En relatos que obtuvo Prensa Libre y Noticiero Guatevisión, pobladores cuentan en su mayoría que tuvieron que vivir en la calle durante más de un mes, tratar la manera de cocinar con una estufa casera y así, poderse alimentar.
Muchos comentaron que al salir el sol se pudieron dar cuenta de que muchas casas habían colapsado por el fuerte terremoto, ya que estuvieron a oscuras por varias horas por la falta de luz.
Rosa Marroquín, de 56 años, contó que sintieron por la madrugada que la tierra se movía. Describió que la tierra se abrió “como en un medio metro” en su vivienda.
“Había muchas familias tiradas en el suelo, los escombros, fue una gran cosa”, dice esta pobladora, que para entonces vivía en la colonia Bethania, zona 7 capitalina.
“Hubo bastantes muertos. Recuerdo que había una familia fallecida que solo el padre quedó vivo. Todos muertos tendidos en el suelo”, prosiguió.
En tanto, Filomena García, de 72 años, dice que fue una experiencia bastante dura, porque nadie se lo esperaba.
“Nosotros nos acostamos tranquilos y fue una mi tía la que sintió el terremoto. Lo primero que hizo fue abrir la puerta, porque lo primero que pasa con los terremotos es que las puertas se traban, y empezó a gritarnos que nos levantáramos porque había un temblor muy fuerte”, relató.
Agregó que su esposo, en su afán de sacar a los niños pequeños, chocó fuerte con un trinchante y se hirió en la cara.
“Casi gateando salimos a la calle. Allí nos quedamos por la madrugada. Cuando amaneció, nos dimos cuenta de que todas las casas se habían caído, que todo estaba en el suelo”, recuerda esta ama de casa que vivía para entonces en las cercanías del mercado Colón, zona 1 capitalina.
La pobladora reconoce que ahora ya hay más preparación, más información y hasta simulacros. En ese entonces, no sabían nada de lo que vendría, recuerda.
Incertidumbre
Mayra Reyes, de 52 años, quien relata que estaba muy pequeña, recuerda que, tras el movimiento, se sentó en la cama y no sabía qué estaba pasando. Lo más terrorífico, cuenta, es que se quedaron atrapados junto con sus tres hermanos y ya no pudieron salir de la vivienda.
Prosigue que, al ver que no pudieron escapar, sus padres los abrazaron fuertes hasta que los vecinos lograron intervenir para sacarlos.
En su opinión, en estos momentos los guatemaltecos no estamos preparados para un terremoto, ya que nadie sabe lo que realmente se experimenta en ese instante.
En tanto, Guillermo Abadío, de 59 años, y quien vivía en el bulevar Liberación en un tercer piso de un edificio, cuenta que fue terrorífico.
“La imprudencia que comete uno es bajar las gradas de un edificio corriendo. Me asustó mucho”.
También coincide en que los guatemaltecos no estamos preparados para un evento de esa magnitud, y que no se toman con la debida seriedad los simulacros.
Ester de Jesús Marín, de 77 años, dice que fue un susto muy grande en medio del sueño.
“No sabíamos qué estaba pensando. Y lo peor es que quisimos encender la luz y no había energía. Tomamos a nuestros hijos pequeños y mi esposo me pidió que orara, pero no se venía nada a la mente. Solo oíamos un ruido horrible, zumbaba todo, un ruido feo que no entendíamos qué estaba pasando.
Todos los entrevistados relataron que pudieron salvarse, pero no fue el caso de miles de guatemaltecos que perecieron en esa fatídica madrugada.
Y tras las vivencias de los testigos de la tragedia, queda aún la pregunta: ¿Estamos preparados para un fenómeno de tal magnitud?