Comunitario

Familias se resignan y viven al filo de la tragedia

En las últimas dos décadas murieron mil 389 personas que residían en áreas de alto riesgo.

Romelia Gutiérrez carga a su hijo en el patio de su casa, en un barranco de la zona 7 capitalina. El peligro es evidente. (Foto Prensa Libre: Esbin García)

Romelia Gutiérrez carga a su hijo en el patio de su casa, en un barranco de la zona 7 capitalina. El peligro es evidente. (Foto Prensa Libre: Esbin García)

Pasar la temporada de invierno cuando se vive en laderas de barrancos va más allá de escuchar cómo se derrumba el terreno contiguo o percibir los retumbos de un río que serpentea a escasos metros.  En realidad se trata de convivir a diario al filo de una tragedia.

Esa es  la situación de unas 200 mil personas en el país que carecen de ingresos que les permita vivir en un inmueble seguro.

Entre quienes se resignan a arriesgar su vida en áreas peligrosas de asentamientos en la metrópoli figura la familia Reynoso Gutiérrez, que en el 2009 emigró de la aldea El Regadío, en Uspantán, Quiché, hacia la capital, con el objetivo de mejorar sus condiciones de vida.

Sueños rotos

Romelia Gutiérrez explicó que hace siete años decidieron junto a su esposo, Gregorio Reynoso,  residir en la capital para brindar mejores oportunidades de educación a sus tres hijos.  Por eso llegaron al asentamiento Las Torres, en la zona 7, y alquilaron una habitación por seis años.

Desde que empezaron a vivir en la capital, su esposo dejó de ejercer la docencia debido a que no encontró un trabajo estable en algún centro educativo, contrario a lo que ocurría en Quiché, donde fue maestro de muchos niños.

En la metrópoli la situación se tornó difícil para la familia Reynoso Gutiérrez. El jefe de familia dejó de buscar trabajo como profesor de primaria y optó por portar una escopeta y un uniforme para ganar el salario mínimo mensual de Q2 mil 747.21 como policía privado.

“Él —Gregorio— tuvo que ponerse a trabajar de policía privado porque no había más. Hace un año y medio quedé embarazada de mi cuarto hijo y mi esposo consiguió este terreno. Debíamos agarrarlo porque no podíamos seguir alquilando —Q400 mensuales—”, manifestó.

Así mismo, Vera Luz Flores, de Santa Rita; Johana Mendoza, de Las Torres, y Lucrecia Hernández, de Regalito de Dios,  relatan historias parecidas de carencias, peligros y resignación de los asentamientos donde viven.
   
No es extraño, porque  estimaciones de la Coordinadora para la Reducción de Desastres (Conred) indican que hay nueve millones 242 mil personas a escala nacional  que residen en áreas vulnerables a deslizamientos.

Además,  según la Conred, en el país hay 497 asentamientos. Estas comunidades se lograron ubicar luego de invadir terrenos y posteriormente lograron adquirir servicios básicos para los habitantes, empero, no se traducen en seguridad. 
 

Peligro latente

La casa de la familia Reynoso Gutiérrez, por ejemplo, es la última que se construyó en la ladera de la montaña en que se ubicó el asentamiento Las Torres,  tramo final del Anillo Periférico y contiguo al puente El Incienso.

La vivienda es de madera y láminas, y la habitación principal está a medio metro del abismo; desde el puente es evidente su fragilidad.

El municipio de Guatemala es el área con más comunidades en situación de riesgo. La proyección de la Conred determina que existen  más de 280 asentamientos.

 Alerta

Asentamientos representan riesgo para habitantes.

1,389

Personas murieron en los últimos 20 años  por deslizamientos e inundaciones.

9.2

Millones de personas viven en áreas vulnerables a deslizamientos.

497

Asentamientos hay en el país; un 80% en peligro.

ESCRITO POR:

Edwin Pitán

Periodista de Prensa Libre y Guatevisión desde hace 14 años. Especializado en radio, prensa y televisión. Periodista del año de Prensa Libre en 2018. Productor de la emisión en directo de Noticiero Guatevisión.