto de Investigación y Proyección sobre Economía y Sociedad Plural de la Universidad Rafael Landívar (URL), indica que a partir del 2015 el envío de divisas por remesas empieza a crecer por encima del 10% anual, y es el primer año en que el total recibido supera el equivalente al 10% del producto interno bruto (PIB).
En el 2020, a pesar de la pandemia, la resiliencia de las remesas resultó evidente, pues representaron el 14.8% del PIB. Contrario a lo esperado, los montos de esos envíos continuaron fluyendo en la economía guatemalteca, pues su incremento cerró en 7.5%, expone Sofía Maltez, analista en Economía y Pronósticos de Copades, gracias a lo cual Guatemala fue el país centroamericano menos afectado.
Las remesas han dinamizado los mercados locales y han provocado la expansión de ventas para la industria nacional. En los últimos 20 años, Guatemala ha recibido US$100 mil millones en remesas. Los actuales beneficiarios son unos ocho millones de personas, proyección basada en el informe de OIM, refiere el abogado Pedro Pablo Solares, consultor independiente de migración.
Habría que añadir las compras en línea que efectúan los migrantes en comercios de Guatemala, las transferencias en línea o los artículos o vehículos que envían a sus familiares, lo cual no registra el Banguat, señala Sonia Pellecer, coordinadora de remesas de OIM Guatemala.
Desde el punto de vista comercial, no solo las agencias bancarias, sino también muchos comercios y tiendas en la provincia, brindan el servicio de entrega de remesas familiares, explica el economista e historiador José Molina Calderón. El dinero recibido vuelve al comercio de distintas formas, principalmente por medio del consumo y construcción de viviendas.
El 48.8% de las viviendas de las familias beneficiarias de remesas se encuentran en las áreas urbanas de Guatemala, y el 51.2% corresponden al área rural. De este total, 87% son casas propias, 9% alquiladas y el resto, con otro régimen de tenencia, dice la OIM.
Después de Guatemala (873 mil 937), Huehuetenango es el departamento en el que se registró la mayor cantidad de ese tipo de viviendas en el país, según datos del Censo del 2018, con 304 mil 351. Le siguen San Marcos, con 270 mil 185, y Alta Verapaz, con 254 mil 262.
Arquitectura peculiar
El informe del OIM arroja que 37.9% de las familias receptoras de remesas que usan estos fondos para inversión los destinan para la construcción de vivienda; 32.2% para la compra de inmuebles; 24.2% para la reparación de la casa; 5.5% para ahorro y 0.1% lo invierte en seguros.
La “arquitectura de remesas”, como se conoce a las casas construidas con estos fondos, se puede observar en el altiplano y el occidente. Estas se caracterizan por ser casas de dos, seis o hasta siete pisos, explican Pedro Prado y Juan José López, investigadores de Asíes. En algunas de estas viviendas se observa un estilo ostentoso.
Prado y López indican que los albañiles que viven en comunidades de origen migrante muchas veces son personas retornadas y son las encargadas de traducir su visión estética en las edificaciones. Por lo general, el migrante envía a sus familiares fotografías de la fachada que desea para su vivienda, para que ellos la copien, comenta Lizbeth Gramajo, investigadora de la Universidad Rafael Landívar (URL).
Las personas que migran a EE. UU. y logran un ingreso estable de alguna forma tratan de obtener un reconocimiento mediante una construcción de tamaño considerable y que se distinga entre las de la capital y de cabeceras departamentales, indica Óscar Sequeira, director de la junta directiva de la Cámara Guatemalteca de la Construcción.
En esta “arquitectura de remesas” se utilizan acabados como recubrimiento de fachadas con materiales cerámicos. También es interesante que en lugares “emblemáticos de remesas” como Cajolá, Quetzaltenango, pareciera ser el mismo constructor quien erige las viviendas, porque tienen un patrón común, refiere.
“Hace 30 años, las casas en esos lugares eran de adobe y teja. Ahora son de bloc, concreto y techo de losa, y cada vez son más sofisticadas, cuya inversión es elevada”, dice Sequeira, quien añade que el principal mercado de materiales para la construcción como cemento y hierro es el de las remesas.
Pedro Ramírez, presidente de la Cámara de Corredores de Bienes Raíces de Guatemala, refiere que entre las características de las viviendas construidas por familiares de migrantes está la inclusión de elementos arquitectónicos utilizados en Estados Unidos. Uno de ellos son las ventanas con vidrios polarizados o tipo espejo que se observan en muchos edificios de ese país y que les gustan mucho a los migrantes.
Sin embargo, conservan patrones de la arquitectura tradicional local, como diseños florales en puertas y ventanas.
La “arquitectura de remesas” es una fusión entre el estilo de vida del lugar de origen y la influencia del entorno de migrantes en Estados Unidos, dice Maltez. “Carecen de orden. Con frecuencia están en áreas vulnerables y, hasta cierto punto, son improvisadas”, añade.
Ramírez expone que estas casas contrastan con otras sencillas de las comunidades. En ellas habitan varios núcleos de una misma familia y es común que en el primer piso habiliten un local comercial. “A los migrantes es difícil que un banco local les autorice algún crédito o financiamiento para vivienda en el país, porque no hay certeza de que su estancia ilegal en EE. UU. sea permanente, así que prefieren enviar dinero a sus familiares, para que vayan construyendo poco a poco su casa”, refiere Ramírez, quien ha notado un crecimiento de áreas de lotificaciones periféricas en zonas urbanas, donde se observan estas construcciones; por ejemplo, en Coatepeque y San Carlos Sija, Quetzaltenango. Esta circunstancia se debe a que cada vez más migrantes compran lotes para construir sus casas.
Solares indica que en algunas de estas fachadas se pueden ver banderas de EE. UU., la iconografía más evidente. Pero hay otras con cada vez más representaciones de estrellas de estilo Texas, águilas norteñas y otras simbologías. En la sala se ven fotografías, carteles y adornos relacionados con la vida estadounidense.
La influencia de ese país se aprecia también en los nombres de comercios formados con capital proveniente de remesas. como tienda La Frontera (Nebaj, Quiché); miscelánea Wes Palmbich (Santa Eulalia, Huehuetenango) y Hotel Los Ángeles (cabecera de Huehuetenango), añade.
Molina expone que los estilos de construcción son toscos y que los propietarios pintan sus casas de colores fuertes, llamativos. En algunas se deja el bloc al descubierto, lo cual no es estético.
La debilidad de estas construcciones de gran inversión, advierte Sequeira, es que muchas no tienen agua entubada y alcantarillado. Según el informe del OIM, 60.2% de viviendas receptoras de remesas tiene servicio sanitario privado conectado, y un 4.5% se comparte con varias familias.
Otra característica es que los ambientes dentro de las viviendas no responden al uso que necesitan las familias. A veces un espacio planeado como sala termina utilizándose como gallinero, pues los ocupantes no tienen conocimiento de una construcción adecuada, aseveran Prado y López.
Sequeira muestra preocupación por estas viviendas de varios pisos, principalmente en Huehuetenango, San Marcos, Quetzaltenango y Quiché, cuyo diseño no está respaldado por un profesional competente y carecen de capacidad sismorresistente. También falta control por parte de las municipalidades locales sobre las fallas estructurales.
Estudios recientes desarrollados por la URL en el altiplano occidental muestran que las viviendas producto de remesas son un activo tangible, visible y de larga duración, que se convierte en una expresión del estatus social del migrante y de su familia, por lo que motivan nuevas migraciones, expone Gramajo.
La llegada de remesas familiares a las comunidades ha incidido en la generación de empleo local. El boom de la construcción ha permitido que residentes de la comunidad trabajen como albañiles o ayudantes, señala.
En la ciudad de Guatemala, los beneficiarios de remesas invierten en la compra de casas en condominios, en lugar de construirlas, afirma Sequeira.
Comunicaciones
Debido al auge de las redes sociales, muchas personas se comunican, en su mayoría (88.6%), con sus parientes en EE. UU. por teléfono celular. El 78%, de una a tres veces a la semana, dice la OIM.
Facebook es el medio más común por el que se comunican familiares y migrantes en EE. UU., quienes también suelen enviar recargas a sus parientes, especialmente cuando las compañías telefónicas ofrecen triple o cuádruple saldo, expone el antropólogo Deyvid Molina, investigador del Centro de Estudios de las Culturas en Guatemala.
Las videollamadas por WhatsApp también se han hecho populares y mediante las redes sociales se comparten momentos familiares como cumpleaños, bodas, bautizos ferias de las comunidades e incluso funerales, pues en muchos casos, principalmente en los municipios del norte de Huehuetenango y algunos del altiplano de San Marcos y región mam de Quetzaltenango, se sabe que los connacionales mandan aportes económicos para contratar reconocidos conjuntos marimbísticos para rendir homenaje al santo patrono del lugar, agrega.
Pellecer indica que entre la población indígena se considera a la figura masculina como jefe del hogar, por lo que cualquier instrucción o permisos a los hijos se tramitan a través de la comunicación electrónica. La tecnología favorece la creación de familias virtuales.
Se cumplen sueños
El ingreso de divisas por remesas familiares ha tenido un impacto significativo en diferentes variables económicas y sociales, dice Belteton. Esos envíos han contribuido no solo para la construcción o mejora de viviendas, sino también para la adquisición de terrenos, ganado o electrodomésticos, además de elevar y cambiar los patrones de consumo de alimentos. Para las familias vulnerables, las remesas han reducido los síntomas de la pobreza y han ayudado a satisfacer algunas necesidades básicas, agrega.
Un ejemplo es Fermina Pérez, quien vive en la aldea Xatinap Primero, Santa Cruz del Quiché, Quiché. Su hijo Carlos Zapeta Pérez migró a EE. UU. hace siete años y le envía dinero, el cual ha empleado para construir su casa de dos pisos. Además fue pagando las deudas que tenía y por las cuales él buscó mejores oportunidades en el país norteamericano. Pérez cree que el joven no regresará a Guatemala. “Él vive bien allá. ¿A qué va a regresar, si aquí no hay trabajo?”, pregunta.
Según Beltetón, se debe tomar en cuenta que en las comunidades no hay fuentes de ingreso alternativas equiparables a las remesas. El salario promedio, según el Instituto Nacional de Estadística, era en el 2018 de Q2 mil 260, por lo que migrar constituye un evidente incentivo.
Byron Barrera, relacionista internacional y docente universitario originario y residente en Huehuetenango, calcula que los beneficiados con remesas reciben entre US$380 y US$400 mensuales, lo que representa el 70% de sus ingresos. El restante 30% proviene, comúnmente, de la economía informal. Los jóvenes encuentran trabajo como bodegueros, mensajeros o asistentes de tienda, por lo que reciben, si mucho, Q1 mil, más bonificación.
Consumo desmedido
Barrera y Pellecer coinciden en que el receptor de remesas no tiene educación financiera, por su bajo nivel educativo, y emplea los recursos recibidos sin visión en el futuro, pues adquiere artículos como teléfonos inteligentes, videojuegos o planes de telefonía de elevado costo.
“Cuando regresan sus parientes de EE. UU., estos se encuentran con que el dinero enviado para compra de vehículos o construcción de casa fue destinado para vivir bien”, expone Barrera, quien afirma que los fines de semana se ve alta afluencia de personas provenientes de municipios como San Pedro Soloma en centros comerciales de la cabecera de Huehuetenango. “Tengo estudiantes que tienen celulares de Q10 mil o Q12 mil”, indica. Sin embargo, cuenta, estas personas viven hacinadas.
“Hay jóvenes que no desean continuar estudiando después de concluir la primaria, pues ven que viven bien con las remesas. He conversado con maestros que los motivan a continuar con su educación”, refiere Pellecer,
Con los US$12 mil 500 millones que se espera recibir en remesas este año en el país, Barrera propone que entidades gubernamentales orienten a estas familias para que empleen de manera adecuada esos recursos. Según la OIM, el 50% de los beneficiarios destinan las remesas al consumo y apenas el 20.4% lo utilizan para la inversión y el ahorro.
Estilo de vida
La forma de vestir ha cambiado notablemente a partir del envío de remesas. El fenómeno más notable se observó en 1989, cuando surgieron las “pacas” de ropa estadounidense de segunda mano, lo que revolucionó la política arancelaria, la economía y la sociología. Por ejemplo, en departamentos como Totonicapán, Quetzaltenango y Huehuetenango las ventas de ropa importada de paca han crecido de manera espectacular, especialmente en ropa masculina, indica José Molina.
En comunidades indígenas, las mujeres prefieren vestir cortes y huipiles de elevado costo y, como dicen, “se dan el lujo” al haber más dinero, asevera el antropólogo.
También se han adoptado nuevos patrones de consumo, pues si bien ha aumentado la posibilidad de adquirir alimentos, no necesariamente estos son saludables. En las comunidades tienden a preferir la comida chatarra o procesada, para ahorrar tiempo en la preparación, lo cual redunda en el incremento de problemas de salud en esos lugares, afirman Pellecer, Prado y López.
Las remesas son un factor fundamental para materializar un impacto cultural, mediante la adquisición de productos similares a los que se consumen en Estados Unidos, expone Solares, como la incorporación de panqueques y mantequilla de maní en los desayunos.
Cambio de roles
Otro de los principales cambios consecuencia de las remesas, indican Prado y López, está relacionado con el papel que han asumido las mujeres como jefas de hogar y administradoras del patrimonio familiar. “Es fundamental establecer políticas públicas que empoderen a la mujer como administradora, como un efecto de la migración internacional”, añaden.
Pellecer expone que no se debe olvidar que la superación económica de quienes reciben remesas tiene un costo alto, y es la parte emocional, afectada por la desintegración familiar, especialmente de los hijos, quienes ignoran cuándo volverán a ver a su padre o a ambos progenitores. Por ello, los menores suelen manifestar rebeldía, frustración, bajo rendimiento escolar o enojo por este vacío colateral desencadenado por la migración. La experta recomienda que se implementen programas para que estos niños reciban asistencia psicológica.
Con información de Héctor Cordero y Mike Castillo.