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Guardianes de la Navidad guatemalteca: cómo los artesanos mantienen viva la tradición por décadas
Tras varias generaciones, vendedores y artesanos se dedican durante diciembre a mantener viva la tradicional navidad guatemalteca.
Desde distintos puntos del país artesanos viajan a la capital para ser parte de la feria navideña, con su talento crean adornos para mantener viva la tradición guatemalteca de la Navidad. (Foto Prensa Libre: Esbin García)
Cuando llega diciembre, Irene Francisca Guacamaya deja su hogar en San Pedro Sacatepéquez, Guatemala, para viajar a la ciudad e instalarse durante más de 20 días en la Feria Navideña. Así lo ha hecho desde niña, cuando acompañaba a su madre.
Hoy tiene 75 años y mantiene viva la tradición, una que se resiste a desaparecer frente al trajín de la modernidad que ofrecen los centros comerciales.
Entre olores a aserrín, manzanilla, musgo, pino, ciprés y pinabete; entre luces multicolor, pascuas, figuras de yeso y de madera para el nacimiento transcurrió su niñez, como la de otros vendedores que provienen de distintos municipios del país y buscan vender sus artesanías, y de esa manera casi, sin darse cuenta, preservar las costumbres guatemaltecas en Navidad.
Francisca recuerda que sus primeros viajes a la ciudad los hacía “a tuto”. Su madre la envolvía en un perraje que amarraba a su espalda y desde allí vivía el ambiente de las fiestas decembrinas y era testigo del correcorre de la gente vendiendo y comprando en la feria navideña, un espacio que comenzó frente a la iglesia del Calvario, en la 18 calle de la zona 1, y luego se movió unas cuadras, al Mercado Sur No.2, en la 20 calle. También pasó por los campos del Roosevelt, zona 11, y ahora se establece en el parque San Francisco de Asís, zona 3.
“Estamos acostumbrados a venir todos los años. Se siente la emoción de pasar la Navidad aquí —en la feria—. Es alegre, aunque se aguante frío y calor”, cuenta Francisca, quien heredó de su madre la venta de aserrín, material que compra pintado, pues si ella lo tiñera el costo aumentaría y no podría vender la medida a Q2.
Manos de artesano
Día y noche, con frío y calor, la feria navideña aglutina a más de un centenar de familias que pernoctan en el lugar entre champas de lámina o nylon. Allí también almacenan el material que utilizan para crear las manualidades y artículos tradicionales que venden a los visitantes.
Erwin Coy, de San Juan Comalapa, Chimaltenango, es parte de la feria desde que tenía 12 años. De su padre heredó la costumbre de viajar a la capital cada año en diciembre, como también el talento de crear ovejas con tusas.
De enero a noviembre acumula las tusas, las seca y guarda para, en diciembre, tener el material suficiente para trabajar los adornos que vende.
Corta cada hoja seca en pequeñas tiras que agrupa en manojos, para luego enrollarlos en un lazo y formar guirnaldas de unos 12 metros —cada una requiere alrededor de 60 tusas—. Es un trabajo que hace en familia, pues su esposa y su hijode 7 años le ayudan.
Las guirnaldas se transforman en ovejas de distintos tamaños y colores. El proceso para crear una figura de estas puede llevar entre 10 a 15 minutos.
“Esta época es alegre, la esperamos todo el año. Acumulamos el doblador (tusa) durante meses, en una bodega. Parte es producción mía y el resto lo compro. Cuando llega diciembre lo traemos a la feria”, cuenta Coy, de 44 años. En su viaje a la ciudad le acompañan su esposa, su hijo y también su perro.
Herencia familiar
Los árboles de Navidad son parte de la tradición guatemalteca, y Luciano Ixmatá es uno de los artesanos que los arman a partir de ramas de ciprés y de pino. El pinabete ha dejado de usarse por las medidas de conservación de la especie. Solo utilizan las ramas que tienen marchamo.
“Tengo 20 años de ser parte de la feria. No es por necesidad, sino que es una tradición. Esto no es de todo el tiempo. Tenemos nuestro trabajo, es algo que amamos y que disfrutamos hacer. Se siente frío, pero es bonito venir a pasar unos días acá”, refiere Luciano, quien viaja desde Santa Clara La Laguna, Sololá, donde se dedica a la agricultura.
Sus herramientas de trabajo para armar los árboles de Navidad son cuchillo, martillo, clavos, ramas de ciprés o de pino y el ingenio que heredó de su padre, pues aprendió viendo cómo este le daba forma al adorno que en diciembre decora los hogares guatemaltecos. Ahora también hace coronas y guirnaldas, con lo que el negocio se amplió.
“Esto es una tradición para nosotros. Luchamos cada año para que no desaparezca”, agrega.
La manzanilla es otro de los artículos infaltables en las fiestas de diciembre en Guatemala. Santos Tocay vende collares que arma desde cero. Trae los frutos de Antigua Guatemala, Sacatepéquez, y con paciencia inserta uno por uno en una aguja con hilo grueso. El tamaño es de dos yardas y el precio oscila entre Q12 y Q20.
Su madre le enseñó el oficio. “Este año cumplo 40 años de estar vendiendo en la feria, porque desde jovencita venía con mis papás de San Pedro Sacatepéquez”, cuenta.
“Aunque esté baja la venta, siempre venimos, es ya una tradición que no puedo dejar”, añade.
En el puesto de Santos se ofrecen piñas y gusano de pino, musgo, moñas, aserrín, luces de colores y pascuas, para decorar los nacimientos.
Las ganancias que deja la venta no son muchas, pero para ella este es el sentir de la Navidad, que las personas conserven la costumbre de ir a la feria y llevar los adornos navideños.
“Hacemos esto para recordar el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios”, afirma.
En otros lugares
Hugo Hernández es vendedor de pastores y misterios. Indica que parte de la feria navideña se trasladó hace tres años al parque San Francisco de Asís, en la zona 3 capitalina, un espacio que les habilitó la Municipalidad de Guatemala. Sin embargo, un grupo no aceptó el cambio y se quedó en la 9a. avenida de la zona 11, cerca del lugar en el cual el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) les permitió instalarse durante varios años, pero desde el 2022 les restringió el uso del espacio.
En este sitio, los puestos se ubican sobre la banqueta, ofrecen a los visitantes árboles de Navidad, bombas y luces de colores, gusano de pino, aserrín, coronas, moñas, pascuas y demás adornos propios de la temporada.
La principal razón de permanecer ahí, según los vendedores, es que los compradores ya están acostumbrados a visitarlos en este lugar.
Amalia Tocay pertenece a la tercera generación de vendedores en la feria navideña. Su madre acompañaba a su abuela, y ahora a ella la acompaña su hija, a quien le heredará la tradición.
“Para mí, este es el sentido de la Navidad, es un cambio de temporada”, comenta Tocay, de 58 años, quien es comerciante de frutas y verduras, pero en diciembre se dedica a la venta de adornos navideños. Es originaria de la aldea Vista Hermosa, San Pedro Sacatepéquez.
Óscar Leonel Martín es presidente de la feria que se instala en la zona 11, en donde venden sus productos más de cien familias, quienes. además de preservar la tradición, aprovechan la oportunidad para agenciarse de unos quetzales para pasar las fiestas de fin de año.
Además, durante esta época, en la zona 1 capitalina se cierran calles para instalar bazares navideños. Hacerlo se ha vuelto una tradición en la 8a. calle, desde la 6a. a la 7a. avenidas; en La Plaza Barrios, en la 18 calle, en el Mercado Central, en la 8ª. calle y 9ª. avenida. Los capitalinos acuden a estos espacios para comprar los adornos tradicionales de la Navidad.