La ubicación de La Laguna Yaloch se encuentra en el departamento de Petén y en el municipio de Melchor de Mencos, se sitúa dentro de la Reserva de la Biosfera Maya. La rodea selva, y es hábitat de reptiles, dentro del lugar se puede apreciar la ciudad maya que la envuelven montañas con clima tropical.
Laguna de Yaloch, se encuentra ubicada a 39 kilómetros de la cabecera principal de Melchor en tiempo de verano es fácil el acceso en transporte liviano. En época de invierno, se recomiendo utilizar vehículos de doble tracción por la temporada de lluvia que tiende a afectar los suelos de la selva.

Foto: BYRON RIVERA 
25/07/2024

Contratar para salvar la selva maya: Así funcionan las concesiones forestales en Guatemala

7 de agosto de 2024

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El modelo de Concesiones de Aprovechamiento y Manejo de Recursos Naturales Renovables ha permitido la conservación de 600 hectáreas de bosque en Petén.

Adentrarse en los bosques de Petén es perderse en el tiempo,  sumergirse en un espacio que exhala vida, donde la naturaleza es la dueña. Allí los rayos del sol se cuelan con esfuerzo por las ramas de los árboles y caen sobre un suelo húmedo alfombrado de plantas y hojas secas que cubren los senderos. En el ambiente calmo  las aves trinan, se oye el zumbido de los insectos y el aullido de los monos.

La Reserva de la Biósfera Maya (RBM) tiene  dos millones 90 mil 677   hectáreas de bosque  y ocupa  el 19 por ciento  del territorio nacional, con sitios arqueológicos como mudos testigos del esplendor de la civilización maya.

Es un espacio amenazado  por los incendios forestales, la ganadería y la tala ilegal. La destrucción de esta zona representa perder uno de los pulmones del planeta.

Para su protección, el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap) puso a funcionar, hace más de 20 años, un modelo de concesiones de aprovechamiento y manejo de recursos naturales renovables o unidades de manejo que han funcionado e impactado en la conservación de más de 600 mil hectáreas de bosque,  por lo cual el Gobierno las prorrogó por otros 25 años.  

En los bosque de Petén habita una diversidad de especies de flora y de fauna.

(Foto Prensa Libre: AFP)

La Reserva de la Biosfera Maya la conforman dos millones 90 mil 677 hectáreas de bosque.

(Foto Prensa Libre: Byron Rivera)

La finalidad es que las comunidades locales sean las guardianas del bosque y que de manera responsable y sostenible usen y aprovechen los recursos naturales que están  en una   zona de usos múltiples, que abarca el 36.84 por ciento de la RBM —802 mil 357 hectáreas—.

Como un ensayo del modelo, en 1994 se adjudicó   la primera unidad de manejo en concesión forestal comunitaria denominada San Miguel, por 25 años, para que comunitarios organizados aprovecharan los recursos que ofrece el bosque y evite agotarlos.

Ese fue el punto de partida y en la actualidad hay 16 concesiones, que representan 618 mil 793.51 hectáreas de bosque donde miembros de la  sociedad civil, organizaciones, cooperativas y empresas participan en un manejo forestal sostenible.

Además de proteger la RBM, también se da un impacto positivo en las comunidades, pues al aprovechar  los bienes y productos que da el bosque se generan  150 mil empleos directos e indirectos. Estos ingresos se reflejan en servicios de salud, educación, infraestructura y saneamiento ambiental. 

Los habitantes de Uaxactún, en Petén, están comprometidos en velar por la conservación del bosque, ellos son parte de la concesión forestal que lleva el nombre del sitio arqueológico asentado en el lugar.

(Foto Prensa Libre: Byron Rivera)


Modelo ejemplar 
Lo que Guatemala ha logrado con este modelo de conservación y manejo integral de recursos naturales renovables del bosque atrajo a una comitiva de más de 30 líderes campesinos e indígenas de la Amazonía colombiana, que durante una semana conocieron cómo las comunidades en Petén han logrado establecer un balance entre la protección, el uso sostenible de la biodiversidad y el desarrollo local. 

“Guatemala es  ejemplo en el manejo de la concesión forestal”, expresó Adriana Rivera-Brusatin, directora de Bosques, Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia.

Ambos países comparten similitudes. Según la funcionaria, Colombia también pasó por un conflicto armado interno, tiene una amplia extensión de bosque y las comunidades se han sumado a cuidarlo. Como resultado de ello, del 2021 al 2023 la deforestación se redujo  un 61 por ciento en la región amazónica de su país.

“Ustedes lograron un proceso que fusiona la paz y el uso del bosque con un manejo forestal sostenible como una alternativa para la población. Es el mejor ejemplo de que se puede lograr. No es resiliencia, es resistencia de las comunidades para sacar adelante el modelo”, subrayó Rivera-Brusatin.

“Guatemala es  ejemplo en el manejo de la concesión forestal”.
Adriana Rivera-Brusatin, directora de Bosques, Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia

 Según Sergio Balam, director regional del Conap, con este modelo  las comunidades obtienen recursos económicos, que a su vez invierten en   la conservación de los bosques. 

Riqueza natural
Asentada en   Flores,  Petén, la comunidad Uaxactún lleva el mismo nombre del sitio arqueológico maya que se oculta entre los árboles.

Los miembros de la organización Manejo y Conservación son los guardianes de 83 mil 558 hectáreas de bosque en la zona desde enero del 2000, cuando se firmó el primer contrato de concesión para el aprovechamiento y manejo integral de los recursos naturales del lugar, y lo seguirán siendo hasta el 2050, pues el Gobierno  extendió el plazo por otros 25 años.

La comunidad consta de 214 familias, y de allí son los 257 socios  que trabajan en conservar y mantener la cobertura boscosa.

Los comunitarios aprovechan los recursos forestales maderables y no maderables, como la hoja de xate, la semilla de ramón,  la pimienta y el chicle, así como el turismo comunitario,  actividad que surge de la relación con la naturaleza.

Erwin Enrique Maas, guía local, dice que los pobladores de Uaxactún tienen un siglo de interactuar y  cuidar la zona. “El bosque nos da vida y debemos compensarlo por ello”, sentencia. Una dinámica que ha trascendido generaciones. 

“Tenemos el compromiso de prevenir los incendios y la deforestación, y desarrollar  un manejo forestal sostenible. Ese es el equilibrio entre el ser humano y el bosque”, remarca.

Las primeras personas que se asentaron en Uaxactún eran chicleros que extraían la sabia del árbol de chicozapote (Manilkara zapota) para luego cocinarla y preparar las maquetas de chicle. La única manera de llegar al lugar era en avioneta, no había caminos. Poco a poco el lugar se pobló hasta llegar a las 780 personas que allí viven. 

Emilio Pop tiene 72 años y dedicó buena parte de su vida a la actividad chiclera en Uaxactún.

(Foto Prensa Libre: Ana Lucía Ola)

Los habitantes de Uaxactún acostumbran a realizar ceremonias mayas en el corazón del parque arqueológico.

(Foto Prensa Libre: Byron Rivera)

Ya habitaban en el lugar cuando se declaró área protegida, y les permitieron quedarse para hacerse cargo de la gestión comunitaria de los bosques. “Desde  que nos dejaron aquí ha sido un beneficio, y mucho más cuando se nos da una extensión territorial para coadministrarla”, hace ver el guía comunitario, al añadir que la única manera de ser miembro de la comunidad es contraer matrimonio con un residente. 

Maas es de Cobán, Alta Verapaz, y le permitieron quedarse cuando se casó con una mujer de la localidad. “Tuve que ganarme el derecho de ciudadanía en Uaxactún”, cuenta.

Cada miembro de la comunidad trabaja en actividades en las que se aprovechan los recursos del bosque, pero también del turismo que se genera al tener dentro del territorio un sitio arqueológico, Uaxactún,  conocido como “el lugar que marca el tiempo”.

En el límite de Petén
A diferencia de Uaxactún, en Yaloch no hay población residente. Para llegar a esta concesión de 25 mil 386.48 hectáreas hay que viajar hacia Melchor de Mencos, y se ubica a unos 30 km de la cabecera municipal.

Más de 30 líderes campesinos e indígenas de la Amazonía colombiana visitaron las concesiones forestales en Petén, una de ellas, es Yaloch.

(Foto Prensa Libre: Byron Rirvera)

En el trayecto, a unos metros de la zona de adyacencia con Belice, los pastizales destinados a la ganadería dominan el paisaje, una de las actividades que va en crecimiento y que se cuenta entre las principales amenazas de los bosques de Petén.

Un arco de piedra con el nombre de la concesión se convierte en una barrera para que agricultores y ganaderos no la traspasen hacia el área boscosa. La sociedad civil   es una de las guardianas del lugar.

Carlos Góngora, a cargo de la comisión de fiscalización de la entidad, afirma que antes de la aprobación de la Ley de Áreas Protegidas, decreto 4-89, las familias  vivían de los recursos maderables de la zona de una manera sostenible, pero al entrar en vigencia la normativa tuvieron que organizarse para que el Gobierno les permitiera manejar la concesión forestal.

De eso han transcurrido más de 20 años y los pobladores están orgullosos de lo que han logrado.

En las concesiones forestales hay maderas preciosas como cedro y caoba que son aprovechadas de manera sostenible por comunitarios.

(Foto Prensa Libre: AFP)

En las comunidades hay aserraderos en donde se trabaja la madera que se obtiene de los bosques.

(Foto Prensa Libre: Cortesía Conap)

“Es un honor y un gusto ser socio de una organización comunitaria. Puedo afirmar que gracias a nosotros tenemos bosques en el municipio, en Petén, en Guatemala, y oxígeno para el mundo entero”, dice Góngora, quien se considera socio estratégico de las áreas protegidas.

Como aprovechamiento forestal se define la actividad que llevan a cabo en el bosque. Para ello tienen planes generales,  quinquenales y  operativos anuales (POA) aprobados por el Conap. Cada árbol de la zona ha sido identificado, se sabe cuántos hay y a qué especie pertenecen.

La caoba y el cedro son las maderas que se extraen y procesan para comercializar, aunque también hay otras  como el granadillo y  mano de león.

Explica que hacen un censo de los árboles que hay dentro del área específica establecida en el POA, y de ese polígono talan el 65 por ciento; el resto se queda como semillero. Solo cortan los que tienen un diámetro mayor a 60 cm, que es lo que la ley permite, y la intensidad de corte es de uno a dos árboles por hectárea.

"Puedo afirmar que gracias a nosotros tenemos bosques en el municipio, en Petén, en Guatemala, y oxígeno para el mundo entero”
Carlos Góngora, miembro de la sociedad civil El Esfuerzo que trabaja en la concesión forestal Yaloch.

Para trabajar dividen las hectáreas que tienen a su cargo en polígonos, y a cada uno le asignan un año, según el tiempo que dura el contrato de la concesión. En ese orden efectúan la tala. Esto permite que el bosque se regenere, porque para volver al bloque del 2024, por ejemplo, pasarán más de 20 años. Además, en temporada de lluvias siembran  cada cinco metros las semillas que recolectaron de los ejemplares que fueron talados —silvicultura directa—.

“Cualquiera dirá que es un volumen muy pequeño lo que extraemos, para los compromisos que tenemos para la conservación del área, pero no lo hacemos por el aspecto rentable, sino para sostenibilidad del bosque. La idea es conservar produciendo, no destruyendo”, enfatiza Góngora.

“El 45 por ciento de lo que el bosque nos da, nosotros se lo reintegramos en conservación, con cuadrillas de control y vigilancia, que están todo el año”, agrega.

También efectúan operaciones para evitar incendios forestales, lo cual representa pago de jornales, alimentación del equipo, transporte y  combustible. Son alrededor de Q400 mil los que se invierten al año en estas actividades, con el fin de preservar la zona boscosa.

Vida y sostenibilidad
Emilio Pop tiene 72 años y dedicó buena parte de su vida a la actividad chiclera. Se levantaba a las tres de la madrugada para alistarse y caminar hacia el bosque, donde le esperaban decenas de árboles de chicozapote.

Llevaba una soga, que los chicleros colocan  alrededor de los árboles y a su cuerpo para trepar por los troncos; unos espolones en los zapatos y en el cinturón un machete para hacer varias hendiduras en la corteza y así brote la savia, que luego es transformada en maquetas de chicle.

Ninguno de sus hijos aprendió el oficio y ahora es una actividad que se exhibe a los turistas que llegan a la concesión forestal Uaxactún, pues en la zona ya se no comercializa el chicle.

Lo que se mantiene es el aprovechamiento del xate, una planta ornamental que extraen del bosque. María Lupita  es parte del grupo que selecciona y empaca las palmas en rollos. A quienes las cortan se les llama xateros.

Emilio Pop se dedicaba a trabajar el chicle, pero el producto ya no es comercial. Ninguno de sus hijo se dedica al oficio.

(Foto Prensa Libre: Ana Lucía Ola)

El producto se exporta, en su mayoría a Estados Unidos, y representa ingresos para la comunidad. Cada persona puede recibir Q200 semanales. 

También se aprovecha la semilla de ramón, que recolectan bajo  los árboles. En la actividad participan familias enteras. Carolina Alvarado es inspectora interna del producto y asegura que es 100 por ciento orgánico.

Las semillas las trasladan a un centro de acopio, donde las preparan para ser procesadas. Las secan y cuando están listas las convierten en harina, que utilizan para preparar atol, galletas, pasteles y té. Además, incursionan en usar el ramón para elaborar cerveza artesanal, sirope y otros. Según Alvarado, en la Universidad de Minnesota,  EE. UU., ya se han hecho pruebas para su proceso.

“Hemos exportado producto en bruto, pero ahora  estamos en el valor agregado, porque trae más oportunidades de empleo y mayor apropiación de la semilla de ramón”, añade, por lo que para los comunitarios es primordial la protección del bosque y que este se mantenga en su estado natural.  

Los pobladores de Uaxactún aprovechan los recursos que les da el bosque para elaborar artesanías.

(Foto Prensa Libre: Byron Rivera)

Una de las artesanías que realizan son muñecas de tusa.

(Foto Prensa Libre: Byron Rivera)

El fruto del árbol de pimienta dioica —o gorda— se utiliza en pastelería,   dulces, embutidos y otros. En la comunidad la preparan como té y sirope. Se distribuye a  Estados Unidos, Alemania, Bélgica, Jordania, Israel y Holanda, entre otros.

Por medio de un contrato aprobado por el Conap, las concesiones forestales otorgan derechos y obligaciones a organizaciones de la sociedad civil o empresas para que administren, conserven y den un uso sostenible a los recursos naturales en áreas de propiedad del Estado.

“Aquí nadie es dueño de nada, solo nos prestan el área para trabajarla. La organización vela porque haya proyectos que generen ingresos económicos en la comunidad”, insiste  Maas.

Entre esos proyectos está el aprovechamiento de los recursos forestales maderables. Los árboles que talan, en especial de caoba,  los trasladan a un aserradero para trabajarlos según el requerimiento de los clientes. El 60 por ciento del producto se exporta  a EE. UU.

Si talan 25 árboles de caoba, siembran otros 25 para mantener la cobertura forestal.

Nicho en crecimiento
El turismo comunitario es otra actividad que atrae recursos económicos a los pobladores, pues hay un despertar por parte de viajeros nacionales y extranjeros por convivir con la naturaleza y  acercarse a las comunidades, por lo que proteger el patrimonio natural y cultural de los lugares es un beneficio de doble vía.

La concesión forestal de Uaxactún alberga en su territorio el sitio arqueológico del mismo nombre, y qué mejor que un comunitario local para guiar a los turistas.

Ocurre lo mismo en Yaloch, concesión que se ubica en Melchor de Mencos, con una laguna  y   un espacio para pernoctar en sus alrededores.

Los comunitarios   se encargan de preparar platillos locales para que los turistas los degusten, lo cual  representa ingresos extras para las familias.

Para Maas se puede vivir del bosque, pero de manera sostenible, y el tiempo lo ha demostrado. Ahora esperan que el Gobierno les extienda los contratos de las concesiones  no solo por 25 años, como ya lo hizo, sino por más tiempo.

ESCRITO POR:

Ana Lucía Ola

Periodista de Prensa Libre especializada en temas comunitarios, con énfasis en Salud y Educación, con 17 años de experiencia. Reconocida con el Premio de Prensa Libre en categoría Reportaje, en 2019. Premio de la UPANA por Informar a la población guatemalteca sobre la realidad en nutrición y desnutrición en el país, en 2019. Diplomado El periodismo en la era digital como agente y líder de la transformación digital impartido por el Tecnológico de Monterrey.