Lo ocurrido obliga analizar cómo funcionan los modelos de protección de la niñez en el país y los cambios que se hace urgente realizar.
Octavio Enríquez fue director del Consejo Nacional de Adopciones (CNA) y ahora es gerente de incidencia de la organización Save The Children.
¿Qué está funcionando mal en los hogares de protección?
El acogimiento residencial que es el que conocemos con los hogares es un modelo que no funciona para la mayoría de casos que están atendiendo, no es el adecuado y es una alternativa equivocada para el cuidado de los niños que tienen que ser separados de su grupo familiar. El problema es que tenemos una sobreoferta de servicios de acogimiento residencial que se vuelve la única opción ante situaciones de violencia que sufren niñas y niños y no se están trabajando otras opciones que podrían ser las adecuadas donde el niño no debe estar encerrado.
¿A qué se debe esa sobreoferta de servicios de acogimiento que usted menciona?
Primero es un factor histórico. Por mucho tiempo en el mundo se consideró que el acogimiento residencial era una muy buena opción y se fomentó, pero eso cambió. En Europa fue abolido en el siglo pasado y en muchos lugares también. Pero en Guatemala estamos muy rezagados y aún no ha dado el cambio de paradigma. Ahora, aunque la evidencia es abundante de que tenemos que hacer el cambio nos quedamos en esa idea, nuestras leyes, las prácticas judiciales y la Procuraduría General de la Nación como encargada de la investigación lo refuerzan.
También hay un factor que podemos decirle de conveniencia y es que como el modelo ya tiene tanto tiempo de estarse utilizando en Guatemala puede proveer bienestar y conveniencia a quien lo aplica porque es atractivo para la captación de la caridad internacional, aquí estamos hablando de los hogares privados.
¿Cuál es el incentivo que tienen las casas hogares privadas para funcionar?
Las casas privadas en Guatemala no reciben fondos públicos, en otros países sí. Pero aquí viven, se gestionan y se mantienen exclusivamente de cooperación internacional generalmente ligadas a redes de iglesias que apoyan estos servicios. No podemos generalizar, pero muchas son fuente de empleo para los adultos y el dinero se invierte más en el funcionamiento que en el cuidado de los niños. Pero la debilidad más fuerte es que el Estado no está financiando estas casas ni controlando cómo son financiadas. El modelo requiere una transformación sistémica, por ejemplo, solo aquellas casas autorizadas pueden optar a fondos del Estado, pero deben cumplir con una función totalmente regulada en norma que eso es lo que no tenemos ahorita.
Según el informe de Disability Rights International que se hizo en Guatemala en 2018, se detectó un modelo de explotación económica basado en el cuidado de niños de acogimiento residencial porque utilizan a los niños como una forma de atracción para que los donantes hagan aportaciones económicas a través de algo que se conoce como turismo de caridad. Pero aquí hay que tener cuidado con el enfoque porque para tener bajo cuidado a los niños se necesita dinero, algunos tienen estos modelos de captación de recursos que son antiéticos, pero sirven para cubrir todos estos gastos, pero también hay otras casas que solo utilizan este modelo para enriquecerse.
Se habla que, al institucionalizar un niño, éste sufre de impactos irreversibles. ¿De qué daños estamos hablando?
En 1980 hicieron unos estudios psiquiátricos muy reveladores que demostraron el impacto negativo que tiene la institucionalización del niño frente a las posibles ventajas que pueda tener con otros modelos. Se demostró que como herramienta de cuidado es muy débil, con muchos efectos colaterales y muy agresiva en la vida de un niño. Cualquier niño que está en una residencia con un modelo de institucionalización total va a traer un retraso considerable de desarrollo cognitivo y físico a comparación de un niño que no esté ahí. Otro efecto negativo es que solo por el hecho de estar en una institución, las probabilidades de sufrir violencia física o sexual incrementan de inmediato, ya sea entre pares o violencia institucional.
También hay una pérdida del relacionamiento con las dinámicas comunitarias y sociales que no le permite al niño o adolescente crear vínculos que luego pueden servirle como redes de apoyo. Mientras más perdida de libertad tenga, más cortadas son sus redes de apoyo para reinsertarse en las dinámicas sociales que va a necesitar después y eso es un gran problema.
Entonces, ¿hacia dónde debemos cambiar el enfoque de protección de la niñez?
Primero se debe establecer por ley que un niño de 0 a 6 años no debe estar en acogimiento residencial. Lo que se debe crear son dos líneas de trabajo previas: cuando hay un niño que podría separarse de su familia por las condiciones de maltrato, descuido o violencia dentro de su entorno familiar tendrías que tener programas de acompañamiento, refuerzo y atención psicosocial para evitar que esta separación se dé. Está probado que las familias con una atención adecuada y con accesos a algunos medios de vida puede cambiar y modificar sus formas y modelos de cuidado sin separar al niño de su hogar. El segundo es cuando sí tienes que separar al niño aunque sea momentáneamente porque las condiciones son fuertes, tienes que crear con más fuerza el modelo de acogimiento familiar temporal donde no deberían de pasar ahí más de 10 meses porque si no se dan vínculos más fuertes y profundos que hará más dolorosa la separación con esta familia, paralelamente a ello se debe trabajar con la familia de origen. Ahora, solo en los casos donde es imposible el retorno de este niño a su familia, se debe tener dos alternativas más, la adopción que sería ideal en algunos casos y las familias de cuidado permanente que son familias que están dispuestas a cuidar a un niño hasta su mayoría de edad, pero sin adoptarlos. Si tuvieras estos 3 servicios básicos los niños que llegarían a una residencia serían mucho menos de los que hay ahora, el problema es que como no hemos creado otros modelos, el único que existe es residencia o nada ahí es cuando alimentas el modelo del acogimiento residencial que no va en beneficio del niño sino del beneficio del sistema.
La institucionalización actual de los niños te permite resolver los casos de forma rápida y alimenta el sistema, ese paradigma les funciona a todos menos a los niños.