Las experiencias han sido positivas. El sismo del 7 de septiembre último –que golpeó Oaxaca, Chiapas e Guatemala-, no sumó víctimas en la capital mexicana.
Detrás del sonido de la sirena hay tecnología conectada con los sismógrafos y demás instrumentos que detectaron inmediatamente el movimiento de las placas tectónicas ubicadas en el Pacífico mexicano.
Así se logra que la tecnología le gane la carrera a la sacudida y llegue oportunamente a la Ciudad de México, con nueve millones de habitantes y asentada sobre suelo blanco y un lago prehistórico, que se agrava con la vulnerabilidad que ha hecho la perforación de pozos para extracción de agua.
Ante esos buenos resultados, ¿vale la pena que Guatemala tenga un sistema igual?
Eddy Sánchez, director del Instituto de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (Insivumeh), lo tiene claro y su respuesta es no.
La corta distancia entre la zona de subducción y Guatemala no permite que la alerta sísmica llegue con el suficiente tiempo para que las personas puedan tomar acciones.
Y la razón va directamente relacionada con la distancia. El experto explica que, para la capital de Guatemala, la alerta
funcionaría con cuatro o cinco segundos de anticipación aproximadamente, que es muy poco, ya que para México es de 25 a 35 segundos. “Son segundos valiosos”, enfatiza.
El tiempo de anticipación sería menos para otras áreas pobladas, como la Costa Sur y occidente.
Para ejemplificarlo, Sánchez comenta que a lo mejor la alerta podría funcionar para Petén.
Entonces ¿qué nos queda? Sánchez resalta la importancia de hacer buenas construcciones y adoptar una cultura de prevención de desastres.
Y las razones son muchas. En Guatemala hay de ocho a 12 sismos diarios que nadie siente, más que los sismógrafos, es así que solo 21 de ellos han sido sensibles en todo el país, y de los cuales dos han causado muerte y destrucción este año.
