Es una realidad que contrasta con la estampa de tierra fértil y abundantes cultivos que se asoman desde la carretera Interamericana cuando se transita por el “cerro cubierto de hierba”, como se le conoce al departamento.
“La agricultura está desapareciendo”, dice Walter Osmundo Santizo, párroco de la Iglesia Católica Santo Domingo de Guzmán, al indicar que son las personas adultas las que se dedican a cultivar la tierra, actividad que ha pasado a ser de sobrevivencia extrema.
“Muchos están vendiendo sus tierras por la misma situación económica. Hay muchos terrenos fértiles que están abandonados, pues como dicen: no tiene cuenta invertir tiempo y recursos para no recuperarlo”, agrega el sacerdote, debido a que el precio de insumos como el fertilizante incrementaron más del 60 por ciento, según agricultores.
Menciona que años atrás las cosechas eran abundantes y una fiesta para los pobladores, actualmente son pocos los que tienen “la bendición” de sacar algunos quintales de frijol o de maíz para el consumo.
Actualmente buena parte de la población se ocupa en el quehacer doméstico, cuidar niños o ancianos, trabajan en maquilas y otros oficios que escasamente les generan ingresos, mientras que cada vez son más los jóvenes que migran. “Es una crisis muy crítica la que está pasando” en Santo Domingo Xenacoj, agrega el religioso.
Por otro lado, César Paiz, monitor de la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Sesán) de los municipios de Santo Domingo Xenacoj y Sumpango en Sacatepéquez, refiere que quienes se dedican a cultivar lo hace con fines comerciales, y el dinero que obtienen es aprovechado para el consumo de alimentos poco saludables, esto trae malnutrición.
Lo que es innegable es que el fenómeno El Niño, declarado desde julio pasado, amenaza con acrecentar la crisis alimentaria, aún en tierras como las de Sacatepéquez que se consideran fértiles.
La Organización Mundial de la Salud advierte un aumento de malnutrición en países como Guatemala, lo que está ligado al descenso de las cosechas, por la sequía que podría afectar las plantaciones de maíz, frijol y legumbres. Mientras que se espera un aumento de las temperaturas y escasez de agua para el consumo humano.
Ante ese panorama, el Ministerio de Salud está en alerta roja, ya que esas condiciones climáticas pueden empeorar los casos de desnutrición aguda, que es un reflejo de la crisis alimentaria en la que se encuentran dos de cada diez guatemaltecos en el país, según la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases (CIF).
La agonía del hambre
María Irma Sanjay vive a escasas cuatro cuadras del parque de Santo Domingo Xenacoj, pese a estar en una zona semiurbana alimentar a su familia se convierte en una agonía diaria. No siempre consigue dinero para comprar comida.
Es jueves 3 de agosto. Es media mañana y en la estufa no hay nada para comer al mediodía. Prestado consigue para comprar una libra de pollo y unas verduras para preparar un poco de pulique, ese será el almuerzo. Quizá sobre algo para la noche, si no, la cena será tortilla con un pedazo de queso o con sal, como ha sucedido otras veces.
“Los niños piden comida, pero les digo: ‘ustedes me tienen que entender, cuando hay comemos algo distinto, cuando no, no’”, dice María, que junto a su esposo se las ingenian para que haya algo en la mesa para alimentar a la familia.
La escasez de alimentos en la casa de María puso en riesgo la vida de su hijo menor, Abraham de un año. Fue identificado en el puesto de salud con desnutrición aguda, un padecimiento que se ha acrecentado en los niños del municipio.
Según el reporte del Dirección Departamental de Redes Integradas de Servicios de Salud de Sacatepéquez, en Santo Domingo Xenacoj al 7 de julio había 22 casos de menores de cinco años en esa condición, cuando al final del 2022 se reportaron nueve.
Ana Lucrecia Gregorio, enfermera en el puesto de salud de la localidad, dice que en los últimos tres años los casos de desnutrición aguda infantil incrementaron, la pandemia del covid-19 contribuyó, pues debido al confinamiento y al temor a contagiarse las madres no llevaban a control a sus hijos. Pero actualmente es porque tienen un acceso limitado a los alimentos.
El personal trabaja en identificación oportuna de los casos, a través de acciones como pesar y tallar a los niños tanto en el puesto de salud como a través de barridos que realizan de manera periódica. Les entregan de vitaminas e instruyen a las madres en la preparación de los alimentos.
Abraham ha ganado peso, ha recibido atención en el puesto de salud local, pero en ocasiones María sale con la receta de los medicamentos que debe comprar para que el niño se recupere por completo. Si con esfuerzo consiguen dinero para comer, el comprar medicina pasa a un segundo plano.
“Hay familias que no tienen ni para la tortilla ni para un libra de sal”, dice María, al considerar que hay hogares en peor situación.
Jorge Pernillo, analista y catedrático de la Escuela de Nutrición de la Universidad Panamericana (Upana), menciona que por primera vez Sacatepéquez se clasifico en fase 3 en la CIGF, es decir que más del 20% de la población está en inseguridad alimentaria de moderada a severa y necesitan asistencia alimentaria, “eso nunca antes había pasado”.
-
El efecto pandemia
“Después de la pandemia muchas familias quedaron condicionadas económicamente, en situación de pobreza, y a la fecha siguen luchando por tener ingresos para sostener a la familia”, dice Paiz.
Agrega que los ingresos de un agricultor oscilan en Q40 por día, y con el incremento en los productos de la canasta básica la crisis se agudiza en los hogares, que suelen ser numerosos.
Desde la Sesán coordinar y monitorear el trabajo de las instituciones que tienen presupuesto asignado para atender la inseguridad alimentaria en el país, como los ministerios de Salud, de Agricultura, Ganadería y Alimentación, de Educación y Desarrollo Social, para que hagan llegar la ayuda a las familias, con el apoyo del gobierno local.
La familia de María ha recibido ayuda en algunos programas sociales, sin embargo, los alimentos les alcanzan para unos días. Ella teje y vende las prendas que elabora, no es un ingreso diario. Su esposo es piloto y lleva tres años sin conseguir empleo fijo, realiza toda clase de trabajos para conseguir algunos quetzales. La escena se repite en muchos hogares, que piden apoyo para paliar esta crisis que se avizora severa para los próximos meses.