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Guatemala y el resto de la región le dan la espalda a la obesidad ante una industria voraz

Como en toda Centroamérica, en Guatemala el acelerado crecimiento de la obesidad, que comienza desde los menores de 5 años de edad y empeora en los mayores de 40 años, carece de un esfuerzo para hacer frente a una industria que provoca una mala nutrición en las personas.

Tres cuartas partes de los adultos de Centroamérica tienen obesidad, condición que lleva a padecimientos crónicos. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca)

Tres cuartas partes de los adultos de Centroamérica tienen obesidad, condición que lleva a padecimientos crónicos. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca)

Una prevalencia del 7 a 8 por ciento de obesidad en niños menores, que aumenta a un tercio de la población en edad escolar y luego a la mitad de los adultos hasta expandirse hasta tres cuartas partes de los mayores de 40 años, es una loza a la que se le da la espalda en la región.

El coordinador del Centro de Investigación del Instituto de Nutrición de Centroamérica y Panamá para la Prevención de las Enfermedades Crónicas, Manuel Ramírez, detalló que la obesidad en mujeres rurales y urbanas no presenta diferencias, pero en los hombres que trabajan en centros urbanos aumentan entre un 30 y 50 por ciento los casos debido a que en el campo los trabajadores gastan más energía.

Y esa, subrayó, es una causa fundamental que no se atiende: “Hay una mayor disponibilidad de ingerir bebidas azucaradas y alimentos ricos en azúcar, grasa y sodio, incluso entre comidas, por lo que el consumo diario de calorías se va para arriba y cada vez nos movemos menos y gastamos pocas calorías”.

Muchos factores influyen en la poca movilidad: la tecnología, el uso desenfrenado de teléfonos celulares que comienza desde la infancia y “todo un ambiente de ciudades que promueven que esto suceda, con inseguridad, transporte público deficiente e insuficiente, mucho uso del auto, alta propagación de alimentos chatarra”, apuntó Ramírez.

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Incluso la aparición de plataformas digitales de sistemas para pedir comida a domicilio u oficinas. “Todo ese ambiente, llamado ambiente obesogénico, ayuda a que la gente gane peso fácilmente y no queme de la misma forma las calorías que debería de quemar”.

Y no hay un balance, insiste el nutricionista, debido a que así como esto se debe en primer lugar a decisiones individuales, Centroamérica “carece de políticas públicas efectivas para contrarrestar ese ambiente obesogénico, pese a los varios intentos que se han impulsado sin éxito”.

Uruguay, Perú y Chile han puesto el ejemplo con reglamentos de etiquetado frontal de los alimentos con rombos que describen si un alimento es alto en grasa, azúcar, sal y calorías, elementos que delatan a un platillo por su cantidad de rombos con su peor calidad alimenticia.

Sin embargo, iniciativas similares se han estancado en Guatemala, República Dominicana, Panamá y Colombia, en donde no pasó ni siquiera la primera lectura en el Congreso; mientras que en Costa Rica ni siquiera hay en el horizonte algo similar.

El caso Guatemala

En Guatemala, además, se promueve que se restrinja la publicidad de alimentos poco saludables en franjas infantiles y un aumento del precio a las bebidas gaseosas azucaradas, pero esta propuesta se encuentra en el limbo previo a ser presentada ante el pleno legislativo.

Tampoco se promueve, como un impulso estatal, la creación de parques y una mejora del transporte público, según Ramírez, pues “se ha demostrado que mientras más parques hayan cerca de donde uno vive menor riesgo de obesidad, principalmente en niños, a lo que se suma que a mejor transporte (público) y más cercano el riesgo es menor”.

Por su parte, la investigadora del Instituto de Nutrición de Centroamérica y Panamá, Mónica Mazariegos, concluyó que el consumo de alimentos “altamente palatables”, que gustan mucho por su alto contenido de sodio, a temprana edad e incluso desde el embarazo, provoca una preferencia por estos, al igual que los dulces.

La insistencia en esta forma de alimentarse dañina, afirmó Mazariegos, “crea el mecanismo de recompensa de gente que siente placer por este tipo de sabores y por eso cuesta tanto poder eliminar estas preferencias”, y eso trasciende del esfuerzo individual por dejarlo al ámbito público para controlarlo.

 

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